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A Hipólito Mejía, agrónomo de profesión, todos lo hemos escuchado decir chistes sobre productos agrícolas, en especial de la yuca, pero a él no solo le gusta bromear sobre este tubérculo, sino también comerlo.

Acostumbra a desayunar muy temprano y fuerte, a eso de las 7:30 de la mañana, con yuca o ñame, plátano o guineíto, yautía o auyama… en fin, en su desayuno o cena siempre hay víveres acompañados de embutidos y quesos de sabores fuertes. No toma café temprano, pero sí leche o chocolate, como pudimos comprobar en un reportaje que le hiciera Nuria Piera en junio de 2011.

El pollo es su carne preferida con moro de habichuelas rojas, su arroz favorito.

Según nuestras fuentes, el expresidente no es de mucho comer, sin embargo, como buen cibaeño, disfruta que otro lo haga y esta es la razón por la que en su casa siempre hay mucha gente.

Comunicadores dan testimonio de que cuando el expresidente hacía encuentros en su residencia campestre de San Cristóbal recibían muy buenas atenciones de él y su esposa, doña Rosa Gómez.

Leonel Fernández. Una gran parte de la adolescencia de este expresidente la vivió en Estados Unidos y tal vez esta sea la razón por la cual siente una gran debilidad por la Coca-Cola y la pizza. Sin embargo, como cuenta su íntimo amigo el cineasta Jimmy Sierra, su comida preferida es la criolla. Disfruta de la pechuga de pollo a la plancha, el arroz, las habichuelas y los plátanos maduros fritos. Pero eso sí, no come aguacate, “pues dice que le cae mal”, confiesa, quien para muchos es uno de sus mejores amigos.
Una vez – esto a manera de anécdota- dice Jimmy, “íbamos del Medio Oriente hasta Madrid y en el hotel vi que a la habitación de Leonel entraban un caldero de sancocho, como a la una de la mañana y se lo comió. El personal de la embajada dominicana allí se enteró que él llegaba y quiso sorprenderlo”, enfatiza.

Por los afanes propios de su trabajo, Leonel no suele ir a restaurantes del país, dice Jimmy, pero cuando está de viaje aprovecha para disfrutar de la cocina internacional. ¿Preferencias?, la italiana y la japonesa.

Tampoco tiene una hora específica para comer, pero sí lo hace rodeado de muchas personas. “Le gusta comer en grupo, a veces comemos diez, quince y hasta veinte personas y él lo disfruta, es uno de sus momentos favoritos”, comenta.

Al igual que Danilo, la cena es la comida favorita de Leonel. También disfruta de la entrada, “en ese momento come de todo, pan, ensalada, en fin… es de buen comer, y aunque su médico, Daysi Ventura, trata de someterlo en un régimen dietético, él siempre se escapa”, concluye el apacible amigo.

Joaquín Balaguer. Sobre la longevidad del expresidente Joaquín Balaguer se tejieron varias historias, una de ellas era que esta característica era producto de que el líder y fundador del Partido Reformista Social Cristiano bebía todos los días jugo de jagua, y que esta fue la “pócima” que le permitió vivir hasta los 95 años.

No sabemos qué tan cierta es la eficacia de este zumo, sin embargo, lo que sí podemos decir que ciertamente Balaguer tomaba esta refrescante bebida que solía alternar con jugo de zanahoria y naranja.

Para Joaquín Ricardo, uno de sus sobrinos favoritos y quien ocupó importantes cargos durante sus mandatos, Balaguer se cuidaba de forma excesiva y era muy selectivo con los alimentos y la forma como los preparaban, por lo que esta pudo haber sido la clave.

Balaguer -como bien nos confesó su sobrino Joaquín- prefería comer pescado y carne blanca. Era “amantísimo” del pollo, en sus diferentes preparaciones, y antes de almorzar consumía un consomé de la misma carne.

“Yo te puedo hablar de los 50 para acá, Balaguer era cuidadoso con la alimentación, era una persona muy dada a lo nuestro, de comer sencillo, de comidas no muy elaboradas, ni gourmet, lo que no quiere decir que no las comía”, dice.

Sus hermanas se dedicaban a él y cuidaban de su alimentación, en especial Alicia (la señorita Chichita) y una empleada llamada Clara que se encargaba de las tareas de mayordomía, nos comenta tras aclarar que el líder político e intelectual, no era de mucho comer, “mejor dicho era frugal, siempre orientado a la comida sana. Era amante del aceite de oliva”.

Desayunaba avena entre 9:00 a 10:00 de la mañana, mientras la hora de la comida la extendía entre 3:30 a 4:00 de la tarde, casi siempre en la casa. Nunca cenaba, aunque Joaquín desconoce las razones.

Joaquín recuerda que era un hombre de disciplina. “En la campaña del 82 al 86, cuando se implementaron las asambleas primarias, él pasaba el día fuera y nunca lo vi comer, siempre lo hacía a la hora que llegaba a la casa”.
Pese a sus problemas de visión, siempre fue una persona autosuficiente -destaca-, comía solo, excepto en días festivos, como Navidad.

Jorge Blanco. Como bien nos explica Orlando Jorge Mera, el expresidente Jorge Blanco era un hombre de rituales. Por la mañana, todos los días y bien temprano, acostumbraba a tomar un vaso de agua a temperatura ambiente, una cucharada de miel y luego un consomé de res.

A media mañana solía comer frutas e ingería jugos naturales.

Cada primero de enero, comía una sopa de lentejas, “dizque para atraer la buena suerte”, una tradición española, que Orlando no recuerda de quién adoptó.

Salvador, como bien nos comenta su hijo, no era de comer mucho, al igual que su esposa, doña Asela Mera, “ambos comían poco, como pajaritos”.

Los fines de semana, cuando la jornada laboral solía flexibilizarse un poco, desayunaba mangú con queso frito, huevo y salami.

Disfrutaba de la sazón de doña Domitila, una señora de origen santiaguero que solía viajar a la capital sólo a prepararle algunas de sus recetas cuando doña Asela no podía, ya que según Orlando era una excelente chef.

Salvador comía mondongo, arroz, habichuelas, carne… pero su comida favorita era el chivo guisado con moro de guandules.

“Mi mamá muchas veces lo sorprendía con uno que otro plato, ella era una gran chef, le cocinaba hasta pierna de chivo al horno, y él lo disfrutaba”, dice.

Afirma que pese a todas sus obligaciones su papá era muy familiar: “Hacía todo lo posible por compartir con mi mamá, mi hermana Leticia y yo una de las tres comidas, que por lo general era el almuerzo; al finalizar disfrutaba de un postre de guayaba”, puntualiza.

Recuerda que en su adolescencia, su hermana y él iban al Palacio a comer con sus progenitores, ya que también doña Asela trabajaba allí, como la secretaria personal del presidente.

Jacobo Majluta. “Jacobo comía mucha carne, filete de res, chuleta, pollo… sus comidas favoritas eran todas a base de carne, la disfrutaba, e incluso discutíamos sobre sus gustos porque para ese tiempo yo era medio vegetariano”, relata Tony Raful, quien fue su amigo y un cercano colaborador.

Nunca comía pan, por prescripción médica, y como aperitivo solía disfrutar de diferentes tipos de quesos con casabe y aceite de oliva.

“Para 1977 iniciamos una relación fraternal, fue una relación de padre a hijo; Jacobo era una persona que demostraba ser amigo de los amigos, afable y buena gente”, recuerda Tony, quien destacó que el político de origen árabe también disfrutaba de esa comida y del café, bebida que tomaba a cualquier hora del día.

Tony confiesa que Jacobo casi nunca acostumbraba a comer a la hora establecida, por un estilo muy propio.

Sus horas de trabajo, que se extendían hasta las 3:00 y 4:00 de la mañana, comenzaban después del mediodía, porque él decía que nada importante surgía en la mañana. Este estilo de vida lo llevó a disponer, cuando fue presidente del Senado, el inicio de las sesiones a la 1:00 de la tarde, disposición que se cumple hasta el día de hoy.

Antonio Guzmán. Sobre este destacado presidente, Sonia Guzmán -su hija- nos detalló algunas de sus intimidades.

Cuenta que Guzmán oraba a la Virgen de la Altagracia al sentarse a la mesa y que su comida favorita era el pollo guisado, sin salsa, o en su defecto asado, acompañado de arroz y habichuelas.

“Un marino llamado Plinio era el encargado de prepararle sus alimentos. Mamá cocinaba muy rico, pero platos más sofisticados que a él no le gustaban tanto. Los comía, pero no eran sus preferidos”, dijo.

Casi nunca era puntual a la hora de comer, pues la jornada laboral se lo impedía, “pero cuando podía, los fines de semana, compartía totalmente con su familia, desde el viernes en la noche, recuerda Sonia.

“Le cuento -dice-, a manera de anécdota, que uno de sus nietecitos, Miguel Eduardo, que nació estando papá en el poder, aprendió a comer vegetales con él. Ya de grandecito, cuando el nieto iba al preescolar, su mayor placer era desayunar o almorzar juntos”.

El dulce de naranja en almíbar o de leche cortada eran sus postres preferidos mientras un jugo de naranja con mucho hielo deleitaba su paladar.
Por lo general, madrugaba. Las 5:00 era la hora tope para estar en la cama.

Desayunaba, hacía ejercicios y recibía masajes de un entrenador, leía la prensa y veía las noticias por televisión. Ya a las 8:00 había desayunado, preferiblemente yuca, auyama, guineos verdes, yautía con huevo salcochado o un revoltillo sin grasa.

Juan Bosch. Este político e intelectual, al igual que Balaguer cuidaba excesivamente su alimentación, Mildred Guzmán, su secretaria, da testimonio de ello.

Comía pollo, vegetales a la plancha, paella y pastelón de plátano maduro o yuca, arroz, frijoles y ensaladas, principalmente de verduras verdes.

Cuando vivía en la César Nicolás Penson tenía su oficina al lado y cruzaba a comer con su esposa, dice Guzmán.

“Cuando lo conocí comía a las 2:00; luego comenzó la rutina de hacerlo a las 4:00, pues decía que así no tenía que cenar”, relata. Desde entonces perdió el hábito de ingerir alimentos por las noches.

Por tiempo tenía una bebida favorita, una vez era la Coca-Cola, otra el Seven-Up, pero nunca tomó café.

Le encantaban las galletas mocanas y los chocolates de la marca Kisses; los guardaba como un “tesoro” y los comía con frecuencia, ya que decía que el chocolate era bueno para las células del cerebro.

Se levantaba bien temprano y por igual consumía su desayuno a base de chocolate que él mismo preparaba la tarde anterior.

Algo a destacar es que el profesor Bosch acostumbraba a preparar el desayuno del personal de seguridad que amanecía en su casa.

Rafael Trujillo. El gusto excéntrico de este dictador lo llevó a tomar decisiones, tal vez nunca vistas en el país, con el fin de satisfacer su paladar.

En una visita que giró al dictador español Francisco Franco probó un cocido y fue tal su fascinación que se trajo al país a Lina, la cocinera que lo preparó. Disfrutaba de grandes banquetes y de la comida de calidad, pero lo que le fascinaba era el sancocho de gallina, el arroz con pollo y el requesón.

Según Angelita Trujillo, su hija, este cenaba temprano de 5:30 a 6:00 de la tarde, y después se iba a caminar, dos horas, por la George Washington.

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