“NOS MATARON A MANOLO, a todos los compañeros, a Rubén…”

“NOS MATARON A MANOLO, a todos los compañeros, a Rubén…”

La afirmación es de Rafael Báez Pérez (Cucullo), actor de esa jornada, aunque su participación no estuvo en las montañas sino en el apoyo urbano. Recuerda la carta que Benjamín Ramos envió a Tavárez aconsejándole que desistiera, pues él era la única reserva para el movimiento libertario, y comenta: “Yo veía el fracaso”.
Pero leal al líder, aceptó su misión y trabajó en Santo Domingo y Santiago, donde su inseparable amigo Virgilio Perdomo tenía la misma responsabilidad que él en el Distrito Nacional.
Expresa singular admiración por Manolo. Lo conocía desde La 40, al igual que a su esposa Minerva, que lo deslumbró el día que se presentó al patio de la prisión en visita a su marido y a sus compañeros.
“Cuando entró, hasta los guardias de Trujillo le rindieron pleitesía y a nosotros nos inyectó esa fuerza patriótica, aquella mujer imponente, alta, con esas características y condiciones de liderazgo”, exclama.
Después la dama pasó a verlo por Santiago y al no encontrarlo le dejó una nota invitándolo a seguir con fuerza en la lucha porque “ellos estaban activos dando continuidad al movimiento”. Narra que la escuchaba cantar en la penitenciaría de La Victoria.
Pero su relación con Manolo fue estrecha y se prolongó hasta que al revolucionario lo asesinaron en Manaclas.
Previo al alzamiento, Cucullo estaba conectándolo con el pueblo y el combatiente murió con el deseo de hacer un hábito de esos encuentros. “Logré que fuera a los barrios, lo llevé a un patio en Villa Consuelo a una reunión con miembros del partido de ese sector. Se impresionó y me pidió: organízame muchos actos de este tipo. Pero ahí se produjo el Golpe de Estado” contra Juan Bosch.
Báez Pérez pasó a la clandestinidad durante el Gobierno del Triunvirato pero el ocultamiento no detuvo su activismo. Conociendo las simpatías que despierta su temperamento, Manolo lo designó encargado de las masas urbanas mientras él peleaba en la loma.
“No se hizo mucho, no teníamos recursos. Preparamos unas bombitas para ponerlas en el play, en organismos oficiales. Yo me metí a los baños de Minería y de Industria y Comercio con pólvora y le mandé a Eugenio Perdomo a Santiago, para luego reunirme con él”.
Lamenta el final que siempre presintió: “Nos mataron a Manolo, a todos los compañeros, a Rubén…”. Se refiere a Rubén Díaz Moreno, más que camarada, hermano que compartió con él la prisión, la habitación donde vivían en la Capital, los estudios universitarios, la lucha política. Tan entrañable era su amistad que Cucullo bautizó como Rubén a su único hijo.
Manolo, comenta, “era muy inteligente, sociable, solidario. Aunque era hijo de burgueses tenía muy buenas relaciones con la gente del pueblo”.
Reitera que a pesar de que en un principio estuvo de acuerdo con la guerrilla, “en el proceso no vi perspectiva de victoria, estábamos condenados al fracaso pero ya Manolo y los demás estaban arriba”.
“No debimos haber perdido a Manolo. Cumplió un papel, se sacrificó… Ahora es muy fácil enjuiciarlo en ese momento histórico”.
Pasado este suceso, la agrupación inició su recomposición y Cucullo fue incorporado a la dirección, que creó tres comisiones, a él le asignaron las zonas de San Francisco de Macorís, Santiago y Salcedo, acompañado de Aniana Vargas. “Se fueron desarrollando tendencias y comenzó un proceso por la libertad, reivindicativo y político”, manifiesta.
Luego se produjeron luchas internas, división, surgieron “transformistas” y “no transformistas” y Cucullo se integró a los últimos. “Los Transformistas querían convertir el 1J4 en una fuerza de la clase obrera y nosotros entendíamos que el partido no tenía condiciones para ser la vanguardia de ese movimiento, su estructura estaba muy diezmada aunque en el proceso de lucha contra el Golpe de Estado participamos activamente”.
Pero “estábamos centrados en el fracaso de la guerrilla, por eso no estábamos en la conspiración contra el Triunvirato”, explica.
Esa fue la razón por la que él, y otros, “optamos por renunciar e irnos al Movimiento Popular Dominicano”. Entró como “simpatizante” junto a Rafael (Fafa) Taveras, Pedro Bonilla, Norge Botello, Julio de Peña Valdez…
“Las tumbas vivas”. Cucullo, uno de los izquierdistas más íntegros, conjuga la alegría con el relato de vivencias peligrosas, amargas, tristes. La charla tiene el encanto de ser historia política narrada con especial gracia. Más que un soldado de esas fieras batallas, en ocasiones se asemeja a un humorista aunque su biografía es tan seria como haber sobrevivido a persecuciones, allanamientos, cárcel y a la inevitable caída de tantos inolvidables compañeros.
Viajó a las “tumbas vivas”, como llamaban a los sitios donde se ocultaban para adoctrinar campesinos. Henry Segarra y Fafa Taveras fueron sus pasajeros en una travesía a San Juan de la Maguana donde se pondría en práctica la consigna “Lo mejor al campo”. Manfredo Casado esperaba a Fafa que llegaría en un vehículo “del ingeniero Mustafá”, conducido por el valiente Cucullo, quien cumplió su cometido pero al regreso lo atraparon en el cruce de Ocoa y lo trasladaron en un jeep a una oscura cañada.
“Creí que me iban a matar”. Contó siempre con habilidades para encontrar argumentos que lo libraban de la muerte. Esta vez habló con un “teniente Perelló” y lo convenció de que no portaba armas, sino libros…” que había olvidado Fafa”, acota.
Realizaba con pasión el trabajo rural. Expresa que “se ganaron” a los campesinos con los que era “más fácil organizar una guerrilla” y enfatiza que “esa fue una de las fallas del alzamiento de Manolo: no había la base social, rural suficiente”.
Entre huelgas, clandestinidad, captura, transcurrieron sus años en el MPD. Organizó paros desde La Victoria, logró apoyo de los presos comunes y fue de los artífices de las famosas huelgas de hambre de los represivos 12 Años de Balaguer. Luis Sosa, Faruk Miguel Castillo, Amaury Germán Aristy, Lorenzo Vargas (El Sombrerero), Onelio Espaillat, Moisés Blanco Genao, Julio de Peña Valdez, Edgar Erickson, le acompañaron en una de 17 y otra de 47 días que consumieron su anatomía pero no su temple de guerrero.
En muchas de sus arriesgadas acciones se dijo: “De aquí no salgo”. Por eso, tras cada relato que lo coloca al borde de la tumba recobra vida la expresión de su pariente Juan Tomás Díaz a su hermana Gracita, la primera vez que encerraron a Báez durante la tiranía: “Tu Cucullito ta preso por comunista”.

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