Para que no quepa la menor duda

Para que no quepa la menor duda

POR DOMINGO ABREU COLLADO
Como se han dado en este país situaciones de crisis en que los matarifes han tenido que convertirse en asesinos de burros y caballos -y a veces hasta de perros, cuando la clientela se empeña en pedir carne de chivo – esta carnicería de la carretera que pasa por Guerra hacia Bayaguana ha colocado en su puerta la cabeza de la última víctima de la voracidad carnívora de la gente de la zona.

Y parece que es una costumbre local, pues vimos otra carnicería con otra cabeza de vaca colgando al frente, y como la costumbre hace ley parece que ya es legal que las carnicerías de Guerra promocionen la existencia de carne de res con esa particular forma, además de informar que “garantizamos que esta carne de res es de vaca”.

Y hablo de costumbre para no insistir en que estamos atravesando por crisis alguna. ¡Dios me libre de hablar de crisis! Lo menos que uno debe hacer es hablar de cáncer delante de un enfermo terminal.

En realidad, como ocurre normalmente en nuestra R.D., estamos en un bachecito de esos que aparecen en el camino de todos los países como el nuestro, esos que van creciendo sin planificación ni prevención. Y no es que yo quiera decir que aquí no hay planes para nada. ¡Dios me libre de hablar de falta de planes! Lo menos que uno debe hacer es hablarle de mapas a uno que anda perdido.

Pero volviendo a lo de las carnicerías de Guerra y sus cabezas de vaca colgando al frente, se me ocurre que quizás solamente se trata de ofrecer una alternativa a la gente que le mete el diente a cualquier cosa. Porque yo he conocido gente que se emburuja con una cabeza de chivo a dentelladas limpias, en una guerra sin cuartel contra un pobre animal cuyos ojos todavía miran aterrorizados como el bárbaro lo muerde sin piedad.

Pues así como hay gente que la emprende a mordiscos contra una cabeza de chivo también hay gente que le entra a una cabeza de vaca sancochada, y luego agarra los cuernos para limpiarse los dientes, como si de palillos se tratara.

Ahora, como digo una cosa digo la otra. Puede que la carne se haya puesto tan cara que haya gente que no pueda comprarla, por lo que se compra la cabeza de una vaca, sin lengua ni sesos, porque eso se venden aparte, y la utilice para una “sopa audaz”. Es decir, así como hay “sopa boba”, también hay “sopa audaz”, por si ustedes no lo sabían.

La “sopa audaz” es aquella que con una cabeza de vaca le puede garantizar estar comiendo sopa por un mes a toda una familia. El secreto está en la lata. O sea, en la lata en que ponga a sancochar la cabeza. Simplemente vuélvala a llenar de agua cada vez que agote la sopa, asegurándose que la cabeza quede totalmente bajo agua, y repita la acción cada día –o cada vez que tome sopa – durante un mes, al cabo del cual ya no es aconsejable seguir sacándole más jugo a la susodicha cabeza de vaca.

En cuanto a lo de las cosas caras, de la comida que se pone cara, es preferible no hacerle mucho caso a los titulares de los periódicos, que no analizan las cosas antes de publicarlas. Por ejemplo, lo de la leche. La leche no se ha puesto cara, ni se va a poner cara, es simplemente un ajuste porque la que subió de precio es el agua, y como todo el mundo sabe aquí el agua es la materia prima de la leche que se vende en todas partes, colmados y supermercados.

¡Imagínese! ¿Cómo iba a rendir la leche para tanta gente si no es gracias al agua? Pero a la gente le gusta protestar por cualquier cosa. El problema es que se les va la mano, porque ahora quizás sí quieran poner cara la leche y por eso están acaparando el agua. Mire qué sequía está provocando esta gente del Diablo.

Una a favor de  lo folclórico

Acechen que hermoso mural pintaron Werner Olmos, Rafael Hernández, Edward Montero y Joseph Marmolejos.

Se trata de uno de los murales pintados en Bayaguana con los auspicios del Ayuntamiento Municipal. Por lo menos vi dos murales, es posible que sean más, pero los dos que vi son realmente obras maestras, muy bien concebidas y hechas.

Y fíjense que no están acompañados de ninguna propaganda política, ni siquiera del nombre del síndico. Simplemente indica que es un aporte artístico del ayuntamiento municipal mediante el que se está “rescatando el folklor de nuestro pueblo”. El otro que vi trababa sobre el deporte.

Esa es una forma de trabajar efectivamente sin tener que caer en la ridiculez de asumir el protagonismo. Con toda justicia, los protagonistas son los pintores, y el síndico es el gran promotor, el gran auspiciador.

En muchas ciudades y municipios dominicanos los síndicos se ridiculizan a sí mismos colocando en enormes caracteres sus nombres y el período que agotan cuando han auspiciado alguna pequeña obra.

Es ridículo porque las únicas personas que van a enterarse de quien es el síndico de determinado municipio son las que no son de ese municipio, que van de paso. Y no bien apartan la vista del nombre cuando ya se les ha olvidado. En tanto, en el municipio, todo el que es de ahí sabe quién es el síndico, por tanto no tiene por qué colocar su nombre, salvo que se trate de algún narcisista, megalómano y medio virado.

Bayaguana es uno de los municipios que florecerá enormemente cuando este país, o mejor dicho, sus líderes, miren introspectivamente. Bayaguana y sus parajes tienen una oferta turística envidiable. Sus zonas naturales, su producción de agua, sus cavernas, su riqueza arqueológica, los bosques que guardan todo eso, son inapreciables. Pero si además le sumamos el tierno provincianismo de su gente tendremos ahí una verdadera joya en toda su brillantez, ni siquiera necesita pulimento, pues el brillante verde que la adorna es suficiente.

Abur, abur, seguridad

Yo recuerdo que cuando comenzó a proliferar el uso de gas para cocinar, por el 1962 y 1963, las agencias –porque eran agencias distribuidoras de gas– necesitaban de una licencia especial para distribuirlo.

Antes del gas propano se cocinaba con carbón en la mayoría de los hogares. Algunos tenían cocinas eléctricas y otros menos tenían cocinas de gas keroseno.

Los vehículos destinados a la distribución de gas propano en cilindros eran revisados minuciosamente. Tenían que tener especificaciones muy claras para lograr la autorización de distribuidores de gas en cilindros. Y éstos, los cilindros de gas, tenían que ser transportados asegurados con correas especiales y un personal entrenado para ello, hasta uniformado por la empresa distribuidora.

Miren ahora, cualquier motoconchista es distribuidor o transportador de gas propano, sin importar si se trata de un cilindro de 25, de 50 ó de 100 libras, como ese que vemos en la foto.

¿A dónde se fueron tanta seguridad, tanta especificidad, tantas medidas y tanta vigilancia? ¿Cómo fue que el transporte de gas propano dejó de ser riesgoso? Yo no sé a quién habría que preguntarle, pero quizás podríamos preguntar primero por los predios de la Refinería de Petróleo, que son los principales responsables de la distribución del gas propano. Pero también hay que plantearles interrogantes al Departamento de Tránsito Terrestre, de la Secretaría de Obras Públicas, a la Autoridad Metropolitana del Transporte, a la Defensa Civil y, finalmente, a la Policía Nacional. Por algún lado debe aparecer una respuesta.

Algo parecido ocurría con la gasolina. En épocas de Trujillo no todo el mundo podía andar lidiando con gasolina. Eso quedaba para las gasolineras. Sin embargo, en cualquier punto de cualquier carretera se puede usted encontrar ahora con una niña atendiendo una mesa expendedora de gasoil y gasolina, con 10 ó 15 botellas sobre la mesa, un pedazo de manguera y un embudo.

¿No hay riesgo? Sí hay riesgo, pero a quién le importa un carajo.

Detalles de la cuidad
La cabeza de Santo Domingo

Esa escultura que ven ustedes se titula “La cabeza de Santo Domingo se identifica con el sol”. Y según lo que se aprecia fue esculpida por Sze Kely, que en mi vida lo había oído mencionar. Quizás en el medio artístico se conoce más al difunto Sze, pero lo que es en el medio espeleológico o ambientalista no conozco a nadie que pueda decir, por ejemplo, “Me acuerdo la vez que fui con Sze a buscar un peñón para esculpir un rabo de gato…”, o cualquier otro tema, una persona, una mesa…

La cuestión es que para Sze Kely eso era la cabeza de Santo Domingo, pero además, según el autor, esta cabeza se identifica con el sol. No sé por dónde le encontró Sze la identidad, pero eso dice.

La escultura en cuestión está en el extremo este de la Avenida Ecológica, casi al llegar a la Avenida Charles de Gaulle, y por lo que se aprecia en el conjunto parece que Sze veía a Santo Domingo calvo, con los ojos saltones, un cocotico de violín y demasiado callado como para tener boca. Puede ser que yo sea demasiado bruto para entender esas genialidades artísticas, pero por más que le busqué, y más vueltas que le di, no encontré en la escultura alguna identificación con Santo Domingo. Igual pensó Sze que Santo Domingo terminaba ahí y que en ese lugar estaba su cabeza. No lo culpo, lo más probable es que ni se imaginara en esa época que Santo Domingo apenas estaba presentando una pequeña parte de lo que sería después cuando se dividió en provincias y pasaran a ser cuatro Santo Domingos en vez de uno.

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