Edgar Ávila/Raúl Cortés
EFE/REPORTAJES
Ciudad del Carmen, Campeche.
Un puente de tres kilómetros inconcluso, buques varados, miles de empleos perdidos y decenas de negocios cerrados, son la huella que ha dejado el proceso en esta localidad.
La cara positiva es la lucha diaria de los trabajadores de las plataformas petroleras, auténticos guerreros de un sector cuyo futuro parecía hasta hace poco promisorio con la apertura a la iniciativa privada del Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, pero que es blanco de constantes ataques, el último por el incendio de una petroquímica que dejó 32 muertos y decenas de heridos en el estado de Veracruz.
Ciudad fantasmal. En la puerta de entrada a la Sonda de Campeche, el impacto por la caída de los precios del petróleo ha golpeado a todos por igual. Contratistas, hoteleros, dueños de restaurantes y bares, taxistas y hasta vendedores callejeros. Nadie se libra del drama, como pudo constatar Efe en una visita a Ciudad del Carmen, población del estado de Campeche, fundada en 1717, antiguo refugio de piratas, bastión militar y hasta cárcel.
La suspensión de trabajos de exploración y perforación de nuevos pozos y la cancelación de contratos a empresas mantienen apagadas 73 plataformas, de las cuales 65 eran alquiladas por Pemex al sector privado y ocho son propiedad de esta compañía, símbolo del nacionalismo mexicano desde la expropiación petrolera del general Lázaro Cárdenas en 1938.
Pedro Pablo Cajún, copropietario de «Mariscos Pablo», un restaurante familiar del malecón que tiene 25 años, explica que a su establecimiento asistían regularmente directivos y trabajadores que, en los últimos tiempos, se esfumaron, por lo que tuvo que prescindir de diez empleados. «Muchas empresas han cerrado y las que no han cerrado han recortado muchísimo personal. La gente no viene a Carmen a hacer nada, porque no hay nada», se lamenta Cajún.
Fuentes del sector aseguran que en 2015 trabajaban en la Sonda de Campeche 25.500 personas, pero con datos de abril de 2016 suman 16.626. Solo los de Pemex han sufrido un recorte, de 5.500 el año pasado, a 4.083 este año.
«Es una de las crisis más complicadas que hemos tenido en el sector, no solo de Ciudad del Carmen ni del país, sino a nivel mundial», afirma a Efe Luis Fernando Rueda Flores, del Corporativo Industrial y Comercial, que ofrece servicios de logística terrestre a Pemex.
Los empresarios locales reclaman al Gobierno incentivos fiscales y a las compañías extranjeras ganadoras de la primera ronda de licitación de contratos de exploración y extracción de hidrocarburos en aguas someras, que los tomen en cuenta.
La Ronda 1 forma parte de la reforma energética del presidente Enrique Peña Nieto (2012-2016) para abrir el negocio al sector privado y modernizar Pemex, cuyas pérdidas en 2015 ascendieron a 30.000 millones de dólares, su deuda a 87.000 millones y su pasivo a 190.000 millones.
El costo de la crisis petrolera. Si a los trabajos directos sumamos los indirectos, el número de empleos desaparecidos en Ciudad del Carmen es de 35.000, según Javier Hurtado, propietario de empresas de servicios de consultoría y capacitación.
Anuncios de «en renta» ó «se vende» abundan en naves industriales y complejos de viviendas. Las habitaciones, que costaban 40 dólares la noche, ahora se malbaratan a 9. La asignación presupuestaria pública para la Sonda de Campeche ha pasado de 6.380 millones de dólares, en 2014, a 4.300 millones en 2016.
De las 16 embarcaciones de transporte de personal hacia las plataformas petroleras que había el año pasado, solo se usan diez. De 35 helicópteros para trasladar a directivos e ingenieros, la cifra bajó a 20. Y un puente de 70 millones de dólares que iba a unir Ciudad del Carmen con Campeche capital para suplir a otro desvencijado, llamado La Unidad y de 28 años de antigüedad, permanece inconcluso.
«Sin duda es tiempo de cambios, pero debemos saber adaptarnos; es solo temporal, una racha, no podemos parar todos los negocios», afirma Nely Sánchez, del Corporativo Capital Holding, de servicios inmobiliarios, financieros y ambientales.
Sánchez pide a las autoridades infraestructura turística para contrarrestar la crisis en una población que descubrió el oro negro hace apenas medio siglo, tras vivir durante décadas de la pesca del camarón.
Llueve sobre mojado. El pasado 20 de abril una explosión en la planta Colorados III, del complejo petroquímico de Pajaritos, segó la vida de 32 trabajadores. Las instalaciones de la Petroquímica Mexicana de Vinilo (PMV), operada por la firma privada Mexichem en sociedad con Pemex, se encuentran en la ciudad de Coatzacoalcos, en el estado de Veracruz.
Además del trágico saldo de muertos, a los que se sumaron más de un centenar de heridos, el manejo de la situación por parte de Pemex recibió un alud de críticas, especialmente porque su primer balance fue de apenas tres heridos, cuando las espectaculares figuras del fuego y el humo invitaban a pensar en lo peor.
La poca información que fluyó desde el principio sobre el accidente, cuyas causas son todavía desconocidas, y sobre la condición de los lesionados o el número exacto de fallecidos, provocaron escenas de impotencia de los familiares.
Varios de ellos, armados con palos y piedras, agredieron a miembros del Sindicato de Trabajadores Petroleros Mexicana que pasaban en dos vehículos de lujo frente a la planta siniestrada. Otro grupo, después de horas de espera en las inmediaciones del complejo, se enfrentó con miembros del Ejército y la Marina, al intentar ingresar a las instalaciones para conocer la suerte de sus seres queridos. El director de Pemex, José Antonio González, terminó reuniéndose con ellos y hasta Peña Nieto viajó al lugar para expresar su solidaridad a los parientes de las víctimas.
Los guerreros del petróleo. En medio de este escenario de tensión e incertidumbre, unos 16.000 trabajadores luchan todos los días por un sector en crisis, alejados de sus familias. Este ejército de hombres y mujeres apenas se distingue en el amasijo de fierros retorcidos que penetran en las aguas y extraen del fondo marino el oro negro que no deja de fluir.
Dentro de las plataformas, las hojas con garabatos de hijos dejados en tierra o las cartas de amores lejanos cuelgan en las paredes.
«Se siente muy feo dejarlas, abandonarlas, pero ellas saben que es por un bien, por el bien de la familia», confiesa a Efe Javier Torres, un empleado que tiene dos hijas.
Desde las playas de Ciudad del Carmen, las plataformas petroleras se divisan diminutas, pero cuando uno se acerca a ellas en helicóptero son imponentes por su tamaño y número.
Albergan a miles de personas que, al dejar a sus familias, adoptan a sus compañeros para crear un segundo hogar que se vuelve inquebrantable.
La psicóloga industrial Carla Ivón Soriano Roldan, una de las seis mujeres en alta mar, explicó a Efe que muchos de ellos «traen recuerdos, dibujos de su familia», para no dejar «aislada» esa parte de su vida.
A una distancia de unos 100 kilómetros de la costa, las plataformas son como células dispersas, pero unidas a la vez por 1.400 pozos y 950 activos (parcelas) petroleros.
La parcela que visita Efe es Ku Maloop Zaap, la punta de lanza de la Sonda de Campeche. Del espejo de agua emergen las viviendas de los trabajadores como grandes hoteles construidos sobre elevados pilares que los resguardan del oleaje.
Los dormitorios son pequeños pero cómodos, con cuatro literas y un baño con regadera (ducha). La imagen evoca a los camarotes de los grandes barcos de pasajeros, aunque aquí no hay balanceo.
Pemex contrarresta el estrés con futbolito, billar y otras distracciones, excepto alcohol y cigarrillos, dos productos prohibidos y que pueden costar a los trabajadores su empleo y hasta su muerte si causan un accidente.
«Es muy armonioso y hay mucho trabajo aquí, pero también mucho estrés y ansiedad», relata Carla, otra mujer que habita en la plataforma junto con sus 214 compañeros masculinos.
Las habitaciones son mixtas y ellas deben dormir y convivir al lado de obreros ó capataces. Carla, de 34 años y que tiene a su marido y dos hijos en tierra, no les teme.
«El riesgo está en los materiales, la mayoría de hombres son muy respetuosos» y «nos cuidan», relata.
Para sobrellevar el régimen de 14 días en alta mar por 14 en tierra, un gimnasio con sauna libera también tensiones, mientras la mayoría de empleados trata de hacer oídos sordos de los anuncios de recortes de personal en Pemex que llegan desde la capital.