No imitemos el estilo haitiano

No imitemos el estilo haitiano

El acoso de dominicanos contra haitianos indocumentados, como ha estado ocurriendo en Hatillo Palma, Montecristi, es una forma indebida de hacer justicia que debe cesar inmediatamente. La Justicia tiene los medios idóneos para perseguir y castigar a los haitianos que violaron a una mujer dominicana en esa demarcación o que hayan cometido cualquier otro delito. Y el Gobierno está utilizando procedimientos legales, propios de sus derechos de soberanía, para repatriar a aquellos que no calificaron en el Plan Nacional de Regularización.

Tampoco es pertinente que los transportistas dominicanos bloqueen el paso de los vehículos haitianos por la frontera, en represalia porque el Gobierno de Haití no les garantiza seguridad cuando acuden a ese país a llevar mercancías. A los dominicanos no nos queda bien imitar los actos incivilizados a que ha recurrido el Gobierno haitiano para tratar de perjudicar y desacreditar a la República Dominicana.

Nuestras autoridades militares y policiales están protegiendo la seguridad de los haitianos bajo asedio. Es lo que corresponde hacer cuando surgen actitudes de represalia como las de Hatillo Palma. Esperamos que el Gobierno haitiano recobre la sensatez y dispense a los transportistas y a otros dominicanos en territorio haitiano, la protección institucional que corresponde.

Rejas, delito y complicidades

El decomiso en la cárcel de La Victoria de drogas, celulares y tarjetas de crédito clonadas, entre otras cosas, es un indicador más de que los barrotes de la prisión no son suficientes para contener la voluntad delictiva y mucho menos las complicidades que la hacen posible desde el penal. En este país es común que delincuentes dirijan desde la cárcel las operaciones criminales de sus bandas en las calles, que surjan negocios de drogas y alcohol y que se cometan otras barbaridades.

Por eso no extraña que en el penal de La Victoria ocurriera el hallazgo de que ha dado cuenta la Policía. Si coinciden en el recinto la voluntad delictiva y el proceder indecoroso de la autoridad que sirve de cómplice, no habrá rejas que puedan contener la multiplicación de la delincuencia. Y así nos ufanamos del modelo carcelario.

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