Miguel Guerrero vuelve abordar detalles del tema Israel-Palestina

Miguel Guerrero vuelve abordar detalles del tema Israel-Palestina

Esta carta del periodista y escritor es en repuesta a un artículo del periodista Ubi Rivas sobre este histórico litigio. A continuación el texto de Guerrero:
Lic. Bienvenido Álvarez Vega

Director de Hoy

Su Despacho

Estimado señor director; distinguido amigo:

En su artículo titulado “Miguel Guerrero evade la verdad en caso Palestina”, publicado en la página 11ª de la edición de ese prestigioso diario de fecha 9 del presente, el muy estimado y admirado amigo Ubi Rivas dice, lo siguiente (cito): “…Cisjordania era parte del reino de Jordania y fue cedida el 31-07-1988 por el rey Hussein a los palestinos para que junto con Gaza proclamaran el Estado Palestino, realidad que no ha sido posible como exigen Naciones Unidas, la comunidad internacional y el derecho de gentes, por la prepotencia de los gobernantes israelíes, mal apoyados por el imperio”.

Lamento tener que decirle al señor Rivas que su cita riñe con los hechos. Lo que realmente ocurrió fue que Jordania se vio forzada a renunciar a todas sus reclamaciones sobre el territorio de Cisjordania, que había asumido como resultado de la firma del armisticio que puso fin a la llamada Guerra de los Seis días en 1967. Esa decisión permitió seis años después, en 1994, el tratado de paz con Israel, en virtud del cual obtuvo el total control de los lugares santos musulmanes de Jerusalén, que aún mantiene.

La actual Jordania no es más que un fragmento del mapa que Gran Bretaña y Francia dibujaron tras el desmembramiento del imperio otomano tras la Primera Guerra Mundial, distribuyendo la primera entre los hijos de Husayn, descendiente de Mahoma, los territorios de Iraq y Siria. Cuando los saudíes conquistaron el reino del Hiyaz (región de Arabia en la costa del mar Rojo, hoy Arabia Saudita), los británicos crearon el Reino Hachemí de Jordania, sobre un territorio árido, sin petróleo y escasos recursos hídricos.

La creciente inmigración de palestinos a su territorio, como consecuencia de la guerra con Israel en 1967, erosionó la estabilidad del reino, debido a la actividad terrorista de los fedayines, que obligaron al gobierno a asumir la ofensiva militar para preservar el control del reino. En lo que se recuerda como “Septiembre Negro”, en 1970, fuerzas motorizadas sirias tomaron posición del norte de Jordania en apoyo de los fedayines, las que fueron obligadas a retirarse tras cruentas batallas con un balance de miles de muertos. A finales de ese mes, los cancilleres árabes lograron un cese al fuego, pero las hostilidades continuaron hasta julio del año siguiente, cuando las tropas jordanas lograron imponerse expulsando del país a los insurgentes. Las olas de palestinos expulsados de Jordania, estimados en cientos de miles, se refugiaron en Líbano, lo que alteró el equilibrio político libanés dando origen a sangrientas y destructivas guerras intestinas, que la armónica relación cristiana (católicos maronitas) -musulmana había evitado siempre.

En el enfrentamiento con Jordania murieron más palestinos que los caídos en las contiendas con Israel (Intifadas). Lo mismo ha ocurrido incluso en las guerras civiles entre sus grupos radicales y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), liderada por Al Fatah, el partido creado por Yassir Arafat, lo cual indica que el problema no consiste únicamente en la presunta oposición judía de evitar la formación de una nación palestina, tal como se acordara en noviembre de 1947 mediante una resolución de Naciones Unidas para formar allí dos estados, tras el fin meses después del mandato británico en la zona.
El acuerdo de Oslo y muchos otros intentos posteriores han puesto en evidencia que no es Israel la traba verdadera al sueño palestino.
En su escrito, el señor Rivas pretende presentarme como un activo opositor a los anhelos del pueblo palestinos de vivir en paz dentro de un estado propio. Me permito recordarle al amigo que en 1979, cuando el tema no era todavía objeto de discusión en nuestro país, publiqué un libro titulado “En la tierra prometida”, en la que concluía afirmando que la única posibilidad de paz permanente en la región reside en el derecho que le asiste a palestinos y judíos de vivir unos al lado de otros en franca armonía y colaboración, cada cual dentro de fronteras seguras, y no por líneas de armisticio.
Las constantes amenazas a la integridad territorial de Israel por sus vecinos es inobjetablemente uno de los factores de inestabilidad en la zona y el peor escollo a la creación de un estado palestino, puesto que la irracional decisión de los grupos radicales islamistas, Hamás, que controla Gaza, y Hezbolá, que domina parte del territorio libanés, no le deja mucha opción al gobierno israelí, consciente de que la pérdida de una guerra podría significar la desaparición de Israel y un nuevo Holocausto judío.
Para terminar, señor director, permítame expresar mi extrañeza por el párrafo final del artículo del señor Rivas en el que señala (cito): “Miguel Guerrero no debe tocar esa tecla y evadir compulsarme a remenear su altar sionista”, en relación con lo que él señala sucederá en París el 15 de este mes.
Confieso que mi laicismo no me ofrece suficiente panorama para descifrar altares, aunque sí los necesarios para valorar la diferencia entre la democracia israelí y las teocracias monárquicas que se la oponen, dificultando así acuerdos que conduzcan al sueño de hacer de esa zona, cuna de las tres religiones monoteístas, un lugar de redención del género humano.
Con sentimientos de la más alta estima, su seguro servidor y amigo,

Miguel Guerrero
(El autor es periodista y escritor, miembro de la Academia Dominicana de la Historia)

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