Muertes infantiles años 2012-2017

Muertes infantiles años 2012-2017

Haciendo uso de una herramienta útil en el ámbito epidemiológico, como son las estadísticas nacionales de morbilidad y mortalidad, observamos que la media de vida de los hombres ronda cerca de los 70 años, mientras que la de mujeres es de 71 años. Esa esperanza existencial dominicana se ve tronchada cada vez que echamos un vistazo a las asombrosas tablas de muertes infantiles.
De las 10,274 necropsias practicadas en el Instituto Nacional de Patología Dr. Sergio Sarita Valdez, notamos que 1,388 autopsias fueron realizadas en menores de 10 años de edad. De éstas, 793 correspondieron al sexo masculino y 593 al femenino. En dos casos no fue posible determinar el sexo. 1,075 exámenes post mortem resultaron ser muertes por enfermedades, equivalente a un 77%; en las restantes 313 autopsias, o sea el 23%, se evidenció un modo violento de fallecimiento.
Si examinamos de cerca las 1,075 defunciones naturales llama la atención que 550, digamos el 51% se debieron a infecciones; 200 fallecimientos fueron causados por anomalías congénitas, lo que representa un 19%. El nacimiento prematuro con inmadurez fetal fue responsable de 130 decesos, equivalente al 12%. El restante 18% de las muertes naturales se debió a fenómenos hemorrágicos, desnutrición, tumores, trastornos hereditarios y muerte súbita del infante.
Desglosando las 313 defunciones violentas tenemos que en 160 casos se comprobó una manera accidental y si a ello le agregamos los 84 casos de trauma probablemente accidental, haríamos un total de 244 fallecimientos, lo cual significa el 78%. Acá las asfixias por ahogamiento y por sofocación comprendieron la mayoría de estas muertes. La electrocución fue la tercera causa de modo accidental. Sólo se registraron 4 suicidios, todos debido a ahorcadura.
A pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo una verdad de Perogrullo aquello de que no hay nada malo que no tenga algo de bueno. En el caso que nos concierne observamos que el 51% de las muertes infantiles naturales se debieron a infecciones lo cual indica que podemos tratarlas, prevenirlas y fomentar condiciones de vida saludable para la madre y el hogar. La inmadurez fetal por prematuridad ofrece otra brecha para la prevención. Los fallecimientos accidentales también son evitables por lo que las autoridades sanitarias tienen varios frentes para la ofensiva de guerra tendente a reducir la mortalidad infantil. Si a ello le sumamos la educación de nuestras pre-adolescente a fin de impedir el embarazo en menores de edad, ayudaríamos de modo simultáneo a disminuir las muertes materno-infantiles.
Es mucho lo que las autopsias de casos maternos infantiles aportan para validar la certeza diagnóstica de causa básica de muerte junto a la cascada de complicaciones que conducen escalonadamente al deceso de infantes y madres en edades que distan mucho de la actual media de vida dominicana. La parte más difícil de manejo sería el diagnóstico temprano durante el embarazo de las anomalías congénitas y la consiguiente conducta terapéutica. Acá nos encontraríamos con serios escollos de tipo cultural, social, ético, religioso, legal, financiero y hasta político que dificultarían una toma de decisión médica oportuna y efectiva.
Mientras el hacha va y viene hagamos cuanto sea posible para ayudar a reducir la mortalidad infantil. Un paso importante ya se está dando, y es saber a ciencia cierta, de que se nos mueren los niños en la República Dominicana. El espacio para la acción efectiva sigue abierto.

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