No deje de aprender

No deje de aprender

JOSÉ ALFREDO PRIDA BUSTO
¡Póngase las pilas! ¡No deje de trabajar en ésto! Tenemos que revisar nuestros conocimientos. Me refiero a una de las primeras habilidades que adquirimos: el uso del lenguaje. En cada país, con sus tipismos, éste permite que las personas se entiendan entre sí. Ahora bien, en los tiempos que corren, nosotros corremos el riesgo de no entender un carajo en una conversación cualquiera que tratemos de mantener con uno cualquiera de nuestros coterráneos. Hay que aprender a hablar de nuevo.

El fenómeno no es reciente. Se viene dando desde hace tiempo. Vivimos en un nuevo mundo donde, gracias a la famosa globalización, hija de la tecnología, las culturas se ponen en contacto unas con otras con una facilidad asombrosa. En ese enorme crisol de razas y costumbres que es el globo terráqueo actualmente, las cosas van cambiando a un ritmo sorprendente. Una de esas cosas es el lenguaje. Y permítaseme decir que lo del antiguo «espanglish» en su forma tradicional más pura es una tontería, comprando con lo de ahora

Las influencias más grandes que recibimos nosotros hasta el momento, vienen, por un lado de Estados Unidos con su avanzada tecnología y su gran influencia en el área y, por otro, de los programas de televisión de países latinoamericanos: Méjico, Venezuela y Argentina. Antes eran sólo los llamados «enlatados», que se siguen transmitiendo por emisoras locales. Desde hace un tiempo son, además, los canales de televisión por cable.

La tecnología hace que continuamente se acuñen términos nuevos, usualmente en inglés, sin equivalentes en otros idiomas. Y no vea usted la cantidad de veces que hoy en día «seteamos» prácticamente cualquier cosa que consideremos amerita el uso del término: computadoras, electrodomésticos y hasta programas de actividades: «No te apures, Fulano, que »toy seteao pa»la fiesta».

Y el «chateo» por computadora es lo máximo. En las continuas sesiones que se llevan a cabo a cualquier hora en cualquier parte del mundo, se está creando todo un vocabulario nuevo. La idea es tratar de sustituir con palabras y símbolos las emociones, gestos y sonidos, que reflejaría el rostro, asombro o risa, durante la sesión de chat.

Por otra parte, parece que se nos hace más cómodo castellanizar las palabras que traducirlas. De ese modo oímos cosas frente a las que ya no sabemos cómo reaccionar. Hay una tienda que anuncia lencería como «lingería» por su nombre en inglés.

Esta costumbre, hace además que a veces usemos palabras en español con el significado de una palabra muy parecida en inglés. Se suele hacer referencia a ellas como «falsos amigos», ya que pueden ser utilizadas de forma incorrecta. Por ejemplo, la palabra «eventual» se escribe exactamente igual en los dos idiomas. Sin embargo, no significa lo mismo en ambos.

A los «enlatados», les debemos la sustitución de viejos términos nuestros por otros que parece que encontramos más simpáticos o que pensamos que expresan mejor lo que queremos decir. Hoy en día, a la gente no se le olvidan las cosas, se le chispotean. Al mal olor ya no se le dedica el clásico ¡fo! de antaño con su carácter exorcista del aroma ofensivo, ahora se dice guácala, aunque poniendo la misma cara feísima.

Antes «lo» pasábamos bien o mal, ahora «la» pasamos de igual modo. No sé si es que antes la gente se refería al tiempo en general independientemente de la actividad y ahora la referencia es a la mañana, la tarde, la noche o la fiesta. Hace tiempo, se usaba el término cónchole o concho, como expresión de sorpresa, fastidio, susto o enojo, entre otras, ahora se utiliza el cónclave, pero sin el equivalente abreviado.

Por último, hay una serie de neologismos cuyo origen no se ha podido determinar con exactitud. En algunos casos se cree que provienen de ambientes de moderna gerencia por objetivos donde el vocabulario adecuado puede hacer una gran diferencia con fines de exhibir preparación y, por ende, ascender. Por ejemplo, las cuentas o los certificados bancarios ya no se abren, se «aperturan». Y, como ellos, casi todo lo que pase por el proceso de ser o quedar abierto, como exposiciones, seminarios, etc. Es curioso, pero hasta el momento no se ha oído que se «aperture» una puerta o una ventana. Parece que hay distinción en cuanto a qué es lo que se abre. ¡Atención académicos del siglo 21!

En fin. Adaptarse o morir. Porque luchar por el purismo de las costumbres, en todos sentidos, cada día se hace más difícil. Ese inconformismo no es el inconformismo nuevo de las modernas corrientes de superación personal como la del señor aquel al que alguien le desapareció el queso. Y se corre el riesgo de que al inconformista tradicional lo vean como un monstruo antediluviano. O dinosaurio, como les gusta decir a los políticos. Pero en este caso, de la cultura.

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