FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Por cortesía de una pareja de televidentes-cibernautas, he recibido en mi dirección electrónica el texto de una conversación entre el profesor Derrick De Kerckhove y una periodista llamada Verónica Chiaravalli. La entrevista ha sido publicada por el diario La Nación de Buenos Aires. Derrick De Kerckhove es un «especialista en tecnología de la comunicación», nacido en Bélgica, ciudadano del Canadá; es doctor en lengua y literatura francesas por la Universidad de Toronto y doctor en sociología del arte por la Universidad de Tours. Ha escrito varios libros entre los cuales destacan: La piel de la cultura, 1995, Inteligencia conectada, 1997, y La arquitectura de la inteligencia, 2000. Derrick De Kerckhove considera que «los gobiernos son innecesarios y costosos», por cuyo motivo propone un gobierno electrónico.
Pero lo más importante del currículo profesional del señor De Kerckhove es haber sido discípulo del Marshall MacLuhan, con quien ha trabajado, en calidad de traductor y asistente, en el Centro de Cultura y Tecnología de la Universidad de Toronto. De Kerckhove ha continuado los estudios del autor de La galaxia de Gutenberg, especialmente «en el campo de la lingüística relacionada con la cibernética». Él espera que el mundo pueda «librarse de burocracias estatales corruptas o negligentes (con el consiguiente ahorro de energía y recursos financieros),… y el beneficio adicional de despojar a la política de su componente pasional».
Hace muchos años escribí un ensayo titulado El hombre como animal mitogénico, que forma parte de mi libro La feria de las ideas; en ese escrito se desarrolla el tema de la capacidad de fantasía que hay en el hombre, del enorme poder creador de su imaginación. Las visiones utópicas no desaparecen nunca del horizonte colectivo porque el hombre es un ente productor de mitos. Se ha dicho del «socialismo científico» de Marx que es un poco más utópico que el llamado socialismo utópico. Entre Carlos Fourier y Derrick De Kerckhove solo hay pequeñas diferencias; de grado algunas, otras accesorias; las más importantes son lingüísticas en el peor sentido del vocablo, esto es, puramente discursivas. Ambos personajes son utopistas empedernidos. Fourier propuso la edificación de falansterios, unas viviendas colectivas que no eliminaban la propiedad privada. Según Fourier, la falange es «la unidad social» que ocuparía un falansterio, donde «la vida se practicaría en común». Cada falansterio tendría la extensión de una legua cuadrada. Los beneficios comunales serian repartidos en doceavos: 5/12 al trabajo, 4/12 al capital y 3/12 al talento.
Es curioso que la palabra griega falange, con la que originalmente se designaba cierta unidad militar de la infantería antigua, haya dado nombre también a instalaciones comunitarias civiles, a movimientos políticos excluyentes. José Antonio Primo de Rivera fundó la Falange Española en 1933. El discurso en que «se trazo el esquema» del movimiento tuvo lugar -irónicamente- en el teatro de la Comedia de Madrid. El programa de José Antonio constaba de 26 puntos. Uno de ellos se refería a la «apremiante tarea colectiva de todos los españoles»; y como a ésta «habrán de plegarse inexorablemente los intereses de los individuos, de los grupos y de las clases». Otro punto señalaba: «toda conspiración contra esa unidad es repulsiva. Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos». El asunto terminó en sangrienta guerra civil, en una dictadura de cuarenta años. Ni Fourier ni José Antonio eran comunistas.
De Kerckhove tampoco es comunista. Afirma que las ideologías son perjudiciales; son «resabios» de los modos de participación política del siglo XX, totalmente «obsoletos» en el presente siglo XXI. No se necesitan los bloques ideológicos. Lo importante es que las ciudades esten limpias, que los servicios públicos funcionen bien, que los bancos sean confiables. A nadie debe importar si la administración electrónica es de izquierda o de derecha. El «gobierno ideológico» desperdicia el dinero de los contribuyentes en costosas «estructuras burocráticas». Piensa De Kerckhove que en las ciudades modernas llegaremos a segregar «ideas promedio», que serán valores y normas para todos.
El gobierno electrónico postulado por De Kerckhove no promulgará ni dictará decretos, como es viejísima costumbre; dispondrá que sea difundido a través de las redes informáticas un documento público: El e-goverment. No habrá reales cedulas, a la manera de la monarquía española del siglo XVI. Para saber lo que hay que hacer, o pagar o comprar, o creer o entender, no hay que salir de la casa. Con solo incorporar el software adecuado, usted se deja gobernar «a domicilio» desde su propia PC. No pregunta De Kerckhove quien controlará la red informática y redactará cada e-goverment. Ni siquiera si habrá hackers políticos que introduzcan virus que dañen los códigos y bases de datos del gobierno electrónico. Se trata de una «propuesta» nada soft y sí muy hard, mas dura que la de José Antonio Primo de Rivera. Nos remite mentalmente al filósofo Thomas Hobbes, egresado de la Universidad de Oxford, amigo de Galileo y de Descartes, hombre inteligente, culto, sabio. Hobbes «descubrió» el teorema de Pitágoras después de los cuarenta años; sufrió entonces una suerte de «espasmo de la racionalidad» del que no se recuperó jamás. Escribió en 1650 su famoso libro: Leviathan: la materia, forma y autoridad de un Estado eclesiástico y civil. Hobbes tomó ese nombre del monstruo bíblico que todo lo devora. El ideal del Estado en Hobbes es lo mas parecido a la dictadura de Oliverio Cromwell.
De Kerckhove reconoce que los pueblos pobres, sin «cultura informática», sin una poderosa clase media, no pueden gobernarse fácilmente a través de un sistema de servidores «conectivos». Con la mayor ingenuidad, y con enorme suma de conocimientos especializados, De Kerckhove nos convoca para que aceptemos la tiranía on line: el Leviathan multimediatico digital.