Plumas comprometidas

Plumas comprometidas

En cada episodio de la vida nacional, los arquitectos de una verdadera toma de conciencia influyen en su entorno para transformar el estado de cosas existentes. La actual coyuntura no puede ser la excepción. Básicamente, porque el proyecto de nación articulado desde múltiples trincheras parece socavado por resortes de poder que nos quieren convencer de que todo está perdido. Y no es así. Apelo al convencimiento de que ninguna franja de la sociedad puede presumirse con el patrimonio de la verdad, debido al error de establecer certezas y legitimidad ética alrededor de proyectos partidarios, fundamentos ideológicos, radicalismos religiosos y talentos singulares. Todos tenemos que apostar en la misma dirección.

En el pasado, perdimos el rumbo y los retardos institucionales resultan evidentes porque nos cegó la pasión. Hoy hemos crecido, pasaron los años donde los radicalismos nos alejaba de la razón, y queda por fortuna, un marco democrático imperfecto capaz de hacer de la plataforma mediática el recurso por excelencia para expresar los enconos y dislates de los que se resisten al silencio ante el dirigente corrupto y empresario descarrilado que no asimila la idea de que todo no se puede comprar.

Afortunadamente todos no se han vendido. Y aunque la inversión para construir una realidad desde el poder opulento se mantiene como regla de oro, las redes sociales y las plumas comprometidas manifiestan la sed de un cambio divorciado del reloj electoral, donde el gesto transformador de estos tiempos es tan simple como la transparencia.

La gente sabe distinguir. Conocen a la perfección a los que están en la nómina pública, al ejército de chantajistas que cobran lo escrito y facturan sus comentarios. Las diferencias son tangibles. No obstante, se debe seguir estimulando a los nuevos exponentes que con sus reportajes de investigación, seriedad analítica, defensa de su integridad consiguen el respeto de la ciudadanía.

Debemos derrotar esas modalidades de corrupción instauradas desde los medios para distorsionar el mensaje y poner tinta y papel al servicio del amo, en capacidad de invertir en su defensa, la acumulación indecente protegida por líderes de opinión que comparten la condición de comunicador con la de contratista gubernamental o suplidor del Estado. En esas enredaderas andamos.

Nadie posee la exclusividad de la culpa ante el descarrilamiento de una parte de la prensa nacional. Eso sí, los políticos afanados y sedientos de una protección, hicimos de algunas instancias de la comunicación pieza de escarnio y referente de indecencia. Atrás quedaron los días del deleite intelectual de un editorial calzado por la pluma insigne de Freddy Gatón Arce. Andamos en la búsqueda de un intérprete del país de abajo, el medio y de arriba que con tanta sapiencia nos fascinaba, el inigualable Rafael Herrera. Revivir los riesgos y episodios amargos de la intolerancia política, es posible releyendo los Microscopios de Orlando Martínez. Y por qué no recordar, en el resabio de su inocultable conservadurismo, el consistente talento de Germán Ornes. Se podía discrepar, distanciarse de sus juicios, considerarlos impropios y hasta cómplices del pactismo y tolerancia, pero jamás desdeñar sus talentos inigualables.

Lo de ahora es otra cosa. Excepciones que confirman la regla. Pero en el recóndito anhelo de que lo mejor partió y no está con nosotros, cabalga a tropel un deseo para que vuelvan esas plumas comprometidas.

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