Durante casi dos décadas, el pelotero conocido como Moisés Alou hizo de todo en Grandes Ligas… y lo hizo en grande.
Fue uno de los mejores bateadores de su generación, compilando un promedio de por vida de .303 y ocho veces terminando por encima de los .300 en sus 17 temporadas en la Gran Carpa.
Si algo llena de orgullo a Alou, es el hecho de que nunca, absolutamente nunca, dejó de darlo todo en el terreno de juego.
“Siempre di el 100 por ciento en mi carrera, lo entregué todo y disfruté mucho jugar béisbol”, dijo Alou al recibir en su casa en el sector de Naco una visita del Periódico Hoy.
“No hubo un día que dije ‘si me hubiera acostado más temprano hubiera jugado mejor’, nunca dije eso porque siempre salí a dar lo mejor de mí mismo todo el tiempo”, sostuvo.
Seis veces jugador estrella, dos veces ganador del Bate de Plata, Alou tiene gratos recuerdos de una carrera que lo llevó a jugar con los Piratas de Pittsburgh, Expos de Montreal, Marlins de Florida, Astros de Houston, Cachorros de Chicago, Gigantes de San Francisco y Mets de Nueva York.
Pero para Alou, como pelotero, ganar un campeonato con los Marlins de Florida fue lo más destacado.
“Ganar ese anillo fue lo mejor, sin lugar a dudas fue algo que disfruté en grande”, comentó Alou, quien contribuyó notablemente a esa corona de 1997, cuando tuvo una línea ofensiva de .321-.387-.714, junto a tres jonrones, nueve remolcadas y seis anotadas para derrotar a los Indios de Cleveland en siete partidos.
“El anillo es lo más importante que he disfrutado como pelotero, de verdad que sí”, agregó.
Pero en esa Serie Mundial, y a pesar de esa excepcional demostración ofensiva, el premio al Jugador Más Valioso fue a las manos del cubano Liván Hernández.
Alou dice que no haber ganado el premio nunca le robó ni una pizca de lo dulce a su título de campeón, aunque recordó que en un solo momento de su vida sintió que ese galardón le hizo falta.
“Pero recuerdo que una vez fui a buscar a (José) Rijo a su casa para salir a dar una vuelta, y ahí vi su trofeo de Jugador Más Valioso de la Serie Mundial (con los Rojos de Cincinnati en 1990) y ahí pensé que yo debí haber tenido el mío”, reveló.
Pero reconoce que eso no le ha quitado el sueño ni una vez en su vida, sino que se siente orgulloso de haber tenido la oportunidad de contribuir como lo hizo a esa corona.
Ser pelotero es bueno. A pesar de los múltiples sacrificios que implica el ser pelotero, incluyendo pasarse el año entero viajando y alejado de la familia.
“Ser pelotero es una bendición.. para mí no fue difícil (ser pelotero) porque gracias a Dios fui un jugador bueno, en mi peor año bateé .275. La verdad es que cuando uno tiene buenas temporadas, es divertido jugar”, dijo.
Y esa dedicación es lo que Alou dice que todo el mundo debe replicar si quiere tener éxito.