Nuestro gran reto económico

Nuestro gran reto económico

Aunque la economía del país ha mantenido un ritmo de crecimiento constante durante muchos años, algunos de los sectores que la impulsan han acusado tendencias preocupantes. Ese crecimiento no ha generado la cantidad deseable de empleos de calidad para mejorar las condiciones de vida de la población, y en lo que concierne al tamaño del PIB, es alarmante la proporción de deuda interna y externa en su composición. El crecimiento no ha tenido el impacto necesario para amortiguar las desigualdades sociales.

Preocupa también la tendencia declinante acusada por sectores que deberían liderar el empuje de la economía. Por ejemplo, en el año 2000 la actividad industrial generó el 34.3% del PIB, pero contrario a lo deseable, para 2012 había declinado 8.7% hasta un 25.6%. Un país que está forzado a competir en base a bienes de alto valor agregado, como los provenientes de la actividad industrial, no puede darse semejante lujo.

El gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, dijo ayer ante la membresía de ADOEXPO que el gran reto que tiene la nación es forjar una cultura exportadora que le permita asumir el liderazgo en la región centroamericana y del Caribe. Para lograr esta meta es necesario corregir las distorsiones que han lastrado a la industria. Ahí está el reto.

Epidemia mortífera

La media europea de muertes por accidentes de tránsito es de 8 por cada 100 mil, la de Latinoamérica la duplica, situándose en 16 por cada 100 mil, y la de la República Dominicana la quintuplica, alcanzando nada menos que 40 por cada 100 mil. Esto obliga a considerar los accidentes de tránsito como una verdadera epidemia que necesita atención urgente y permanente.

¿Hasta cuándo mantendrán las autoridades su comportamiento parsimonioso frente a esta realidad que nos coloca en primer lugar en muertes y lesiones por accidentes viales? Esto solo es posible en un país sin controles de velocidad, ni de uso de sustancias que trastornan el tino. Vivimos en un país donde los actos en perjuicio de la vida de las personas no tienen consecuencias.

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