Para llenar de plenitud a los seres humanos

Para llenar de plenitud a los seres humanos

En tiempos de Cuaresma, siempre vale la pena reiterar, que por lo general, los seres humanos anhelan la felicidad, y no siempre la encuentran. Se resisten a la idea de la muerte, y no pueden evitarla. Se sublevan ante la injusticia, y no terminan de hallarla. Aspiran a una compensación del sufrimiento y al castigo de quienes se los infligen injustamente, y suelen llegar al final de sus vidas sin ver colmadas sus aspiraciones.
Por esos contrastes de la vida que muchos observan, viven o padecen, suelen sentirse al mismo tiempo, señores del universo o sujetos perdidos en la inmensidad del mundo. Resultan ser al mismo tiempo, escenario y actores de la lucha de siempre entre el bien y el mal.
Por esas causas muchos seres humanos renuncian, o peor aún, ni siquiera se plantean la posibilidad de entenderse a sí mismos. De comprender la razón de su existencia o de averiguar el destino que les aguarda. Lo único que saben es que viven; que fuera de esta vida nada les consta, y que por tanto, hay que disfrutar de ella al máximo y a como dé lugar.
Hay otros en cambio que confían en que los humanos, sin ayuda de nadie, lograrán al final de su lucha, establecer un reino feliz sobre la tierra que saciará todos sus anhelos, y que satisfará a plenitud sus esperanzas.
También hay, como dijo un pensador cristiano, “los que creen que la existencia humana está desprovista de todo significado; y que por mucho que se empeñen, no dejarán de ser un accidente de la casualidad, la equivocación de un lejano adiós indiferente, o el producto casual del juego de fuerzas desconocidas.”
Pero no se trata solo de especulaciones teóricas ajenas al comportamiento humano. Porque los primeros casi siempre caerán fácilmente en una suerte de hacerlo todo por placer sediento y sin escrúpulos; los segundos se pasarán la vida corriendo con ilusión y con “méritos” detrás del espejismo de un paraíso terrenal; y los últimos serán permanentemente potenciales candidatos a la desilusión.
Pero ante lo que podría definirse como la concepción puramente animal de unos, el optimismo idílico y hasta enfermizo de otros, y la desesperanza de los terceros, el cristianismo presenta a los humanos una visión realista y liberadora de sus angustias, sin jugar con los anhelos a base de espejismos ilusorios. Los motiva e incita a la realización terrenal, sin dejar de recordarle sus limitaciones. Los estimula a expandirse y realizarse en este mundo. Pero los pone en guardia contra la desorbitada utópica de su optimismo, y les asegura una alianza suprema.
Frente al materialismo que los encierra en su prisión terrestre, les presenta una concepción cristiana y humanista que llena de dignidad el origen del ser humano. Llena de plenitud su destino y les ofrece un gran significado a su misión temporal. Y sobre todo, les da la esperanza de la vida eterna que prometió Jesús, quien dio su vida como testimonio de que los que creen en él la tendrán. Feliz Semana Santa.

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