Nuestra gran preocupación

Nuestra gran preocupación

En este país, pobre pero de economía robusta, hay fortunas que despiertan suspicacia por haber sido acumuladas de la noche a la mañana. Hay formas de bienestar que resultan ofensivas, por estar sustentadas en actividades de dudosa pulcritud. Una de las peores formas de corrupción es la doble moral de algunos individuos y grupos que predican honestidad pero obstruyen cualquier intento legal y legítimo por despejar las suspicacias sobre la moralidad de algunas actuaciones.

Desde hace mucho tiempo, y cada vez con más fuerza, se nos echa en cara, desde dentro como desde fuera, que somos un país altamente corrupto, que son comunes el soborno y la evasión, que el desorden en la jurisdicción inmobiliaria impide definir el estatus de muchas propiedades, y cosas por el estilo. Y muchas auditorías hechas para detectar posible corrupción han ido a parar a las gavetas, sin que la justicia pueda decir si hay o no lugar para persecución.

El país tiene que sacudirse esas características que hablan tan mal de nosotros. Tenemos que recuperar la confianza en nosotros mismos. La única manera de lograrlo es permitiendo que la autoridad competente lleve sus investigaciones a través de los medios institucionales del Derecho y que sean los jueces quienes determinen culpabilidad o inocencia.

DEMOS UN PASO POR LA FAMILIA

Muchos de nuestros grandes males empiezan en la familia. Cuando la cohesión se resquebraja y el individualismo toma las riendas, cuando la irresponsabilidad de los padres deja a los hijos a merced de la calle, nada de lo que ocurra después podría estar adornado de las virtudes del amor fraterno. Las cifras de delincuencia y criminalidad que tenemos, con la violencia intrafamiliar a la cabeza, son el resultado del desmoronamiento de muchos hogares.

En estos tiempos de crisis moral es bueno que retomemos la filosofía del amor por la familia. La Iglesia Católica ha convocado para el 23 de este mes a una caminata que tiene el propósito de inspirar meditación sobre los valores familiares que debemos rescatar. Sumarnos a esa caminata es un paso importante hacia el reencuentro fraterno. Es crucial en estos tiempos que pongamos en agenda restaurar el componente básico del tejido social.

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