Pedro José Vega: hombre de bien, valores, talento y tesón

Pedro José Vega: hombre de bien, valores, talento y tesón

Marianne de Tolentino

Cuando alguien se va, muy querido y admirado, los días que pasan profundizan la inconformidad de quienes le han querido y admirado… Borges escribió acerca de “morir tan despacio”, “de los minutos que preceden al sueño”, “por el sueño y la muerte, esos dos tesoros ocultos”… Como si el incomparable escritor a quien Pedro José Vega reverenciaba expresara lo que sentimos, somos confrontados con el implacable sueño que despaciosamente apagó la vida de un magnífico humanista y ser humano.

De temperamento noble y caballeroso, introspectivo y desprendido, ese ciudadano entrañable de Santiago, buen familiar y amigo, cumplió una verdadera misión: la de un profesional capaz, metódico, entregado, apasionado, sobresaliente al fin, durante casi cuatro décadas.

Extraordinario, lo era Pedro José, que varios años, al mismo tiempo que se formaba y se graduaba en arquitectura, desarrolló una personalidad de artista plástico, hasta integrado a un grupo fugaz… Con la tranquilidad aparente y el hervor oculto que siempre le hemos conocido, se perfilaba en él un renovador de la escultura dominicana. Sus obras ganaron dos bienales: más allá de una estricta y compacta tridimensionalidad, él construía un espacio…

Pronto, esta vocación de constructor de espacio se afirmó. Su diseño se intensificó; su inquietud de instalador se materializó en forma altruista. Ya se vislumbraba en el artista-arquitecto y arquitecto-artista, joven asociado de grandes proyectos, la competencia que pronto lo situaría a un nivel nunca superado.

Pedro José Vega se convirtió en el gran museógrafo dominicano, prácticamente desde que decidió dedicarse a esta especialidad. Así lo valora Rafael Emilio Yunén, su

compañero de infancia y luego de labores: “Puedo decir, sin temor a equivocarme, que Pedro José Vega ha sido el mejor museógrafo dominicano que ha habido y habrá en el país por mucho tiempo”.

Por cierto, su talento se desplegaba a través de una escenografía contundente: él tenía a orgullo que colecciones y exposiciones, obras y autores, se destacaran en su plenitud.

Ardorosamente, se compenetraba con lo conceptual, lo material, lo espiritual…. y también con el visitante para que disfrutara las piezas presentadas, no solamente en su estética y categoría, sino en el enfoque propio del creador, sea este consagrado, novel o anónimo…

El Centro León fue para Pedro José su casa. ¿Le pertenecía el Centro, él le pertenecía al Centro…? No lo sabemos… Ese héroe y alma de formidables exposiciones –sin una buena museografía una exposición no vale– hubiera podido tener un despacho… pero había elegido un cubículo, trabajando sin descanso, feliz, disponible para trabajar más, idear, responder, planificar, resolver… con conciencia de equipo, además. Este “personaje” de excepción fue Pedro José, y sentirse su amigo –muchos lo querían– era una bendición.

En aquella portentosa sala de exposiciones temporales, de infinitas combinaciones gracias a Pedro José Vega, el mismo demostraba su genio de arquitecto, museógrafo y escultor de proporciones, haciendo de la escenografía un escenario especial. Fueran bates de béisbol o escobas de guano, cuadros maestros de Ada Balcácer o Fernando Defilló, tesoros de la modernidad o contemporáneos extremos, un hacedor, tan interactivo como funcional, instrumentaba diálogos entre unidades y elementos estructurales, objetos exhibidos y miradas del público…

Esta hazaña la podemos contemplar permanentemente en el maravilloso Museo Numismático del Banco Central, sin parangón en América Latina –así lo expresó el gobernador Valdez Albizu–, y la primera magna realización suya en el área, de complejidad, refinamiento, claridad increíbles. “Experiencia única y traumática” –fueron emocionadas palabras, recientes, de Pedro José Vega–, ese éxito había consagrado ya, hacia el 1985, a un joven, superdotado y comprometido.

Faltan muchísimas cosas por decir acerca de Pedro José, en particular la colaboración en el exterior… Concluiremos citando nuevamente a Jorge Luis Borges, su paradigma literario, cuando afirmó: “Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; solo quedan palabras”. Para recordar a Pedro José Vega no alcanzan las

palabras, pero las imágenes construyen un monumento a su memoria.

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