Memorias de otros vuelos

Memorias de otros vuelos

Ruiseñores y fiches llenaron tus almendros. Zurcieron nuestra espera. Flores de los Mandalas, geométricos, de móvil transparencia meditada, fundaron la palabra creadora y destructora. El Logos. La Poesía. Arruinando el insomne murmullo del otoño lucharon por solventar los palios, rollos de piel de cabra guardando nuestras vidas, las panoplias acústicas del barrio. Los temblores del tiempo y las sonoridades de un bronco resoplido dispensador de lluvias. Y Noé esperando que su arca, trozo de otras memorias, descargara su prole en tierra virgen; Colón del Pentateuco, desarmado artesano con oro entre las manos de Aaron el del becerro.
El tiempo acusa al tiempo. Shiva recibe al macho, resumiéndose en hembra para tornarse macho. Causa y efecto amándose. Madre naturaleza emite hojas al viento, publicidad divina, virtudes bioperfectas. Verdades amarillas y plateadas flotando en el hastío de recuerdos que esperan.
No hace tanto sucedes y de pronto pareces eternal, como la lluvia en la flor del naranjo, del manzano, del caimoní, del algarrobo eterno. Eras como la Baker, sibila y profetiza danzante junto a Shiva, cuando bailaban ella y don Ofelio, abuelo que naciendo desde un retrato hecho de holografías en la sala nos saluda con sueños de sorpresa y de quimera; mano que inventa flores para las agujetas de la abuela que enunciacanciones desterradas, mientras teje con meditada sombra, pañoletas, flor de futuros nietos.
Shiva responde fraccionando el viento, y muestra su anticuada primavera. La que ha de destruir en pos de otra y la que renacerá de tierna muerte.
Se han cuajado los nidos (y bailas y rebailas, y tu talle incansable promete y despromete, asombra y desasombra); la melodía de Shiva te ha donado gestos de nuevas flores, forjaduras de otoño, sequía de primavera, y cuencos tibetanos que arrullan el silencio con sus colores secos crispando el llanto adrede. Sonoro bronce de cuanto habrá sido. Nada de miedos de hojalata y truenos, alternemos el “yo” con recuerdos y fechas disfrazadas de lapsos; de ariscas arboledas sin hojas, calcomanías de ayer; las trinitarias, fosilizada voz que intentando volver se rehace dispersa en voces miles. El color explosivo. Milagros del creador, tu voz creciendo. Shiva crea y sonríe apresurado, alegre. Dadivoso y surtido. Creante y descreante.
Shiva el creador destruyente, canta mientras construye, construyente. Memoria de tu baile, pictórica función de ramas sueltas en tu almendro vertidas, vientos de lo creado y descreado. Las trinitarias, sangre de la tarde.
Noticias de otros vuelos te aseguran que el tuyo es el origen de todo cuanto amaste y de aquello que fuiste. Volverás una noche en canto inaugural, quinto cuarto menguante, diosa de tus ejércitos trepada en la sonrisa.
Serás cuando no estás y estarás cuando no eras. Tu tiempo fue fluctuante, permanece durando como la duración del Tíber en Quevedo. La eternidad del Gita te respalda. Un día lo entenderás y la mano de Shiva se aferrará a tu mano convertida en la mía o más bien bautizada en la fusión palmaria, en dedos que proclaman el tacto unido, sordera de los dioses. Plena de somnolencia despertarás a un luego para ser otra carta firmada por mil signos. Babelia renovada por ángeles y almendros.
Entre los callejones del barrio cae la lluvia formando cataratas transatlánticas; venciendo alcantarillas. Luceros trastornados, natagueando, avisan tu futuro, donde el gene despliega su bandera, y nos dice aquí estamos, o mejor, aquí somos, movimiento y llegada copiado en supremacía de otros amaneceres; el primer día sentimos qué lluvia éramos ambos, de qué fuimos formados, qué gotas de uno a otro, agua eterna fundida, canción de los marassa, conjunto adrede de fantasías portables, ajenas, compatibles, que hacen pensar en dioses.
Shiva entonces reclama “noticias de otros vuelos” que desarman la verdad de la muerte, y la herencia mestiza recupera su heredad fidedigna, desgastada, mientras los astros giran inconclusos sujetándose todos, enredos del amor que se acrecienta como el fuego en los bosques para luego calmarse en ritual de brahmanes. Incensario noctámbulo, mirra hecha de poesía.
Noticias de otros vuelos. Se han cuajado los nidos y los almendros tiemblan con la lluvia creando mil meollos con charcos y pupilas. (Shiva, piadoso, observa.) Nos miran las corrientes sonoras de los techos, flujos de agua vital. Las aguas descendiendo como prana. Vamos con ellas rumbo al mar revuelto que es nuestro corazón. En el mar interior vive otro mundo. Cada mirada nuestra, cada imagen, es un camino abierto hacia el futuro. Bajo el caño, vestidos de esperanza, la angustia humedecida (bacanal de cerezas y claveles, de ruiseñores y de golondrinas), todos hacemos ronda con la melancolía de trovas infantiles, máscaras de febrero que quisieran volver, cantilenas soñando sus disfraces de agosto. El “Matarile” vuelve, el “lirerón” retorna. Ambos a dos “de manos con las piedras” como quiso el poeta. El agua asoma, túrbida, agitada, abolladura fría que al crecer descontrola. Somos el fiel retrato del ángel de melcocha, chico de Pan de Quico, sonámbula inocencia de un Luzbel de la guarda, querube del pop corn, cocaleca, maíz reconvertido que atesoran los dioses desde Teotihuacán hasta el sacro Cenote donde se ahoga el pasado; figurillas de barro desvestidas al golpe de la lluvia, gerundios de ando y yendo, voltereta del sueño que asombra con sus saltos. (Shiva mira y sonríe). Alfarería de un tiempo condensado en mujeres sin huesos, sin costillas, glúteos falta de asiento sin descanso posible, asiento cuyo canto lo reinventan los dioses. (Shiva delira, entre sus manos suaves viven Creación y Destrucción latiendo). Alfarera crecida en terquedad de vientos y de frondas donde a veces morir es parte de una experiencia atónita. Almendros repetidos, y nidos rebosantes de un futuro que es muerte y vida en todo, sucedáneo fragor de lo existente. Continua eternidad de los almendros.
Tú y yo de manos bajo el aguacero juntos a vida o muerte, fusión de agrestes sombras. Huella, boscosa humedad del trino que animará los sueños de miles de poetas sin metáfora, sin brillo en la fonética. Rústica encarnación disecada en sus trinos.
La palabra del dios es su cemento. Lo dicho forja y fija lo vivido.
Hablar, bailar, sonreír, nos consolidan. Shiva en todo momento trenza destinos para que lo inevitable se produzca; no niega, solo cambia para que un tiempo adusto y penitente sea la muerte creativa del futuro.

Marcio Veloz Maggiolo
Santo Domingo, agosto 13 del 2017

Publicaciones Relacionadas

Más leídas