Pentagramas poéticos

Pentagramas poéticos

La poesía de todos los tiempos fluye entre coordenadas que cambian con cada época. ¿Qué esperan encontrar las sociedades en los escritos de los poetas? ¿Qué temas tocan con más intensidad la sensibilidad de los poetas? Algunos asuntos que han interesado siempre a los poetas, también forman parte de los atractivos permanentes del género humano. El sexo, la embriaguez, la guerra, el amor o la muerte, estarán presentes dondequiera que haya seres humanos. El rey Salomón es el autor del “Cantar de los cantares”, un polivalente poema de amor donde el hombre canta a la mujer; y celebra poder colocar la mano “debajo de su nuca”; y la mujer afirma que su amado “es señalado entre diez mil”.
La sensualidad acompaña al hombre desde que comenzó su andadura en la tierra. Poemas eróticos encontraremos en Egipto, Grecia, Roma; y no han dejado de componerse en nuestros tiempos. Todos los poemas del mundo, épicos o líricos, eróticos o místicos, se inscriben en una especie de tinglado cultural que llamo “pentagrama condicionante”. Quienes intentan llevar a realización “el algoritmo de la poesía”, deben saber que la combinación o asociación de palabras no es el centro de la poesía; es tan sólo uno de sus elementos. Frotar dos conceptos para sugerir un tercero, puede ser una vía para producir metáforas; pero tampoco es esa la médula esencial del poema.
El “sistema” de valoraciones de Homero no se parece en nada al que informa la poesía del Dante. Cada uno de ellos vivía desde una tabla de valores completamente distinta. Lo mismo podemos decir de Shakespeare. Es obvio que las lenguas son diferentes y las reglas de versificación no son ni siquiera semejantes. Lengua y versificación plantean problemas mecánicos de computación, dificultades aritméticas para la conexión sintáctica de vocablos. Son dificultades menores, comparadas con las complejidades morales y estéticas de cada poeta.
Al fin y al cabo, las palabras de cualquier idioma son fonemas que han llegado a adquirir significados en diversas culturas. En cierto sentido podrían manejarse como si fueran cosas; pero los conceptos morales, estéticos, religiosos, no son cosas; son valores. No son mensurables, como las cosas. Únicamente son “estimables” o “preferibles” mediante actos intencionales del sujeto.

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