Budapest. EFE.- Un complicado sistema que usa la tecnología GPS, sensores, ordenadores y un sistema de análisis colocado en la “nube” de Internet es la más reciente arma que los viticultores tienen a su disposición para luchar contra las plagas, reducir el usos de fertilizantes y ahorrar dinero y tiempo.
SmartVineyard es el nombre del método desarrollado por ingenieros y químicos en Hungría para combatir las enfermedades que afectan a la uva y que pueden llegar a causar pérdidas de hasta el 50 por ciento de la cosecha.
El sistema consiste en la instalación en la viña de dispositivos del tamaño de un ordenador y provistos de receptores que registran y analizan todas las condiciones geográficas y climáticas en una superficie de hasta diez hectáreas cada uno.
Los sensores captan la humedad, las horas de sol, la temperatura, la cantidad de agua en las tierras e incluso la orientación del terreno o el contenido de minerales en el suelo, para hacer un estudio del tratamiento que necesita la uva en cada sector del viñedo.
Los datos suben automáticamente a una nube en Internet, donde son analizados para diagnosticar cuándo es recomendable fertilizar y con qué producto, de entre toda la base de datos de químicos autorizados por la Unión Europea (UE).
“La clave es saber cuándo fertilizar y con qué”, cuenta en declaraciones a Efe Csaba Árendás, presidente de la empresa SmartVineyard, creadora de este sistema.
En el año 2010, las malas condiciones climáticas en Europa del Este favorecieron la extensión de la llamada “podredumbre negra”, un hongo que ataca las hojas y otros órganos verdes de la vid, y que afectó al 60 por ciento de la fruta.
Los creadores de SmartVineyard afirman que su sistema se puede reducir la pérdida de uva por plagas desde 15 por ciento de media anual hasta un 10 por ciento, aunque su eficacia se manifiesta principalmente en años en los que las condiciones del clima son más propicias a la aparición de plagas.
Por otra parte, más allá del coste que causa la pérdida de vides, el uso exagerado de fertilizantes tiene también efectos negativos al medio ambiente.
Otra ventaja es el ahorro de combustibles ya que el sistema puede establecer si la cantidad de barro en la viña permite meter las máquinas para tareas de fumigación.
“Este ahorro en sí ya compensa los gastos relacionados con la instalación”, asegura Arendás.
Pese a lo complicado del sistema y a que se usan complicados algoritmos y métodos de análisis de datos, la participación y el conocimiento de los viticultores sigue siendo esencial.
“Esto es un apoyo para las decisiones de los productores”, subraya el director. Arendás insiste que la colaboración de los productores es esencial, ya que deben registrar las formas de cultivo y los métodos de trabajo que usa, para que esa información pueda combinarse con los datos registrados por los equipos electrónicos.
“No se trata de que los productores, después de instalar los aparatos, no tengan que hacer nada más, solo esperar que la uva crezca sin problemas”, recalca.
El sistema de SmartVineyard tiene una aplicación muy especial cuando se trata del vino húngaro más famosos, el Tokaji.
En ese caso, el propósito no es solo evitar la aparición de la plaga, sino controlar el grado de expansión del hongo Botrytis que da al vino el dulzor que le caracteriza.
De esta forma, SmartVineyard detecta cuando la infección de esta “podredumbre noble” ha llegado a su momento óptimo para poder cosechar.
La empresa está aún en fase de crecimiento y busca inversores, pero cuenta ya con unos 150 sistemas instalados, la mayoría en Hungría, pero también en otros países europeos, en Estados Unidos y hasta en Chile.
Según Árendás, se está negociando la instalación del sistema en viñedos españoles.
Los sensores y receptores son alquilados por los viticultores y la empresa los sustituye cada dos o tres años y asegura las actualizaciones del software.
La idea fue elegida en 2013 entre los 8 mejores proyectos de los 20.000 que se presentaron en la competición Intel Global Challenge, celebrada en la Universidad Berkeley, en California.