Nos mienten, pero no nos engañan

Nos mienten, pero no nos engañan

En el curso de la campaña electoral el candidato Danilo Medina anduvo todo el país cargado de promesas y repartiendo esperanzas con la dulzura de un enamorado dispuesto a engañar a la enamorada, porque de todo hay en el reino del Señor.

El doctor Joaquín Balaguer representó a nuestro país, como embajador en Ecuador, durante una de las presidencias del doctor José María Velasco Ibarra, tribuno que decía que para ganar unas elecciones en el ombligo del mundo sólo bastaba con que le facilitaran un balcón. Eran los tiempos del comienzo de la politiquería y a él le bastaba con que le prestaran la cancha, su palabra almibarada y engañosa hacía el resto.

Danilo anduvo con un saco de promesas, con una caja de Pandora, que fue destapando en cada lugar, en cada discurso en cada ocasión. Parecía tener planes y programas bien estudiados y elaborados para cualquiera de las situaciones que afrontábamos y las que debíamos afrontar en el futuro inmediato.

Pese a que a su gobierno, presidido por Leonel Fernández, poco le faltó para apresar a Hamlet Hermann porque pintó la verja de su casa con el amarillo empleado para demandar el 4 X 100 del presupuesto nacional para la educación, Danilo tomó esa propuesta para airearla y hacerla suya, aunque el tiempo ha puesto en evidencia que él y su equipo no tenían la más remota idea de la dimensión del asunto.

En la década de 1970 los peledeístas fueron capaces de alfabetizar nicaragüenses, pero en 12 años de gobierno no pusieron en ejecución un plan de alfabetización, que hasta Trujillo tuvo el suyo, iniciado en 1955.
Desde la campaña y en el tiempo de la transición debieron identificar los lugares donde iniciarían la construcción de las aulas necesarias. Asimismo debieron prever la falta de espacio para ubicar comedores para las escuelas de tandas corridas.
No hablemos del precio de los colegios privados, del cambio anual de los libros de texto y de la falta de capacitación para maestros que, en muchos casos, no saben dónde tienen las narices.

No había tales planes. Los planes eran fuegos fatuos verbales. Se jugó a la mentira, la demagogia y el olvido.

Por eso es que dicen que no es lo mismo llamar al demonio que verlo llegar. ¿Eh Danilo?

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