París. AFP. Los países emergentes dejaron de ser en 2013 la promesa del futuro radiante para la economía mundial: desaceleración del crecimiento, mercados financieros y cambiarios inestables y conflictos sociales se convirtieron en una fuente de temores, tal vez exagerados.
En noviembre, el club de reflexión de los países ricos, la OCDE, resumió la situación: el crecimiento mundial será más débil a causa de la desaceleración en los países emergentes y «el entorno económico mundial podría servir de amplificador y de correa de transmisión para los impactos negativos» procedentes de esos países. Desde hace años, la economía mundial se apoyó en ellos: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, los llamados BRICS.
Su fuerte crecimiento compensaba el estancamiento de los países desarrollados, sus mercados internos en plena expansión alimentaban el apetito de los grandes grupos occidentales, sus bajos costes de producción impulsaban el comercio mundial y sus reservas de divisas les permitían financiar el endeudamiento occidental.
Pero 2013 marcó una pausa. Estos países perdieron parte de su brillo, siendo considerados con ojos tal vez más lúcidos.
«Lo esperábamos desde hace un tiempo, pero se hizo más claro» en 2013, declaró a la AFP Jennifer Blanke, jefe de economistas del World Economic Forum (WEF).
Según el economista Chris Weafer, socio de la firma consultora Macro Advisory, con sede en Moscú, este «cambio de actitud hacia los emergentes», era «necesario y se había postergado durante demasiado tiempo», por inversores acunados en ilusiones, incluso «complacientes». Para empezar, en varios grandes países emergentes el crecimiento se desaceleró netamente.
Rusia, Sudáfrica, pero principalmente el primero de ellos, China. Y si China estornuda, la economía mundial podría resfriarse. A su vez, la economía brasileña se contrajo 0,5% en el tercer trimestre de 2013, respecto al segundo, el primer retroceso del PIB desde el trimestre inicial de 2009. «Brasil es la incógnita de la ecuación.
El riesgo de ‘estagflación’, una fase de estancamiento económico sumada a inflación, es muy elevado», asegura Christian Déséglise, especialista de economías emergentes en HSBC y profesor en la universidad de Columbia. «Los dirigentes brasileños no han reformado cuando era fácil hacerlo, es un país con rigideces estructurales, donde es muy elevado el coste de invertir y contratar» empleados, añade.
«Factor de riesgo». El banco español BBVA identifica por su lado como «factor de riesgo» a nivel internacional «el ajuste (a la baja) del crecimiento de China y de otras economías emergentes».
Según el Banco Central Europeo «cualquier ajuste importante o desordenado en las economías emergentes debe ser seguido de cerca, teniendo en cuenta los riesgos de un impacto más fuerte y durable en la zona euro». «Los inversores habían supuesto que China continuaría creciendo a una tasa de 8-9% anual. Eso es imposible a largo plazo», explicó a la AFP Weafer.
El objetivo oficial de crecimiento de Pekín para 2013 es de 7,5%. Pese a todo «nos tranquilizamos porque algunos hablaban de un aterrizaje más brusco» de la economía china, que habría tenido consecuencias más graves, subraya Blanke.
«Varios países se hicieron dependientes» del crecimiento chino, subraya el banco suizo UBS en una nota sobre las perspectivas de inversión en 2014.
«El crecimiento de las inversiones chinas alimentó la demanda de materias primas y sostuvo a varias economías como la de Brasil o Australia», señala el banco suizo, que advierte que «no hay China después de China.
En otras palabras, no habrá otra superpotencia con un crecimiento de dos dígitos» capaz de remplazar a China como motor de la economía mundial. A esta desaceleración se agrega un segundo factor de riesgo: la inestabilidad financiera.
Este verano, bolsas y divisas de varios emergentes fueron desertadas por el masivo reflujo de capitales provocado por la perspectiva de que la Reserva Federal estadounidense pusiera fin a su política de estímulo monetario. Además, varios grandes grupos estadounidenses y europeos registraron fuertes pérdidas financieras como consecuencia de los efectos de cotización de las divisas.
«Parte del pastel». Finalmente, la inestabilidad social es otro factor de riesgo, «como lo que sucedió recientemente en Brasil o en Sudáfrica, con gente que exige una mayor parte del pastel, porque no experimentan una mejoría (en su calidad de vida) tan rápidamente como lo desearían», considera Blanke.
Es «un riesgo muy grande, y creo que esos países son conscientes de ello» según la analista, aunque admite que varios de ellos no aprovecharon los años de opulencia para adoptar las reformas necesarias.
«Un gobierno debe escuchar la voz de la calle. Un gobierno no puede aislarse en sí mismo», reconocía a fines de noviembre al diario El País, la presidenta brasileña Dilma Rousseff. Sin embargo esos países siguen siendo un motor esencial de la economía mundial.
«La abundancia de finales de la última década duró demasiado y mantuvo expectativas demasiado elevadas (…) creo que ahora la percepción contraria va demasiado lejos», advierte Weafer. «Nadie duda de que esos países continuarán creciendo», según Blanke.
Sus «clases medias en expansión (…) serán una fuente importante de demanda para muchos bienes y servicios de las economías avanzadas», pronostica.
«Son un factor de riesgo, pero son también nuestra única oportunidad», concluye.