El escritor argentino Jorge Luis Borges, uno de los autores más destacados de la literatura universal del siglo XX, escribió un hermoso poema titulado “Ajedrez”, una metáfora sobre una partida del denominado juego-ciencia, que muestra una existencia humana predeterminada y dirigida por una entidad superior, un Dios, que según su concepción agnóstica, nos ha otorgado un falso libre albedrío, que por mucho que queramos, impone su voluntad, dejándonos en una incertidumbre permanente.
Personalmente me inicié en el conocimiento de las creaciones del renombrado intelectual y erudito en las reuniones familiares semanales por iniciativa de mis hermanos Mateo y Ramón, en el acogedor y apacible hogar paterno donde compartíamos la lectura de libros sobre temas culturales, literarios y científicos. La fiebre que nos arropó se inició en la primera mitad de la década de los 70, siendo jóvenes con muchas inquietudes revolucionarias en tiempos de brutal represión del régimen de turno.
Era Borges uno de nuestros autores predilectos-siempre guardando distancia de sus posturas ideológicas de corte derechista- por ser un literato puro a través de la perfección de su lenguaje, de sus conocimientos, de la belleza de su poesía, de la originalidad de sus cuentos y la profundidad de sus ensayos. Su poema Ajedrez, lo encontramos en su magnífica Antología Personal que fue un motivo de admiración y júbilo para los tres, al leerlo por primera vez en el patio de la casa. Lo mismo podemos decir de los geniales cuentos La intrusa y Emma Zunz.
El célebre hombre de letras nació en Buenos Aires en el 1899 y murió en Ginebra, Suiza, en el 1986, dejando un amplio legado como escritor, poeta, ensayista, crítico literario, traductor, profesor, bibliotecario, conferencista y editor. Su obra fundamental en la literatura y el pensamiento ha sido objeto de minuciosos análisis y traducida a diversos idiomas.
Entre sus títulos más aclamados tenemos: en poesía, Fervor de Buenos Aires, Para las seis cuerdas, La rosa profunda; en cuentos, Historia Universal de la Infamia, Ficciones, El Aleph, El libro de arena, en ensayos, Inquisiciones, Historia de la eternidad, Nueve ensayos dantescos y El tamaño de mi esperanza. Recibió numerosos galardones, entre ellos, el Premio Cervantes, el Premio Internacional Alfonso Reyes, Premio Jerusalén, el Premio Mundial de Fantasía, pero aunque lo merecía, no pudo ganar el Premio Nobel de Literatura, al que fue candidato durante casi treinta años, por ser un personaje políticamente polémico y por sus posturas de corte conservador.
E n el citado texto es obvio que Borges se empeña en mostrar la vida, como un tablero de ajedrez. El texto está compuesto por dos partes. Cada una integrada por un soneto. Un enfoque de expertos, explica que cada cuarteto y terceto define esta visión tan personal del juego. A continuación les presentamos a nuestros amables lectores el poema de nuestra entrega de hoy.
Ajedrez
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?