“¡¡¡Oaxadominiqueños!!!”

“¡¡¡Oaxadominiqueños!!!”

Bajo un candente sol en el parqueo del aeropuerto, Píndaro sigue sigilosamente a su amigo Herminio Alberti, quien no deja de hablar por teléfono con su enllave Pedro Genaro –Pigli- sobre una idea que se les ocurrió y que parece ser una realidad: Descubrir los secretos de la celebración del Día de Muertos en Guajaca… digo, Oaxaca, México… “Eyyy –grita Píndaro-… ¿A dónde creen que van sin mí?”… Ni corto no perezoso, se les cuelga de una mochila y, acercándosele al oído le dice Pedro: “¿Y, cuál es el invento?… ¿Y ese paquete de gente vestida de fotógrafos que veo allá?”… “Ahhh…. Son Saúl Santana, Elizabeth Camilo, Enriquillo Amiama, Tony Fondeur, Margo Mora, Wilfredo González, Irina Rivera, Marinelly Alberti, Lynn Snuffer, Isis Martínez, Lidia Noemí y Mayra Johnson”… “Sí… pero los números no me cuadran -comenta Píndaro- ¿Y esas tres que están con ellos… sin mochilas pero con sus papeles de viaje?… “¡Esas son Fátima, Meche Carmen y Amelia… tres acompañantes mochileras… jajajaja”… sonríe Pigli, mientras abordan Aeroméxico…
Noviembre es el mes en que el sincretismo entre lo pagano y lo religioso vive una multitudinaria y tradicional celebración y la ciudad de ‘Guajaca’ se vuelca en experiencias únicas… especiales para los amantes de la fotografía… Lo íntimo y lo sublime se subyugan ante los ojos escudriñadores de los visitantes… Pan, chocolate, calabaza en tacha, arroz con leche, etc., son sus fervientes acompañantes quienes, junto a sus guías Lalo y Marco Antonio, se envuelven en el mestizaje y el sincretismo de las misas, veladoras, imágenes, incienso, flor de cempasúchil, aromas y panteones… No se respetan horarios… Tardes, noches y amanecidas entre tumbas, dolientes, rezos, plegarias y música de mariachis…
“Herminio –pregunta Píndaro-… ¿Por qué andas con esa cámara con un lente partido en dos?… A lo que recibe como respuesta: “Tú si fuñes, Píndaro… Fue una experiencia más del viaje que sólo la alegría reinante entre el grupo me ha permitido superar”… Sin vacilar, Pigli piensa en voz alta: “Sueño nuestra realidad en Monte Albán… La sierra donde nació Benito Juárez, aquél que nos enseñó que el respeto al derecho ajeno es la paz… Estamos viviendo la experiencia de compartir con los humildes en Xoxo… el ambiente de la clase media en el Panteón General… y, por qué no, con las personas de otro nivel en San Felipe del Agua…”. De pronto, la voz de Marinelly nos indica: “¡La gastronomía ‘Guajaqueña’ es increíble… Vamos a probar de todooooo!”… El grito de gloria no se hace esperar… Hay hambre y todos dejan sus cámaras para degustar…
Pasa un tiempo y entonces hay tranquilidad entre todos a bordo del minibús… ¡De pronto, dos figuras saltan de sus asientos y se viran hacia sus compañeros mientras, a todo pulmón, un grito de ‘uuuuhhhhh’ se deja escuchar!… Son Wilfredo y su media naranja que han sorprendido a todos a bordo usando caretas alusivas a la muerte para asustarles –y, lo han logrado-… La risa no se contiene y el ambiente contagia hasta al chofer… Con ese espíritu de aventureros, enfilan entonces hacia San Agustín, donde a medianoche vivirán la gran experiencia de observar y captar con sus cámaras las comparsas barriales que convergen todas en una tradicional muerteada… La sorpresa de los visitantes es el ver cómo, en una gran fiesta, los disfrazados ridiculizan a la muerte, le bailan y le lloran… Desde luego, entre un interminable mezcal… Una práctica que data de tres siglos y que es traspasada de generación a generación…
Sin que el grupo lo note, Meche Carmen ya se ha comprado su cámara… Lalo –el guía- empieza a escudriñar cómo cada uno en el grupo logra sus cuidadosas tomas artísticas al tiempo que respetan el territorio de los demás… Y Marco Antonio, el chofer, capta con su celular encuadres que él ha visto hacer a alguno de los visitantes… ¡Se han contagiado!… Desde el fondo del minibús se oye una voz –es Pigli- que dice: “¡La pedrada que está para un perro dobla la esquina y se le pega!”… Los demás, ríen a carcajadas…
Mientras intercambian experiencias de las cientos de fotografías captadas, Marco Antonio sortea una estrecha carretera para llegar a un taller de confección de alebrijes… ¡Una excelente muestra del arte manual local!… Entre todas las piezas, una provoca un grito a Margo Mora: ¡¡¡¡Ayyyy!!!!… ¡¡¡Me voy a poner mala!!! –grita-… Resulta, que ella es una ferviente amante de los caballos y… ¡una pieza le ha llamado a la atención al máximo!… Justo al mismo tiempo, Píndaro recuerda a su amigo -el Poeta de la Motocicleta en Santo Domingo- y siente la tentación de adquirir –y así lo hace- una única pieza, hecha a mano, para que le quede un recuerdo de esa experiencia… Justo al salir, ve unos elefantes que le recuerdan la gran colección que tiene en casa su media naranja y, por supuesto… ¡Carga con ellos también!
Una vez completada esta fase, la voz de Lalo los guía hacia la experiencia de cómo se confeccionan las hilachas de algodón que, una vez tejidas, crearán maravillosos y coloridos tapices… Tiempo después, mirando a cada uno les dice: “Muchachos, vamos llegando ahora a un taller en que nuestra gente confecciona papel artesanal”… En una rancheta, al final de una pendiente, 34 asombrados ojos observan la experiencia de ver surgir, de diferentes tipos de algodones, papeles en los que se recrea la creatividad en el arte…
Una experiencia que parece no terminar… Iglesias centenarias hoy siendo recuperadas para el deleite de futuros visitantes… Una boda bailable en medio de las calles… Es, como si los vivos departieran con los muertos… ¡Todo eso, hoy está registrado por estos aventureros que han hecho de la fotografía su vida!… Son, a partir de este viaje: “Oaxadominiqueños”.

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