Morir de hambre debe ser la peor de todas formas de muerte

Morir de hambre debe ser la peor de todas  formas de muerte

La muerte es inexorable. Es la otra cara de la vida, pero los seres humanos tenemos una gran capacidad para guardar en un recóndito lugar de nuestro cerebro los malos recuerdos y ni siquiera detenernos a pensar en la muerte.
«Para morir solo hay que estar vivo» es una expresión común y a través de la historia hemos conocido las más diversas formas de morir. Desde las terribles epidemias que diezmaron la vida en ciudades enteras, las guerras devastadoras, los envenenamientos, la horca, la silla eléctrica, las inyecciones letales, el patíbulo, los homicidios, los suicidios que practican los que no quieren seguir viviendo y, más recientemente, la eutanasia.
Morir de inanición es también otra forma, a veces incitada por voluntad propia; la gente deja de comer y muere.
Desde tiempos remotos, respetar la vida es un principio fundamental, y en medicina, es necesario cuidarla y mantenerla en la mejor condición posible.
Las hambrunas, que por diversas formas han afectado a la humanidad, se incluyen entre esas formas de muerte. Debe ser un verdadero terror morir de hambre, ver cómo se pierden facultades cada día, delirar, languidecer y dejar de existir porque no se pudo ejercer ese derecho a la vida tan fundamental como es la alimentación.
En el siglo pasado fue conmovedor ver los niños famélicos de Etiopía y otros países africanos, donde morir por hambre es tan común, que las estadísticas globales los tienen como referentes.
De acuerdo con informaciones sobre este tema, en los primeros 15 años del presente siglo murieron por hambre unas 600 mil personas. Estas muertes se registraron en Kenia, Somalia, Yibuti y Etiopía.
La sequía y los daños a la agricultura son las causas de las muertes por hambre que cita la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El pasado martes, 25 de abril, la FAO, a través de su director general, José Graziano Da Silva, dio la voz de alerta: «si no hacemos nada, unos 20 millones de personas podrían morir de hambre en los próximos seis meses».
Esta alerta debió ser el titular principal de todos los periódicos del mundo, pero no, salió pequeñita en algunos diarios, es como si no nos importara para nada que 20 millones de almas comiencen a morir de la forma más cruel ante los ojos de un mundo de abundancia, donde la tecnología y el conocimiento nos han colocado en la cima.
El director de la FAO dijo también que la hambruna no solo cobrará vidas, sino que provocará inestabilidad social y política y la amenaza a perpetuidad de un ciclo de pobreza y dependencia de la ayuda.
22 países de todo el mundo afrontan graves crisis alimentarias por motivo de la sequía, las guerras y la indiferencia ante el dolor de nuestros semejantes.

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