Para el alcalde Yohel Duvergé, crecer es aprender a decir adiós

Para el alcalde Yohel Duvergé, crecer es aprender a decir adiós

El alcalde de San Rafael de Yuma, Yohel Duvergé Lugo dijo al Yuma político, al despedirse del mandato que “crecer es aprender a decir adiós”. El anuncio lo hizo en la inauguración del bulevar en homenaje al fallecido síndico Oscar Espinal, obra con la que cerró seis años de éxitos en la gestión del Ayuntamiento Municipal, años de más luces que sombras, sin escándalos políticos ni despilfarros financieros.
Su sombra fue, que como Jesucristo, desalojó del Ayuntamiento a los parásitos de la política al suspender la práctica de dar dinero para “beber romo” y “vales” para que todos los días gente que no quiere bajar el lomo para ganarse con su sudor el pan nuestro de cada día encendieran los fogones. ¡Amén!
Pero Yohel dijo que no volvería a la política, no es un hasta luego, un quizás, o un a lo mejor. Es una despedida, según sus palabras, sin retorno, sin vuelta atrás.
Es un adiós sonoro, con tilde y con punto final. Expresó que había sido una revelación de Dios, que le pidió cinco veces que no volviera a la política. Y es que nos cuesta mucho poner punto final, con lo fácil que son los puntos suspensivos…
Dejar las promesas en suspenso, por si acaso. Decir adiós son palabras mayores. Yohel las dijo lleno de éxitos, frente a quienes lo amaron, frente a quienes lo adversaron y frente a quienes apostaron públicamente a su fracaso.
Lamentablemente para quienes apostaban a su fracaso, tendrán -más temprano que tarde-que aceptar que la alcaldía de Yohel marca un antes y un después en la historia de la municipalidad.
Antes de ser Alcalde, por ser de una generación que creció en mi ausencia, no conocía al gran ser humano, al servicial empresario, al atento caballero que hay en Yohel. Lo digo sin deudas, porque nunca le he pedido nada a ningún político: ni de Yuma ni de otra parte del país. Estas palabras no se las debo al alcalde que el pasado sábado 28 entregó la obra con la cual cerró un ciclo de éxitos, de decencia y de humildad.
Yohel pudo haber optado por una reelección o hasta por una diputación, pero en la política, para quienes no hacen de ésta un oficio para enriquecerse ni para corromper a sus conciudadanos, se viven momentos de amargura, de arrepentimiento y de desolación.
Hoy Yuma tiene un parque y un bulevar que, con la excepción del parque de Hato Mayor del Rey, no lo hay en el Este, el Sur ni en el Cibao. Excelente y artístico diseño y una obra de ingeniería bien terminada.
Debemos y tenemos que sentirnos orgullosos de estas obras que embellecen al ornato de la ciudad y que lo sentimos cuando alguien nos dice fuera del municipio: —No sabía que Yuma fuera tan bonito y tan limpio. ¡Qué frases que nos hacen sentir tan bien! ¡y uno piensa que no todo está perdido, que siempre es posible hacer, que siempre es posible cumplir con el mandato para el cual un alcalde es elegido!
Alguien dirá que muchos barrios quedaron sin asfaltado, sin aceras y hasta sin luz, pero con el exiguo presupuesto y sin la ayuda del gobierno central, fue mucho lo que hizo Yohel en estos seis años por el municipio de San Rafael del Yuma.
El cura párroco, en la bendición de la obra, resaltó la pulcritud con que las autoridades municipales manejaron e invirtieron los pocos recursos. Ahora le toca al alcalde entrante, Francisco Llano, completar la obra faltante, para que también se llene de gloria al final de su mandato, que comenzará el próximo 16 de agosto.
Llegar al momento del adiós angustia; sin embargo, Yohel vuelve al sector privado, de donde vino, como exitoso empresario, y lo hace con renovadas esperanzas, con ganadas causas, respirando hondo y soltando la política a los políticos.
Como nota curiosa, el senador provincial, Amable Aristy Castro, quien apadrinó como candidato en 2010, no lo acompañó en aquella luminosa y festiva tarde del sábado 28 de julio, en la inauguración el Bulevar Oscar Espinal, desaparecido amigo del senador e hijo meritorio del municipio.
Que un alcalde municipal, que solo se recuerda porque el novelista Ramón Marrero Aristy nació allí, pero nunca volvió, se despida expresando que “crecer es aprender a decir adiós” es un lujo en la República Dominicana, donde los políticos son dinosaurios y raíces de mandrágoras que mueren ciegos y enajenados.

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