No es culpa de las encuestas

No es culpa de las encuestas

Este artículo se refiere a encuestas realizadas con una metodología científica en cuatro aspectos esenciales: la selección de la muestra de personas a entrevistar, la formulación de preguntas, la forma de recolección de información, y el procesamiento de datos.

Si una compañía encuestadora se rige por estándares metodológicos y estadísticos adecuados, los datos que mostrará estarán ajustados a la realidad dentro del marco de error estipulado. Nada humano, sin embargo, es perfecto; por eso, las encuestas reflejan probabilidades; presentan datos sobre el pensar y actuar de la gente que merecen ser conocidos, nos gusten o no.

Varios de los principales medios de comunicación del país tienen ya la tradición de realizar encuestas políticas. Las más notables son la Gallup-HOY para el periódico HOY; la Penn, Schoen&Berland para Noticias SIN, y la Greenberg para Diario Libre. Independientemente de las inclinaciones ideológicas de estos medios, su credibilidad está en juego al revelar datos. Es decir, no se trata de encuestas que nadie sabe quién paga; sino de medios de comunicación que se presentan cada día ante la ciudadanía.

En el caso de las intenciones de votos, las encuestas tienen además un horizonte mortal de comprobación empírica: las elecciones. Como se ha hecho en años recientes, después de ese día se publica qué encuestadoras se acercaron o distanciaron de las votaciones.

Se sabe muy bien que las preferencias electorales son cambiantes en el tiempo; a veces cambian mucho y a veces poco. En ese proceso, las encuestas científicas tienen dos funciones importantes. La primera es mostrar con información empírica lo que la población siente y piensa en un determinado momento. La segunda es extrapolar. Por ejemplo, cuando se pregunta a los encuestados por quién van a votar, además de conocer el presente, se proyectan posibles efectos hacia el futuro, aunque se sabe bien que las preferencias pueden variar.

Esta información incide, sin lugar a dudas, en el devenir de los acontecimientos. Por ejemplo, para los danilistas ha sido muy importante en sus aprestos reeleccionistas que las encuestas de tres medios de comunicación importantes del país hayan dado una intención de votos tan alta a favor de Danilo Medina.

Los políticos afectados negativamente con los datos podrían plantear que esas encuestas se conjugaron para apoyar a Medina. Pero si ese fuera el objetivo, no habría que realizar encuestas. Podrían anunciar datos falsos o impulsar una agenda mediática por otras vías para la consecución de sus fines.

La sociedad dominicana ha vivido por muchos años de engaños, y de ser tantos vive en un péndulo de excesiva incredulidad y excesiva confianza, porque no encuentra puntos de certeza por dónde anclar sus opiniones.

Desprestigiar encuestas como las de esos tres medios que tienen una trayectoria de certeza probada en la predicción de asuntos electorales, me parece inadecuado de parte de algunos políticos y sus voceros.

Los políticos impopulares no van a mejorar su posición desprestigiando encuestas, sino trabajando mejor. Sólo así podrán alcanzar sus objetivos si es que buscan llegar al poder.

Dos puntos finales. Uno, el mercado político genera muchas encuestas que no son creíbles porque se realizan sin estándares de calidad, o porque su objetivo es distorsionar la realidad a conveniencia. El público debe desestimarlas. Dos, aún encuestas que cumplen con estándares de calidad pueden en algunas ocasiones (no muchas) equivocarse en sus datos y predicciones porque las actitudes y acciones de los seres humanos tienen un grado inevitable de imprevisibilidad.

Que algunos candidatos y pre-candidatos estén arriba y otros abajo en las preferencias no es culpa de las encuestas.

 

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