No solo oír, sino también exponer

No solo oír, sino también exponer

El Presidente Danilo Medina tiene la virtud de escuchar las inquietudes de los gobernados. Sin embargo, a esa cualidad de estadista le ha aparejado un contrapeso de silencio que le resta lustre a su estilo de mando. Un Presidente no solo debe escuchar lo que piensan sus súbditos, sino que debe sentirse comprometido a comunicarle a su pueblo sus ideas, el fundamento de sus grandes decisiones. La comunicación con su gente debe ser para un estadista una herramienta irreemplazable, indelegable.

A propósito de situaciones relevantes, como es el caso, el país tiene derecho a saber por qué se ha decidido hacer cambios institucionales de envergadura para volver a permitir lo que antes se prohibió. Pero el Presidente no ha hablado del asunto. Ha dejado que la gente intuya, suponga, haga conjeturas y siga ignorando los porqué de decisiones tan importantes, pese a que ha debido informarlo con el mismo entusiasmo que, por ejemplo, detalló en su momento su posición sobre el contrato Barrick Gold.

Los periodistas que cubren las informaciones de la Presidencia no han tenido, en mucho tiempo, oportunidad de un cara a cara con el Presidente para hablar de cosas que el país tiene derecho a saber. El Presidente, de vez en cuando, debe echar a un lado el complemento de silencio que le ha aparejado a su elogiado don de escuchar a la gente.

Hay que castigar molestias al 9-1-1

El Sistema Nacional de Atención a Emergencias y Seguridad (9-1-1) es uno de los instrumentos de asistencia rápida más valiosos que hemos conquistado como sociedad, pero gente incivilizada y perversa ocupa sus líneas para bromas de mal gusto y falsas alarmas. Tan grave es la situación, que en su primer año, el 9-1-1 atendió 235,565 eventos de urgencia, pero en el mismo lapso recibió 4,252,942 llamadas necias, lo que equivale a 18 falsas alarmas por cada caso veraz.
Es necesario que los ciudadanos cobren conciencia del daño que hacen cuando ocupan las líneas del 9-1-1 para bromas y falsas alarmas. Pero mientras nos civilizamos, es necesario que las autoridades impongan sanciones drásticas para aplicarlas a quienes sean sorprendidos en esta práctica malsana y perversa.

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