Mujeres inteligentes

Mujeres inteligentes

Las mujeres son mucho más sensatas que los hombres. Solo hay que ver cómo reparte su salario una “empleada de oficina”. Las mujeres paren, crían niños, trabajan, cocinan, coquetean; el tiempo les alcanza para todo; lo mismo que el sueldo de cada mes. Deben pagar lo que es imprescindible para mantener una casa y, además, arreglarse el pelo, pintarse las uñas, hacerse algunos “tips”. La mujer, como puede comprobarse, es “multi-way”. Es capaz de atender varios asuntos a la vez sin perder el hilo de ninguno. También son más eficientes y responsables ante los problemas familiares, especialmente a la hora de cuidar enfermos.

Este tipo de asuntos no puede ocultarse tras el espeso cortinaje de nuestra educación machista. Las mujeres son más sensatas y responsables que los hombres, en República Dominicana y en todo el mundo. Es claro que más graciosas y bonitas también son, con cualquier ropa y aún sin ella. Hablo aquí de la mujer común y corriente, de esa que es ama de casa, eje de la familia, paño de lágrimas, etc. Pero hay otra clase de mujeres, dedicadas a labores antiguamente reservadas para hombres. Estas son “mujeres especiales”, en un sentido muy distinto del que se da a la expresión cuando se aplica a los niños “down”.
Por ejemplo, las mujeres escritoras. Tengo en mi mente a dos de ellas: Renata Adler, escritora norteamericana, nacida en Milán en 1938; y Dacia Maraini, nacida en 1936 en Florencia, son dos “viejas especiales”, admirables por su inteligencia y atrevimiento. A las dos les han dedicado reportajes periodísticos, en Barcelona y Bilbao, con motivo de la publicación de sus libros en España. Llegar con lucidez a los ochenta años o muy cerca de ellos, es un privilegio.
Dacia Maraini, amante fija de Alberto Moravia, sobrevivió a un campo de concentración en Japón, en los años 1943-1944. Era entonces una niña. Ahora nos dice: “¿hasta qué punto se puede admitir la tolerancia de la intolerancia?”. Opina que la identidad de los pueblos no puede detenerse o suprimirse. Pero debe “adecuarse” a los cambios históricos. Esta maravillosa mujer concluye: “el problema es cómo cambiar nuestra identidad sin perderla”. Con ochenta años, conserva gracia, sensatez e inteligencia.

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