Mortalidad materna isleña

Mortalidad materna isleña

Llenos de patriotismo fue como llegaron a Constanza en un avión, los expedicionarios del 14 de junio de 1959. Vinieron dispuestos a luchar contra la tiranía trujillista que por tres décadas oprimió al pueblo dominicano.
Cincuenta y ocho años más tarde planta sus pies en la sala de emergencia del hospital municipal Dr. Pedro Antonio Céspedes, una adulta joven de 32 años de edad, quejándose de dolor estomacal.
Entre sus antecedentes médicos se registra una hipertensión crónica, así como la historia obstétrica de cinco partos con un hijo sobreviviente de 13 años. Al examen físico se descubre que la paciente cursa con un embarazo de unas veinte semanas, sin adecuados chequeos prenatales, ni administración de toxoide tetánico, así como una tensión arterial con la elevada cifra de 220/120 milímetros de mercurio.
Mientras le administraban sulfato de magnesio, la enferma convulsionó repetidamente, interpretándose como una eclampsia. Observaron una parálisis corporal del lado izquierdo y una voz estropajosa, amén de la ausencia de latidos fetales.
Tres horas y media después la mujer es recibida en condición crítica en la unidad de cuidados intensivos del hospital regional universitario Dr. Luis Manuel Morillo King, ubicado en la ciudad de La Vega. La sonografía pélvica mostró un producto de 18.4 semanas con muy poco líquido amniótico. La tomografía de cráneo registró un infarto cerebral que ocupaba una gran parte del hemisferio derecho. A los dos días de hospitalización se notó sangrado uterino y evidencia de una infección, seguida de aborto espontáneo. Luego de la expulsión del feto y la placenta se realizó un legrado para completar la limpieza de la matriz. Tras una tormentosa evolución, el cuadro comatoso empeoró y al quinto día la enferma hizo una parada cardiorrespiratoria irreversible.
El cadáver de la occisa fue conducido al Instituto Nacional de Patología para fines de autopsia. En el examen post-mortem se encontró un trombo embolismo pulmonar masivo, siendo el evento causal terminal del deceso. Se evidenció un útero lleno de sangre coagulada que seguía por las venas útero-ováricas.
Estos hallazgos enmarcan el caso como una muerte materna por aborto séptico. Lo más llamativo fueron las lesiones descubiertas en el aparato cardiovascular. El corazón estaba agrandado y dilatado con una marcada estrechez, deformación y endurecimiento de la válvula mitral. Múltiples pequeñas vegetaciones observadas alrededor de orificio fibrosado completaban el diagnóstico de una valvulopatía reumática, causante del infarto cerebral.
En resumen, tenemos una multípara hipertensa, quien anidaba una valvulopatía mitral reumática no detectada, a lo que se le agregó un embarazo de alto riesgo, sin la debida atención primaria.
Carecemos de las informaciones sobre las enfermedades de la niñez de la fallecida en las que probablemente abunden episodios repetidos de infecciones de la garganta sin tratamiento alguno. A casi un siglo del descubrimiento de la penicilina resulta triste y doloroso descubrir en la mesa de autopsia las evitables secuelas de la fiebre reumática.
Tampoco sabemos las razones por las que murieron a destiempo cuatro de los cinco hijos de la fenecida. Para descifrar ese enigma y despejar otras incógnitas tendríamos que trasladarnos al lado oeste de la frontera, de donde era oriunda la desdichada, pues su esposo y compatriota, trabajador agrícola en la zona, no fue capaz de aportar esos datos.

Esta muerte debería contabilizarse en un nuevo renglón de Mortalidad materna isleña.

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