Nuestro desorden de cada día

Nuestro desorden de cada día

El caos, la desorganización o como quiera llamársele no es un fenómeno que ocurre de un momento a otro. Se origina y desarrolla en el tiempo. Casi podría decirse que es un proceso. El caos y la desorganización, por lo tanto, no son espontáneos. La vida nos dice que siempre hay quienes se benefician de la falta de orden, de los enredos, de las incoherencias. Por esto sobrevive y resiste todo esfuerzo que lo ataca y procura hacerlo desaparecer.

El orden es, verdad de Perogrullo, la antítesis del desorden. Es lo bien hecho, lo planificado, lo pensado, lo armónico. Uno y otro, es decir, desorden y orden, terminan modelando la vida de los individuos, de las familias, de las sociedades y de los pueblos. Esta modelación termina convirtiéndose en un estilo de vida.

En ocasiones nos queda la impresión de que la sociedad dominicana se ha ido adaptando al desorden y hay quienes lo consideran parte de la naturaleza social. Pero no es así. Es un aprendizaje. Somos una sociedad con poco orden porque en los últimos 60 ó 50 años nos hemos ido deslizando por la pendiente de la indisciplina, de la incoherencia, de la espontaneidad, de las corazonadas, de la carencia de gestión, de la ausencia de prioridades, de las discontinuidades en los planes, programas y proyectos colectivos, etcétera. En otras palabras, nuestro desorden es un desorden creado, construido día a día por lo que hacemos y por lo que dejamos de hacer.

Dondequiera que miramos, vemos el desorden vial, social, hospitalario, urbano, en el tránsito público y privado, en la burocracia, en el comercio, en la educación, en el comportamiento individual de las personas, etcétera. Nuestra burocracia pública no escapa a la falta de planificación. Así lo indican las duplicidades de agencias que ofrecen los mismos servicios, con el agravante de que ninguna lo hace bien.

Si continuamos por este camino, todas las consecuencias que hoy tenemos por la falta de orden se duplicarán y hasta se triplicarán. Necesitamos parar esta carrera que tantas energías y recursos financieros nos cuesta, vidas humanas y retrasos en el progreso legítimo a que tiene derecho cada dominicano y dominicana.

Quien quiera ver un ejemplo palpable, a nuestras vistas, de hacia dónde nos puede llevar la falta de orden y de planificación de nuestros actos, que mire el embrollo del tema migratorio. Y así en salud, educación, transporte, finanzas públicas, comercio, etcétera.

 

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