Perón en la República Dominicana

Perón en la República Dominicana

POR GUSTAVO GUERRERO
Juan Domingo Perón, después de su derrocamiento como presidente de la Argentina, permaneció alrededor de dos años en nuestro país bajo la protección del dictador Rafael Leonidas Trujillo. Había vivido en Panamá y en Venezuela luego de diez años en el poder.

En Venezuela se acogió al régimen del también dictador Marcos Pérez Jiménez. Y cuando el mandatario fue expulsado del gobierno, el ex-presidente de Argentina pasó serios aprietos para salvar su vida y la de los que la acompañaban. El diplomático dominicano Rafael Bonnelly le dio asilo en su embajada de Caracas. Perón se acogió a ese asilo con extraordinaria premura hasta dejar la residencia que ocupaba. Roberto Galán, un compatriota, se encargó de trasladarle sus pertenencias.

Cuando la situación en la sede diplomática se hizo insoportable por la presión de las masas desbordadas contra Pérez Jiménez, Perón tuvo que empacar presurosamente sus maletas y salir en avión rumbo a nuestro país. Trujillo lo acogió con beneplácito. Le brindó facilidades extraordinarias para hacerle grata la vida. Hasta llegó a asignarle un asistente militar. También le aseguró, personalmente, que tendría plena libertad para hacer lo que considerara mejor para desenvolverse sin restricciones de ningún género.

Esta acogida tan amplia determinó que Perón maniobrara desde aquí sus hilos políticos y acordara un compromiso con Frondizi para escalar la presidencia de la república en las elecciones a celebrarse el 23 de febrero de 1958 en la Argentina. Sus «descamisados», las fuerzas masivas del peronismo le respaldarían en esos comicios.

Efectivamente, Arturo Frondizi alcanzó el poder el primero de mayo de 1958 con la ayuda de los peronistas y el disgusto de las Fuerzas Armadas, temerosas de que se rompiera el esfuerzo logrado con la Revolución Libertadora, que dio al traste con el régimen de Perón.

Presionado por estas dos fuerzas, Frondizi, hizo equilibrios para tratar de estar bien con los unos y con los otros.

Para acercarse a los descamisados y cumplir su compromiso con Perón, autorizó un aumento general del 60% a los trabajadores. Cuando la situación económica se agravó, Frondizi recurrió al Fondo Monetario Internacional en busca de ayuda. El Fondo, por su parte, exigió que el presidente impusiera un programa drástico de estabilización que consistiría en restricciones salariales, el levantamiento del control de precios, una devaluación del peso y despidos del personal de la administración pública.

Mientras esto ocurría en la Argentina, Perón muy tranquilamente disfrutaba de una agradable existencia en el Hotel Jaragua en Ciudad Trujillo, acompañado de su «secretaria» Isabel -cuyo verdadero nombre era María Estela Martínez- y de Juan William Cake y Américo Barrios.

Perón para hacerse grato ofrecía frecuentes consejos políticos a Trujillo. «El Benefactor» los oía pero los ignoraba. Tenía su propio método de gobernar muy distante al utilizado en Argentina.

También Perón puso en juego sus habilidades de curandero, aceptadas por Trujillo quien cabalista e impresionante en estas lides, fue fiel creyente de ritos ocultos y hasta de exorciones complicadas.

El ex-presidente argentino hasta llegó a sugerirle a Trujillo reformas sociales con las cuales creía estabilizaría más su régimen. Trujillo «algo bronco» las rechazó de plano. Como también rechazó que Perón desfilara con un grupo de obreros al cumplirse el 25 aniversario de la adopción de su título de «Benefactor de la Patria».

Trujillo exigió que Perón, a su lado, le acompañara en el palco desde donde presenciaron el desfile…

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