Padres inquisitivos

Padres inquisitivos

Hubo épocas durante las cuales los padres preguntaban a los hijos por aquello que traían a la casa. E insatisfechos no pocas veces, requerían se les probase la sana procedencia del objeto con el cual llegaban los muchachos al hogar. Esos años, sin embargo, son mero recuerdo. Hoy, la pregunta hecha al vástago se encamina a saber si en el sitio de donde sacaron lo que muestran, no hay más para buscar. Tal vez por ello se explica el sacrificio de dos vidas. Una, la perdida por la muerte. La otra, la destrozada por las tentaciones no vencidas.
Recuerdo la ocasión en que, jefe de la Policía, mi amigo Pedro de Jesús Candelier Tejada desmanteló una banda de ladrones de vehículos en las cercanías del puente Duarte. La madre de uno de los maleantes explicó a medios de comunicación lo infortunado de su muchacho. Justo cuando la fortuna le sonreía y le llevaba muebles, una nevera y un televisor, lo meten preso. Y coronaba su declaración al noticiario de televisión para el cual hablaba, con una expresión similar a ésta: mi hijo es un buen muchacho, no puede ser un ladrón.
De lado y lado, con el pavoroso crimen de la semana tras anterior, puede decirse lo mismo. Mi hijo es un buen muchacho. Y pueden decirlo las dos familias zaheridas por el infortunio.
Porque buena familia es la del sacerdote al cual el demonio llevó al desierto para tentarlo. Pero en el símil, Jesús rechazó las maravillosas ofertas del tentador.
Veintitantos siglos más tarde, el joven sacerdote, Elvin Taveras Durán, no pudo apartarse del llamado del Tentador. Tampoco lo hizo el joven Fernelis Carrión Saviñón, cuyos padrastros celebraban sus conquistas sin averiguar de dónde procedían.
Este lamentabilísimo acontecimiento prueba que algunas formas del pasado tienen que rehabilitarse. Sobre todo, en lo relativo a la crianza de los hijos. Porque las fantasías con las cuales trata de seducirnos el tentador, son muchas y atractivas.

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