Ola artesanal remece industria vinícola chilena

Ola artesanal remece industria vinícola chilena

Corintia- pasas y vino, arqueología y playa, una ruta a las puertas de Atenas, archivo

VALLE DEL MAULE, Chile. A Sven Bruchfeld no le importa si no te gusta su vino, siempre y cuando haya algunos a quienes les encante. Bruchfeld es parte de una nueva ola de viñateros independientes que están saliéndose del molde y haciendo vinos que van en contra de la corriente en Chile, un país acostumbrado a producir mares de vinos buenos aunque previsibles.

Sus vinos anticonvencionales están despertando el interés de conocedores dentro y fuera del país. “Necesitamos vinos que sean polémicos, que no gusten a todos, que generen controversia y den de qué hablar”, comentó Bruchfeld, un chileno de ascendencia alemana que es propietario de la bodega Polkura.

Los productores independientes le han dado la espalda a la producción industrial y producen pequeñas cantidades de vinos con métodos orgánicos que algunas veces siguen teorías astrales en busca de la conexión espiritual con la naturaleza.

En los viñedos de Alvaro Espinoza en el Valle del Maipo al sur de Santiago, un caballo tira de un arado entre parrales a la sombra de los Andes mientras un panel solar alimenta el sistema de irrigación.

En el Valle del Maule, más al sur, Pilar Miranda también usa caballos y cuando llega el momento de embotellar el vino, coloca los corchos a mano.

“Esta nueva generación está mucho más consciente de los problemas medioambientales y mucho más comprometida en hacer una agricultura sana, sustentable, orgánica o biodinámica, y también en la producción de vinos más originales, vinos con mayor arraigo a la tierra”, manifestó Espinoza, cuyo vino Antiyal habitualmente recibe un ráting por encima de los 90.

“Por lo tanto yo creo que esta nueva generación de enólogos y de empresarios le va a dar un cambio a la imagen de Chile en el contexto mundial”, añadió. Chile produce vinos desde mediados del 1500, cuando los colonos españoles trajeron las primeras vides.

Hoy es el séptimo productor mundial de vinos, con una producción de casi 1.300 millones de litros en el 2013. Unos 480 millones de litros de vino embotellado fueron exportados.

Si bien los grandes productores como Concha y Toro también ofrecen vinos de categoría mundial, la crítica se ha quejado por un largo tiempo, diciendo que la producción de vino chileno es demasiado industrial y está obsesionada con el volumen.

“Tenía calidad, pero le hacía falta carácter y no había espacio para el pequeño viticultor”, comentó Patricio Tapia, el crítico de vino más respetado de Chile. En la última década, no obstante surgió “una nueva generación y Espinoza fue el precursor”, indicó Tapia, autor de la guía de vinos “Descorchados”.

Espinoza, quien tiene 52 años, estudió en vinerías chilenas y del exterior y fue uno de los primeros en incorporarse al movimiento de “vinos biodinámicos” surgido en Europa y Estados Unidos.

Se basa en los escritos del filósofo austríaco Rudolf Steiner y descarta el uso de pesticidas, herbicidas y fertilizantes artificiales, al tiempo que considera a las granjas como organismos vivientes afectados por los ciclos de la luna y la alineación planetaria, además de las estaciones.

Igual que Espinoza, la mayoría de los nuevos viticultores tienen sus raíces en la vieja industria vinícola y trabajaron en las bodegas corporativas o estudiaron enología en universidades locales.

Pero algunos vienen del exterior: entre los 18 miembros del Movimiento de Viñateros Independientes de Chile hay un conde italiano, un ex entrenador de esquí canadiense y un abogado suizo.

Los productores artesanales emplean vides abandonadas hace tiempo o se instalan en regiones olvidadas. Algunos experimentan con nuevas combinaciones de uvas, regiones, temperaturas y terrenos.

Empeñados en encontrar vinos más interesantes, experimentan en sitios extremos, desde regiones heladas del sur hasta zonas áridas en el corazón del desierto de Atacama en el norte. El resultado ha sido una rica variedad de estilos.

Emplean a menudo métodos rústicos pero de efectividad comprobada, como el encorchado manual, el uso de cubas con forma de huevo y tarros de barro para la fermentación. “Para nosotros se trata de regresar a nuestras raíces para hacer un gran vino”, afirmó Miranda, de 40 años y quien comenzó a hacer vinos en su garaje con su esposo, el esquiador canadiense, creando un vino llamado Garage Wine Co.

La mezcla de cabernet y cabernet Franc y el Carignan sin uso de riegos que produce la pareja en una zona montañosa se venden mayormente en vinerías finas de San Francisco, Nueva York y Londres por entre 20 y 30 dólares la botella. “Son negocios para gente sofisticada”, dijo su marido, Derek Mossman, quien abrió la empresa en su garaje.

“No competimos con los grandes productores de Chile sino más bien con los independientes del sur de Francia, España, Italia y California”.

En el valle Colchagua, Polkura produce 2.000 cajas anuales con uvas syrah. Su nombre quiere decir piedra amarilla en le lengua nativa Mapudungun y alude al granito amarillo que se observa en la tierra arcillosa de la zona.

Los vincultores de Polkura dicen que el granito descompuesto “le da al vino minerales y elegancia, en tanto que la arcilla aporta cuerpo y estructura”.

Su Syrah del 2008 quedó entre los 100 mejores vinos de las revistas Wine Spectator y Decanter. Y su Block g+i fue elegido el mejor syrah del hemisferio sur en el “Desafío de Vinos de Cinco Naciones” de Australia.

Prestigiosos viñedos grandes como Lapostolle, propiedad de herederos de la familia que produce el licor Grand Marnier, también están usando la biodinámica.

Su Clos Apalta, una mezcla de carmenere, merlot y cabernet sauvignon, fue elegida el mejor vino del 2008 por Wine Spectator. “Es fantástico porque enriquece toda la viticultura de Chile.

Hay más gente experimentando, buscando nuevas fronteras, tanto en zonas de producción como en técnicas”, dijo Andrea León, vinicultor de Lapostolle. Los resultados expresan “una intención, un lugar, una visión de vino, que no tiene por qué ser la misma”.

Para Peter Richards, autor de “The Wines of Chile” (Los vinos de Chile), “uno no exagera si dice que en estos momentos se está decidiendo el futuro mismo de los vinos chilenos”.

“Chile puede mantener una industria confiable, aunque un poco insulsa, o puede optar por abrir sus alas y tratar de descubrir su potencial para vinos finos”, sostuvo Richards, uno de los 314 “maestros de vino” certificados que hay en el mundo.

“Es muy lindo ver el principio de esta revolución. La llama es por ahora pequeña, pero sigue creciendo. Solo hay que abanicarla un poco más”.

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