“Mi fe sigue ahí, los planes de Dios son mejores que los míos”

“Mi fe sigue ahí, los planes de Dios son mejores que los míos”

En exclusiva

Para ¡Vivir!
Juliana, ofreció estas declaraciones para la realización de un documental testimonial a propósito del Mes del Cáncer de Mama, presentado el pasado 2 de octubre, en un acto realizado por el Despacho de la Primera Dama. La entrevista realizada por el Departamento de Comunicación fue pasada en crudo a solicitud de este medio.

La valentía y positivismo de la merenguera Juliana O’Neal ante las crueles pruebas impuestas por tres desalentadores diagnósticos médicos han tocado las fibras más sensibles del pueblo dominicano.
Con ella, la gente tiene contacto a través de las redes; de vez en cuando cuelga un video y da cuenta de su estado de salud, entonces -de inmediato- las manifestaciones de solidaridad y oraciones al Creador emanan con naturalidad. No ha vuelto a subir a los escenarios y sus exposiciones en los medios han sido escasas.
Para Ycelmary Brito O’Neal, como realmente se llama Juliana, “esto no ha sido nada fácil, pero el deseo de vivir es más fuerte que todo”, dice.
A los 12 años, mientras cursaba el octavo curso, le diagnosticaron un linfoma de Hodgkin, etapa 3; en 2013, un cáncer de tiroides y, en 2017, un cáncer en el seno izquierdo.
30 años de edad, una carrera de éxitos como artista, un premio Casandra al Mejor Merengue de Calle, giras artísticas por varios países, sueños aún por perseguir y grandes expectativas, es el retrato de vida de la guerrera Juliana, que, aunque muestra el rostro de la esperanza frente a su gente, confiesa que en su intimidad ha cuestionado a Dios en varias ocasiones con reclamos como: “por qué a mí”, “por qué tantas cosas”.
“Mi fe se ha tambaleado mucho… últimamente, porque es muy difícil entender por qué tantas cosas, por qué tantas pruebas. Me he sentido muy frustrada, me he enojado mucho con Dios y le he reclamado: por qué, cuál es el plan conmigo… ¡que me lo muestre! porque es muy difícil mantener fuerte la fe cuando todo va mal y, sí, mi fe se ha tambaleado”, dice mientras irrumpe en llanto.
Sin embargo, su actitud férrea ante la vida la hace levantarse, se desahoga, cuestiona, se anima, se seca las lágrimas, vuelve a llorar… y como si tratara de pedir perdón a quien se ha ofendido, por el comentario anterior, sonríe con cierta timidez y expresa: “Mi fe sigue ahí, los planes de Dios son mejores que los míos y si Él está permitiendo todo esto es porque algo tiene para mí. Yo tengo como diez años diciendo: yo no sé qué Él quiere conmigo, yo no sé… si Él va a seguir dándome oportunidades o si esta va a ser la última parada de mi tren, pero yo sé que Dios está ahí, y si yo estoy aquí es porque así lo ha querido, y me acojo a su voluntad”.

Una vida, tres cánceres. Desde su adolescencia Juliana ha padecido muchas complicaciones de salud.
A los 12 años, cuando enfrentó su primera batalla, fue difícil, como cuenta, su ingenuidad le impidió tener plena conciencia de lo que estaba atravesando. Además, su madre, que es su gran roca, se encargó de que ella “ignorara todo”.
En ese entonces -narra- su principal preocupación era que se le cayera el pelo, que sus amiguitas la relajaran y perder el año escolar. “A mí me daban quimioterapia los viernes cada quince días, y luego de que me pasaba viernes y sábados malísima, los domingos me ponía a hacer mis deberes, porque no quería quemarme”.
Se recuperó, y años después se convirtió en la cantante que es, pese a que nunca lo soñó. Ella quería ser arquitecta, azafata o trabajar en una amplia oficina rodeada de cristales.
En 2013, la joven artista ya era muy conocida. Un dolor en el cuello la alertó para ir al médico, ¿el diagnóstico?, cáncer de tiroides.
Esta vez la noticia fue demoledora para Juliana, “primero porque yo me preguntaba por qué otra vez y segundo porque me dijeron que esto podía comprometer completamente mi voz, la voz con la que yo me sostengo, lo que me permite hacer lo que más me gusta, que es cantar”.
Antes de operarse visitó trece médicos, ninguno le garantizó que su voz quedaría igual, pero, por segunda vez, decidió entrar a quirófano tras reflexionar que en ese compás de espera corría el riesgo de perder la vida.
El tratamiento fue rápido pero muy abrasivo. Su cuerpo y voz se debilitaron, pero de nuevo la actitud positiva la llevó a levantarse. Al mes y medio volvieron a encenderse las luces de los escenarios, la voz mejoró, llegaron las giras y muchísimos proyectos…

Un nuevo diagnóstico. Cuatro años después sintió en uno de sus senos algo extraño, fue al médico y le dijeron: “Se ve algo, pero no es grave, hay que darle seguimiento”.
Por requerimientos médicos, en noviembre viajó a Miami a realizarse un PET Scan, a fin de tener un monitoreo de su salud por las situaciones pasadas, y continuar su gira en Italia. Allí, le descubrieron el cáncer de mama.
“Cuando me enteré de este nuevo diagnóstico fue muy duro, porque no se lo quería decir a mi mamá, todo lo que tuvo que ver con análisis de control, biopsia, todo… yo lo hice sola y lo mantuve para mí, dos amigas se enteraron, porque ya era demasiado”.
“Pasó la Navidad, continúa relatando- y decidí hablar con mi madre”, ella como siempre muy positiva, le dijo que buscaran la opinión de otro médico, pero Juliana ya había ido a tres. “Eso está ahí, hay que tirar para alante”, le dijo Juliana a una madre rota por dentro.
El 2018 también ha sido muy duro para esta guerrera. Pero los infortunios de la vida no la detienen. Entre quimios, pérdida del cabello, debilidad física y emocional prepara su trabajo de tesis para graduarse, este noviembre, de licenciada en Mercadeo, en la Universidad del Caribe. Además, grabará nuevas canciones, dedicará más tiempo a su familia, aspira a crear una fundación desde la cual pueda ayudar a las personas y, a mediados de 2019, volverá a los escenarios.

«No estoy dejando a un lado mi carrera, pero mis prioridades tienen otro norte. Cantar para mi es vida, cantar me libera”.

«Escuchen a su cuerpo, el cuerpo avisa, en la mayoría de los casos hay síntomas; por mínimos que sean, hay síntomas, le tenemos miedo a ir al médico y justamente ahí está el fallo. Hay que sacar tiempo, anticiparse. La fortuna que he tenido es que siempre me han descubierto el mal al inicio y me dan buen pronóstico”.

«Yo entiendo que mi mamá ha sido todo. Muchas personas han sido ángeles, me han apoyado en muchos aspectos, incluso el económico, pero mi mamá ha sido todo. Mi mamá se ha tirado mi enfermedad, me trajo a vivir con ella. Mi mamá es todo y si yo estoy aquí hoy es por ella. No solo porque me dio la vida, sino porque me ha ayudado a seguir viviendo”.

“Yo no estoy feliz siempre, no siempre quiero dar ánimo; hay días en que no quiero ni que me miren, pero eso es normal”.

 

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