Milagro en el tercer mundo

Milagro en el tercer mundo

Están vivos de milagro  los alrededor de  cincuenta turistas   que viajaban en el autobús que el pasado jueves sufrió un aparatoso vuelco a la altura del kilómetro  23 de la autopista El Coral, próximo al segundo peaje, cuando se dirigían en excursión a la isla Saona. Los extranjeros, entre los que había alemanes, canadienses y norteamericanos, pasaron un gran susto, y podría decirse que ya tienen algo  emocionante  que contarles a familiares y amigos cuando regresen a casa. Pero si esos turistas supieran que la causa del accidente fue la explosión de un neumático delantero que estaba totalmente liso, algo que no hubiera pasado en sus países de origen,  contarían la anécdota de manera muy distinta,   acompañada  de  críticas a las autoridades que permiten que se transporten turistas en condiciones  tan riesgosas   para su seguridad. Y si como consecuencia de esa manifiesta indolencia, que estuvo a punto de costarles la vida, deciden no regresar jamás a este  fallido paraíso tropical,  no debemos culparlos, pues sería peor tener que explicarles a ellos y al resto del mundo que aquí solo se supervisan las condiciones en que operan los  vehículos  que transportan  pasajeros, sean criollos o turistas extranjeros, en Semana Santa,  y solo para cumplir con un molesto  requisito y  salga en los periódicos. El resto del año, aunque le cueste creerlo a cualquiera  que haya nacido y crecido en el primer mundo, los que utilizan el transporte público  de pasajeros tienen  que encomendarse  a la virgencita de La Altagracia, que por culpa de la sobre demanda no siempre está disponible.

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