Personajes y calles de mi vieja ciudad (2)

Personajes y calles de mi vieja ciudad (2)

Un personaje inolvidable de la calle Luperón fue nuestra profesora Cristiana Risk Pujols, quien además era declamadora. Se convirtió en rapsoda, llevando su arte a diferentes escenarios de la ciudad y del interior; fue presidenta de las Damas del Ateneo. En esa misma calle vivía la familia Roa del Rosario, cuyos hijos se distinguieron en el área de la ingeniería.

En la esquina Luperón con Duarte quedaba el Estudio Fotográfico Aybar y al frente la dulcería de Arturo Sardá, parada obligada a la salida del colegio, para comprar un piñonate o un chocochoco por dos cheles. En la Duarte vivía la familia Henríquez Gratereaux, padres de Federico, uno de nuestros más sólidos intelectuales, y subiendo la “Cuesta del Vidrio” la familia Del Monte Urraca, padres del arquitecto Manuel Del Monte, restaurador e historiador, quien por muchos años dirigió la Oficina de Patrimonio Cultural.

Siguiendo la Duarte, entre Salomé Ureña y El Conde se encontraba el teatro Rialto, que no solo era un cine, sino escenario para conciertos y recitales, como casi todos los cines de la Ciudad Colonial. Recuerdo a mis padres comentar el maravilloso concierto que había ofrecido en el Rialto la noche anterior, una joven pianista dominicana que había regresado del extranjero, se trataba de Aida Bonnelly, finalizaba el año 1949.

En la calle Hostos esquina Luperón tenían su bufete de abogados los doctores Gilberto Fiallo Rodríguez y Rafael Alburquerque Zayas- Bazán –Don Chichí-, quienes además fueron dos reconocidos antitrujillistas. Don Chichí fue el padre del doctor Rafael Alburquerque de Castro, quien sería muchos años después Vicepresidente de la República.

En la esquina de enfrente se encontraba la Escuela de Peritos Contadores y frente a esta, hacia el norte, las Ruinas de San Nicolás de Bari, de lo que fuera el primer hospital construido en América en 1503, lugar de solaz donde solíamos ir a jugar; las ruinas siguen allí, “memorias venerandas de otros días”, como dijera la poeta Salomé Ureña en su poema “Ruinas”.

En la Hostos funcionaban las oficinas de Rafael Heredia Cordero & Co, representantes de los productos farmacéuticos Pfizer y de la famosa firma Sylvania, primera marca de televisiones llegados al país. El tío Rafael Heredia, que en realidad era primo hermano de mi padre, llamaba la atención, por su buen vestir, elegante y alta figura, era llamado el “Conde Danilo”, en alusión al famoso personaje de la opereta La Viuda Alegre, cuya nueva versión cinematográfica, “The Merry Widow Waltz”, con Lana Turner y Fernando Lama, estaba causando furor entonces.

El Colegio La Milagrosa, al que asistíamos, también estaba situado en la calle Luperón. Nuestros profesores, verdaderos maestros de vocación, nunca podrán ser olvidados, entre ellos: Manuel Marino Miniño Marión-Landais, Luis Morales, Fernando Quezada, Salvador Pittaluga, Freddy Staffeld Madsen y las profesoras Mariana de los Santos, Haydée Acevedo, Lillian Capellán y Rosa Haddad.

El colegio programaba visitas a diferentes lugares históricos, el Alcázar de Colón, la Fortaleza Ozama, la Torre del Homenaje, las iglesias y el Museo Nacional, que se encontraba en la calle Atarazana; era una bella forma de enseñar la historia de la ciudad de Ovando, y el 12 de octubre, Día de la Raza, nos llevaban a la Catedral, donde se exponían los restos de Cristóbal Colón.

La “Casa Velázquez”, en la esquina con Arzobispo Meriño, era un gran establecimiento de abastos, precursor de los supermercados. En la Meriño se había radicado una familia de exiliados republicanos españoles, formada por don Emilio Aparicio y doña Antonia Blanco Montes, y sus dos hijas: Ana América y Carmen, nacidas allí; también era parte de la familia otra gran actriz española, Carmen Rull; el aporte de estos artistas al teatro dominicano fue decisivo. Don Emilio fue el primer director del Teatro Escuela de Arte Nacional, compañía y escuela oficial, creado en 1946, fueron además los introductores en el país de las radio-novelas.

En la Meriño, esquina El Conde, estaba la librería y papelería de “Pol Hermanos”. Allí acudíamos con frecuencia a comprar materiales y la revista infantil argentina “Billiken”, de gran utilidad para los trabajos escolares, y mi padre adquiría la revista cubana “Carteles”.

Uno de los monumentos más importantes de principios del siglo XVI, ubicado en la esquina Las Damas con Mercedes, y que fuera sede de la Real Audiencia, primer Tribunal del Nuevo Mundo, es el hoy Museo de las Casas Reales. En aquellos años funcionó allí la Dirección General de Bellas Artes, creada en 1940, y en sus salones eran presentados los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional.

La Librería Dominicana, del señor Julio Postigo, en la calle Mercedes, se constituyó en un verdadero centro cultural. En su Patio Español tenían lugar encuentros de artistas, recitales y espectáculos teatrales. Siguiendo la calle, en la casa #81, vivía don Emilio Rodríguez Demorizi, intelectual de gran valía e historiador; y más adelante, estaba la casa de don Francisco Prats-Ramírez, periodista, escritor y orador, fue el padre de la gran maestra, intelectual y política Ivelisse Prats Ramírez de Pérez. En esa misma calle quedaba la Clínica del Dr. Felix María Goico Evangelista, eminente galeno graduado en la Sorbona de París.

En la calle José Reyes, cerca de Las Mercedes, vivía la familia Ayuso Espinal, con sus tres hijos, Josefina, Juan José, periodista e investigador , y Felix Frank –recien fallecido, también periodista, historiador y catedrático. En esa misma calle, en el antiguo Convento Mercedario, donde ejerció su sacerdocio Fray Gabriel Tellez, más conocido como Tirso de Molina, se instaló desde su fundación en 1859 hasta el día de hoy, la Benemérita Logia Cuna de América, y su recinto se convirtió en otro espacio para la cultura.

Los domingos eran días entrañables, luego de asistir a la Santa Misa, las familias se reunían a compartir el almuerzo. A las dos de la tarde los niños y adolescentes íbamos a la matinée de los cines Olimpia, Capitolio o Rialto, para ver las series que allí se exhibían: Flash Gordon, Tarzán, Supermán, y por supuesto, los dramas de vaqueros de Durango Kid protagonizados por Charles Starrett.

Al salir del cine nuestros padres nos llevaban a tomar un helado muy sabroso y de moda el “Peach Melba” –melocotones Melba- en el Hollywood, hermoso restaurant propiedad de Quico Pou, ubicado en El Conde esquina Hostos. Siempre curiosa le pregunté a mi padre por qué se llamaba así ese helado, y me contó que había sido un postre dedicado a una célebre cantante de ópera, Nellie Melba, más conocida como “La Melba”. Otras veces íbamos, en la misma Hostos, a los Imperiales, a tomar helados en deliciosas barquillas o un “ice cream soda”. El domingo cerraba en la noche, con un paseo al Parque Colón, a escuchar las retretas que ofrecían las bandas de música de las diferentes instituciones, hermosa tradición perdida.

El abuelo Mariano, personaje entrañable, tenía su propia agenda dominical. Acostumbraba ir a misa, y por las tardes, entonces convertido en Odfelo, asistía a la Logia Veritas, la cual había fundado junto a su hermano Miguel, en 1910. Con motivo del centenario de dicha Logia -2010- sus nietos fuimos reconocidos, como homenaje póstumo a nuestros abuelos. Los hermanos Heredia Mendoza llegaron al país desde España, a finales del siglo XIX. El inquieto abuelo fue también de los fundadores de La Casa de España y administrador del Teatro La Republicana, ubicado en la calle Las Damas, en el hoy Panteón Nacional. Sentía el abuelo verdadero orgullo por su hijo, Salvador Heredia, primer dominicano graduado de Barítono de Ópera y Maestro de Canto en el Conservatorio de Santa Cecilia, en Roma…

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