Padre Arturo el crimen de Monte Plata

Padre Arturo el crimen de Monte Plata

Era muy joven, demasiado para ver truncado el ministerio de este sacerdote de vasta conciencia crítica, expresada en humanismo, en amor y solidaridad. Traducida en la lucha tesonera por la libertad y la justicia social que libraba el padre Arturo MacKinnon, tronchada a los 33 años por balas asesinas que segaron su vida un día como hoy, hace cincuenta años.

Un miedo cerval tejió un cerco en torno a su cadáver, que durante horas quedó tendido sin que nadie se atreviera a levantarlo. Nadie se acercaba, dejándolo sangrante en el tramo carretero entre el poblado de La Ceja y Monte Plata.

¿Y no era este el sacerdote que desde que llegó a Monte Plata procedente de San José de Ocoa se entregó infatigable a ayudar los pobres, a organizar campesinos en cooperativas, a buscarles cooperación internacional? ¿Acaso no era el buen pastor que salió presto hacia la capital en busca de 37 personas encarceladas, el que no cejaría hasta tenerlas de vuelta en su redil?

Ahí estaba, “caído en la trinchera misma de su ministerio sagrado”, el hombre humilde, sencillo, trabajador. Solidario hasta el extremo del sacrificio personal, el reverendo Arthur MacKinnon, misionero canadiense de la orden de los Scarboro, el que se sobrepuso al temor colectivo y defendió los derechos humanos, condenó la represión política que se desató contra la juventud del municipio.

El 22 de junio de 1965 un raso del Ejército, vestido de civil lo sacó de la casa curial a las 6:30 de la tarde, y minutos después lo acribillaron. Ahí mismo mataron a sus dos verdugos para encubrir el crimen.

 

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