Para ser un buen maestro

Para ser un buen maestro

El educador tiene la responsabilidad de enseñar, pero la cuestión es saber si el acto de enseñar termina en sí mismo o, por el contrario, el acto de enseñar es solo un momento fundamental del aprender. Paulo Freire.
Hay una sola pedagogía… la pedagogía del amor. Federico Mayor, director general de UNESCO.
Aprender a aprender significa que los conocimientos científicos son cada vez más evanescentes, periclitan antes. Esto supone la necesidad de que los jóvenes se habitúen a la contumaz realidad de un mundo en continuo cambio en el que no queda más remedio que aprender –y desaprender- a lo largo de toda la vida. Rafael Feito, ¿En qué puede consistir ser “buen” profesor?
Después de haber escrito el artículo anterior, mi inquietud siguió a flor de piel. Pensé entonces en buscar algunos ensayos sobre el tema del sujeto llamado “profesor”. ¿Deben existir condiciones especiales para ser un buen maestro? Recuerdo que alguien me decía que un buen maestro es aquella persona capaz de cambiar la vida de sus alumnos.
Hace un tiempo escribí varias reflexiones sobre la formación docente y preguntaba por qué a pesar de que el Estado ha invertido millones y millones de pesos en formar a los maestros, la educación dominicana todavía deja mucho que desear. Algo ha pasado que no es un asunto de formación, es decir, titulación. La inversión en formación no ha impactado lo que se esperaba en materia de calidad, pertinencia y eficiencia del trabajo docente. Con problemas similares, en Perú se decidió cambiar la política de formación docente. En esa perspectiva, el Ministerio de Educación de ese país escribió un interesantísimo documento que tituló “Un buen maestro cambia tu vida”. Sostiene que para “responder a esta demanda específica sobre la función del magisterio nos confronta con un reto singular: realizar cambios en la realidad de la profesión docente, es decir, en su identidad profesional, en su formación y su cultura, en los paradigmas que guían sus prácticas pedagógicas”. En definitiva, como ha ocurrido aquí el tema es de vocación, de pasión, de amor. A partir de entonces, se plantearon cambiar la forma de abordaje en la formación docente.
La UNESCO planteó hace unos años la necesidad de plantearnos un nuevo paradigma educativo en relación a la formación docente. Frente a una sociedad en que los medios de comunicación social tienen tanta influencia, es necesario replantear el rol del maestro:
Recientes estudios revelan que en algunos países los niños pasan más tiempo viendo la televisión que en la escuela y que los medios de comunicación tienen más influencia sobre sus actitudes que la educación que reciben en el aula.
Además gracias al creciente uso de la ciencia y la tecnología, la educación llega poco a poco a zonas rurales y lejanas por medio de la educación a distancia. UNESCO, ¿Cómo debe ser un buen maestro?
A partir de estos cambios en el mundo, la entidad internacional se planteó la pregunta ¿Qué tipo de personas pueden llegar a ser buenos maestros? ¿Qué entendemos exactamente por un buen maestro al acercarnos al tercer milenio? Estas preguntas estarán presentes siempre, hoy, mañana y hasta el fin de los tiempos. La UNESCO concluye con una verdad indiscutible:
Se necesita una acción urgente para mejorar y realzar la situación del maestro, para mejorar su formación y las perspectivas para afrontar las necesidades y aspiraciones de los niños y por consiguiente para contribuir firmemente a un mundo de paz y a una forma de vida saludable y armoniosa. UNESCO, ¿Cómo debe ser un buen maestro?
Fernando Savater, en su libro, ya citado varias veces en artículos anteriores, “El Valor de Educar” sostiene que a veces exigimos demasiado a la escuela y a los maestros. Pero su pregunta esencial es ¿Para qué debe servir la educación? ¿Sirve para preparar gente al mercado laboral? ¿O debe formar un ser humano completo? ¿Educar para la libertad o reproducir el orden existente?
Como puede verse el tema de docente es complejo. Además de la vocación, se necesitan políticas públicas claras y definidas. Los programas de formación docente, si no están acompañados de seguimiento y acompañamiento para hacer reflexiones sobre su práctica docente; más aún, necesitamos que aquellos profesores una vez recibidos sus diplomas correspondientes, sean evaluados de forma sistemática para evaluar su desempeño.
Pienso que el maestro, después del alumno, es el elemento más importante del proceso educativo. De su visión, de su acción, de su decisión se aplicarán o no las nuevas prácticas pedagógicas. Pueden existir todos los recursos tecnológicos inimaginables, pero si no hay un maestro comprometido, sería una inversión inútil.
Como pueden ver el tema del docente es complejo, muy complejo. En el que se combina la decisión, la vocación, el amor y las decisiones de políticas públicas, que trasciendan el interés político de un cuatrienio para pensar verdaderamente en el futuro.
Podríamos seguir planteando nuevos estudios sobre la formación docente, listados de cualidades que debe tener un buen maestro; definiciones de políticas novedosas para formarlos. Y yo digo, para ser maestro se necesitan dos cosas: el amor a la educación y la vocación. Si esos dos elementos no están presentes, cualquier plan de formación es y será siempre un fracaso.
Reitero mi posición en el primer artículo: quien no ame educar, quien no confíe en la juventud como garante del futuro, quien no apuesta a la educación no debe ser maestro.
Solo los optimistas pueden ser maestros. Solo los que apuestan a la esperanza pueden estar en las aulas. Solo los que amen las travesuras, las rebeldías y las inquietudes pueden llamarse maestros. Solo los que practican la pedagogía del amor, como bien decía Federico Mayor, serán buenos maestros.

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