POR ÁNGELA PEÑA
Era un hombre de guerra que no sólo se entrenó en el exilio para combatir el régimen tiránico de Trujillo sino para enfrentar con las armas y el discurso acusador las demás dictaduras de América Latina. Desde que salió clandestinamente del país a los dieciocho años en un barco que diligenciaron los hermanos Canto, de San Pedro de Macorís, no cesó en denunciar ante los organismos de mayor influencia política del mundo, los crímenes y atropellos de la tiranía que comenzó a enfrentar desde niño, llevando y trayendo comprometedores mensajes y secretos documentos conspirativos.
Apenas concluyó el bachillerato en su natal Azua de Compostela, fue descubierto, delatado y perseguido por los agentes del trujillato. Puerto Rico fue su primer destino, luego pasaría a Nueva York donde debió emplearse como obrero de un hospital y, aunque se evadía por su condición de indocumentado, fue atrapado por autoridades de migración que le dieron la opción de enrolarse al ejército para no deportarlo. Así se hizo aviador y en esa condición debió ir al frente de batalla durante la Segunda Guerra Mundial.
Nueva York fue su campo de acción contra Trujillo, aunque en 1947 viajó a Cuba a entrenarse para la expedición de Cayo Confite, «cuando más de mil hombres bajo el mando del general Juan Rodríguez García y Rolando Masferrer fueron desarmados e internados en el Campamento Columbia, por el general Genovevo Pérez Dámera, jefe del Ejército Cubano», escribió Silfa, quien participó también en la Guerra Civil de Costa Rica, junto a José Figueres.
Silfa Canario se uniría a los expedicionarios de Constanza, Maimón y Estero Hondo del 14 de junio de 1959, pero al PRD, que ya dirigía, lo rechazaron, cuenta doña Lucy Hernández de Silfa, compañera de amores y luchas, igual víctima de traiciones e intrigas de un exilio que, refiere, llegó en un momento a olvidarse de que el enemigo a vencer era Trujillo «y se convirtió en una guerra: hubo una separación después que Fidel bajó de la Sierra, una pelea que no tenía razón de ser porque éramos todos dominicanos. Yo decía que la lucha era más entre los exiliados que contra Trujillo», afirma.
Lúcida, enérgica, aun combativa, conserva recuerdos y testimonios de aquellos años no sólo registrados en su mente activa sino en infinidad de fotografías, cartas, apuntes, notas, libros… Desde 1966, cuando Nicolás Silfa aceptó a Joaquín Balaguer el cargo de Secretario de Estado de Trabajo, comenzó a recibir embestidas de sus mismos compañeros de Partido, del que fue expulsado por esta decisión, pero al que retornó mucho antes de morir el uno de agosto de 1993 justo en una manifestación perredeísta donde fue sorprendido por un ataque cardíaco cuando se preparaba a acompañar en la tribuna al doctor José Francisco Peña Gómez.
«Fue quizá mal comprendido. Recuerdo las peleas que tenía con Miolán, porque nunca Nicolás anduvo con chanchullos. Si te digo las cosas que hacían los exiliados y las mentiras que hablaban, a veces pienso si valió la pena tantos sacrificios», comenta.
Una calle de Alma Rosa lleva el nombre de Nicolás Silfa Canario y doña Lucy lamenta que ni los moradores de la vía saben quien fue su esposo «y el PRD, que fue donde dio todo lo que tenía, por el país, Miolán dice que se fue a la semana por miedo, pero si había una persona que sabía de la lucha de Nicolás, era Miolán. Nunca visité la casa de Miolán, nunca fui a Cuba ni tampoco comí en la casa de Miolán, pero él vivió y comió en la mía, no es por sacar en cara, pero cuando tu vives con alguien, lo conoces mejor».
Silfa, que fundó tras su salida del PRD, el Partido Revolucionario Dominicano Auténtico, se había disgustado con Juan Bosch, antes de que éste fuera Presidente de la República, por unas supuestas negociaciones del líder con los norteamericanos para que Ramfis Trujillo permaneciera en el país tras el ajusticiamiento de su padre, según el relato de la señora. «Ramfis había sido el secretario de las Fuerzas Armadas, estaba intacto todo ese ejército y era mejor controlar a los dominicanos a través de Ramfis que de cualquier novato que viniera del exilio. Entre Bosch y Miolán decidieron aceptar eso sin ni siquiera consultar con más nadie. Nos opusimos y de ahí viene todo el problema».
Aun así, Silfa regresó a la República el cinco de julio de 1961 junto a Miolán y Ramón Castillo, y se dedicó a formar el PRD en el país. «Nosotros organizamos todo el Sur, desde Bani», manifiesta doña Lucy. Ninguna función, empero, le fue ofrecida en el gobierno de Bosch por lo que la pareja y su hijo vivieron una vida prácticamente de miseria. La dama debió volver a trabajar en Nueva York. En 1978, ya afectado de problemas del corazón, don Antonio Guzmán nombró a Silfa cónsul en Barcelona, «y entonces pudimos comer», exclama. De allí regresó «enfermo, casi muriéndose», pero con tres tomos publicados de su libro más conocido: «Guerra, traición y exilio».
El exilio
Mientras era atacado en la prensa trujillista por su activismo en Nueva York, y su hijo Nicolás víctima de dos intentos de secuestro para amedrentar al decidido padre, don Nicolás y doña Lucy eran reconocidos por todos los exiliados de las trece dictaduras existentes en Latinoamericana por sus convocatorias a piquetes y protestas en el Congreso, la Casa Blanca, las Naciones Unidas, las embajadas, las calles, y por sus relaciones con líderes y gobernantes demócratas del Continente, como Víctor Raúl Haya de la Torre, Rómulo Betancourt, Ramón Villeda Morales, Prío Socarrás, Edilberto Moreno, dirigente de Acción Democrática Venezolana; Carlos Odiaga, del Partido Aprista Peruano; José Figueres, Norman Thomas, candidato a la presidencia de Estados Unidos, entre otros, de quienes obtuvieron apoyo moral, económico y político.
Allí conoció la pareja a uno de los hombres más ricos de Rumanía, Sacha Volman, quien se unió con entusiasmo a la causa dominicana y los acercó a prestigiosas personalidades. Fue quien logró con el presidente Kennedy que se quitara el impedimento de entrada de Juan Bosch a Estados Unidos, acusado injustamente del tráfico de ciudadanos chinos que desde Cuba sostenía, según el relato de doña Lucy, un individuo apellido Murphy piloto del avión cedido por José Figueres para Cayo Confite. «Eran él, y dos dominicanos, uno apellido Guerrero, como no había con qué pagarle, se le dio el avión y ellos ganaron un dineral con ese negocio. Al agarrarlo, él confesó que el avión se lo había dado Juan Bosch. No culpo a Juan, lo culpo de muchísimas cosas, pero de esa no», expresa.
Silfa Canario congregó en Nueva York a los primeros exiliados contra el trujillato: «Emilio Morel, Carlos Guillén, Héctor Mateo, Pablo Bueno, Caonabo Lora, Roques Martínez, Sanabia, Persio Franco, Carlos Félix, Gastón Espinal, su esposa Ana Hernández de Espinal y sus hijos Edmundo y Emmanuel, Fellito y Rafael Simó, José Hernández». Luego se les unirían Tulio Arvelo, José Espaillat, Juancito Rodríguez, Miguel Ángel Ramírez, Cuello, Horacio Julio Ornes y otros. Su casa, en la 97 y Broadway, era el local del PRD, el hogar del exiliado y de visita de figuras como Fidel Castro, previo a la Revolución. Fue también el punto de partida de sus mítines y protestas, como las movilizaciones por los asesinatos de Andrés Requena y los secuestros de Murphy y Jesús de Galíndez. También publicaban un periódico: El Dominicano Libre.
Enterado Trujillo de las operaciones de Silfa, sus acólitos escribían en 1960, en El Caribe: «Nicolás Silfa es un aventurero. Es sencillamente un malandrín… Ha estado mezclado en todas las confabulaciones contra nuestra Patria. Ha hablado mentiras, ha dicho insolencias, ha escandalizado… Es ahora jefe de un llamado Partido Revolucionario Dominicano que no es partido, ni revolucionario ni dominicano. En esa calidad ha escrito una carta al presidente Kennedy, agresiva, insultante y mentirosa, tratando de perjudicar a la República Dominicana…».
Además de su labor política, Silfa sostuvo en Estados Unidos un negocio de importación y exportación, luego él y su esposa fueron vendedores ambulantes. Doña Lucy cuidaba niños. La fiel compañera resalta su sensibilidad social, su inteligencia natural, sus inquietudes profesionales. En Estados Unidos Silfa estudió inglés y se graduó licenciado en Ciencias Sociales. «Abrazó una causa que él entendía era para el bien de la Patria. Dio todo lo que pudo y tuvo por la liberación del pueblo dominicano», aseveró.
Nicolás Silfa nació el doce de junio de 1915, hijo de Oscar Silfa y Caonabo Canario. De su primer matrimonio con una dama cubana es su primogénito Raymond. Con doña Lucy procreó a Nicolás (Nicky).
La Nicolás Silfa Canario, es la antigua Calle 12, de Alma Rosa. Fue designada con ese nombre en 1997. Nace en la carretera de Mendoza y muere en la San Vicente de Paúl.