Obra “Escalera para Electra” cierra el VIII Festival Internacional de Teatro SD 2014

Obra “Escalera para Electra” cierra el VIII Festival Internacional de Teatro SD 2014

El VIII Festival de Teatro de Santo Domingo se constituyó en una verdadera fiesta de la escena; durante diez días, más de ochenta obras fueron presentadas en las distintas salas de Santo Domingo y en algunas del interior, por grupos teatrales locales y de países de Iberoamérica, que en calidad de invitados, contribuyeron con sus propuestas al éxito del Festival.

El Teatro Rodante en su continuo caminar, llegó a la sala Máximo Avilés Blonda de Bellas Artes con la obra “Escalera para Electra”, de la escritora y poetisa dominicana Aida Cartagena Portalatín, con la que cerró el Festival. Magnífico fin de fiesta.

El personaje de Electra es conocido a través de la visión de tres poetas trágicos griegos: Esquilo, Sófocles y Eurípides, y en cada uno de ellos, con sus matices, la complejidad del alma humana es el motivo. El culto al padre, el amor al hermano, el odio a la madre adúltera, la venganza, el remordimiento, son sentimientos que embargan a Electra. Convertida en mito, con el tiempo, el mito se transforma en síndrome de la psicología moderna, contrapartida femenina del complejo de Edipo, adelantándose los clásicos griegos, con un Teatro Psicológico.

Aida Cartagena en su relato, se vale de Helena, -la narradora -nombre referente, no casual, para contar la historia de Swain, -el mito de Electra-, generando dos realidades contrapuestas, el de su propio texto y el de Eurípides. Electra y Swain son una misma, separadas en el tiempo y la distancia, colocada la una en la Grecia Clásica, la otra en un lugar distante, en un pueblo de Moca a principios del siglo XX.

Otro recurso utilizado por la escritora es la de intercambiar parlamentos, citando a Eurípides, con los que fragmenta su dramaturgia. Esta dualidad de planos, ingeniosos y simbólicos, se avienen a un tercer plano, el de la puesta en escena. Carlota Carretero, directora del Teatro Rodante, aprovecha al máximo las posibilidades del texto y lo convierte en escritura escénica de gran creatividad, “El arte de la puesta en escena, es el arte de proyectar en el espacio lo que el dramaturgo ha podido proyectar solamente en el tiempo” (Appia).

Apropiadamente la directora hace uso del coro a la usanza griega, y utilizando “fragmentos de citas” crea la extra-escena, enriquecida con cantos, música y danza. Una simbólica primera escena, nos remite al campo, recrea un pastor de ovejas, alusión al esposo de la Electra de Eurípides. Helena, hilo conductor, se conecta con el público y en un diálogo directo, cuenta los acontecimientos, anticipando el final de la historia. Isabel Spencer convierte la figura del narrador en personaje, con un trabajo actoral de gran nivel.

La utilización de máscaras es otro recurso válido para recrear la ficción, con ella Swain, se convierte una y otra vez en Electra, luego, desprovista del artificio la joven prostituida se torna agresiva, se hace patente el odio a la madre y junto a su hermano Ramón –Orestes-, interpretado con acierto por Camilo Landestoy, elucubran la venganza. La actuación dual de Cindy Galán (Swain-Electra) consigue momentos de gran intensidad dramática, y junto a ella, destaca Diómedes Medina, “el padre violador”. La figura del incesto aparece en el texto de Aída, trasciende como baldón de nuestra sociedad.

Víctima y victimaria, Rosaura (la madre) evoca a Clitemnestra, hay en la actuación de Johanna González un gran potencial histriónico. Los demás actores: Richardson Díaz, Indiana Brito y Donis Taveras, logran buen desempeño en sus respectivos roles.

El espacio escénico es el resultado de una acertada concepción semiológica de la puesta en escena; con pocos elementos define los planos de la dramaturgia, columnas griegas e instrumentos folklóricos coexisten entre ficción y realidad, y el uso en algunos momentos de alteraciones fonéticas propias de la forma de hablar de nuestros campesinos, coadyuva a la recreación del ambiente rural, sin afectar la buena dicción que exhiben los actores.

La dirección inteligente de Carlota Carretero se decanta en el buen manejo de los actores, y consigue unificar todos los elementos posibilitando la creación colectiva. El Teatro Rodante ha dado muestras de profesionalidad logrando escalar la cima, valiéndose de una escalera metafórica, la de Electra.

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