Oposición, PRD y partido único

Oposición, PRD y partido único

Nunca he sido partidario de la tesis de que la República Dominicana se encamina hacia una “dictadura constitucional” o un régimen de “partido único” o “hegemónico”. A pesar de que dicha postura ha sido respaldada por el Center for Strategic International Studies (CSIS), un “think thank” conservador de los Estados Unidos, que ha elaborado un informe intitulado “The Dominican Republic: Becoming a One-Party State”, basta con observar la selectividad de las entrevistas efectuadas como base del reporte, que excluye totalmente a la actual dirigencia institucional de los dos principales partidos del país, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), para darnos cuenta de que el informe de marras no merece la menor credibilidad. Eso se puede decir retórica o polémicamente, como afirma Noam Chomsky que Estados Unidos es “la nación del partido único”, con “dos facciones, la demócrata y la republicana” o con “una sola facción, la republicana moderada”, pero no se puede sostener científicamente en la República Dominicana, donde el partido principal de oposición, el PRD, fue el individualmente más votado en las últimas elecciones presidenciales, alcanzando un 47% de los votos emitidos.

Pero esta descabellada tesis ha ganado adeptos, principalmente entre quienes quieren pescar en el río revuelto de las contradicciones internas del PRD. Estos últimos, pasando por alto que la última convención del PRD escogió por obra y gracia de la participación de más de 300,000 simpatizantes del PLD al candidato más vulnerable frente al PLD, insisten en presentar a Miguel Vargas Maldonado como un aliado del PLD, cuando es obvio que tanto en 2008, como en 2010 y 2012, Vargas Maldonado tuvo que encabezar la oposición del PRD frente a un PLD fortalecido por los apoyos explícitos e implícitos de quienes hoy quieren presentarse a la opinión pública como los perredeístas “auténticos”. Lo que estos perredeístas “ortodoxos” no explican a la opinión pública es el misterio de cómo un candidato, como quien encabezó la boleta del PRD en las elecciones de 2012, fue capaz de perder más de 20 puntos de ventaja a su favor y por qué nunca quiso que Miguel Vargas Maldonado se integrara a su campaña para asegurar el triunfo. ¿O es que ese candidato no quería ganar? ¿Fue ese el precio del apoyo recibido de parte del PLD en la convención de 2011? ¿Por eso nunca quiso que Vargas Maldonado se integrara a la campaña?

Algún día conoceremos la verdad. Por el momento, lo (quizás no tan) paradójico es que muchos de quienes advertían sobre la inminencia de un régimen de partido único en lugar de contribuir al fortalecimiento del PRD y de fomentar la participación democrática en el proceso convencional, apuestan a su división. Por eso apoyan la campaña difamatoria, divisionista y calumniosa contra el presidente del PRD y critican a quienes apuestan a la democracia interna. Y aquí no hay que ser ingenuos: es obvio que así como convino al PLD que “ganase” en 2011 el precandidato presidencial del PRD más fácilmente derrotable, lo que más conviene al PLD ahora es la división del PRD. Por eso, sorprende que todos los esfuerzos hacia la real unidad del PRD, como ocurrió en 1978, 1982 y 2000, son constantemente bombardeados por quienes están preocupados por el supuesto partido único.

Queda claro que, aunque luzca que hay divisiones a su interior, la estrategia del PPH es tridimensional: hablar de unidad de la boca para afuera, pero sabotear todo intento serio de construir una opción real de poder para 2016; sostener que Miguel Vargas Maldonado no cree en la democracia interna y que es minoría, pero negarse a participar en los organismos del partido y en el proceso convencional, aun cuando algunos dicen que lucharán adentro; y acudir a los tribunales, pero sostener que son controlados por el PLD y, en especial, por Leonel Fernández. Todo lo anterior sin descartar apelar a la fuerza para sembrar el caos en el proceso convencional, aunque ello implique pérdida de vidas y afectación del patrimonio del partido.

Es obvio que en 2016 el PPH, cuando mute en la nueva formación partidaria que proponen sus integrantes más radicales, pactará pública o secretamente con el PLD, a fin de impedir que el PRD acceda al ejecutivo y logre la mayoría en el Congreso Nacional y en los gobiernos municipales. Mientras tanto, intentarán sabotear el proceso convencional o articular una plancha de “todos contra Miguel” –como bien ha bautizado Juan Bolívar Díaz este sub-movimiento del PPH- que, cuando pierda o no logre alterar el rumbo del proceso, pasará a engrosar las filas del nuevo partido de los “antimiguelistas”.

Lo anterior debe ser estímulo para que todos los perredeístas de buena voluntad sigamos trabajando en el fortalecimiento del partido, en la renovación dirigencial bajo el liderazgo institucional, en la oposición firme, seria, crítica y constructiva al PLD, en la activación de las legítimas y sanas aspiraciones de los miles de perredeístas que buscan lograr posiciones electivas en las elecciones de 2016 y en la conformación de un bloque opositor que asegure el triunfo electoral del PRD.

 

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