Cada día entiendo más la actitud de rechazo de muchos jóvenes de hoy sobre la política, que no es sobre la política como ciencia del buen gobierno sino una confusión que identifica la política con los políticos. No quiere decir que todos los políticos son iguales, pero sí significa que los más bullosos, los más nombrados, los más mencionados y señalados son los peores, los que han actuado de espaldas a la democracia.
Esos politiqueros que visten de políticos son nuevos polichinelas bailando y actuando fuera de carnaval pero influyendo, dirigiendo y ordenando como actores del quehacer diario de la nación, cuando no pasan de ser bufones al servicio de los peores intereses, de los propios.
Día tras día ofrecen una demostración del estercolero en que se mueven y están sumergidos: jueces que se culipandean por mantenerse en un puesto que denigran con sus sucias y bajas actuaciones.
Cuando Leonel Fernández, tres veces Presidente de la República, autor de una reforma constitucional desconocedora de los procedimientos democráticos más claros, más limpios, más transparentes, decidió hablar sobre la propuesta de modificación propuesta por su partido, presentó la cara sucia y pútrida de la antidemocracia.
Ladino, mentiroso, acobardado, arrinconado por un partido y unos dirigentes que siguieron sus directrices hasta que les fue preciso aplicárselas y tumbarle el pulso, ningunearlo, quitarle la careta pegarlo de la pared y llevarlo a retractarse, forzarlo a poner como gallina luego de privar en gallo con un discurso errático, lleno de baches, de medias verdades y mucho temor de ser despojado de los poderes que le permiten escapar del juicio del presente.
De pronto el titiritero se dio cuenta de que la vida lo había convertido en títere y que era su propia gente la que le enseñaba que las trampas que haces hoy se revertirán, mejor temprano que tarde, para darte una lección de justicia.
No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. El Partido de la Liberación Dominicana actúa como el camaleón, que cambia de colores según la ocasión.
El único propósito de querer mantenerse en el poder es satisfacer ambiciones e intereses que nada tienen que ver con el interés de la nación.
Es que ha llegado el momento de actuar para llenar los bolsillos de hambre, miseria, falta de oportunidades, falta de empleos, pésimos servicios de salud, desesperanza sin que nada de ello importe porque cada acción contribuirá a acumular fortuna aunque sea a costa de todas las lágrimas y los lamentos del pueblo preterido.
¡Qué pueblo del carajo! Reelegir a todos los senadores, síndicos, regidores, diputados, reciclar la dictadura y quedarnos con el poder para disfrute de los nuestros, para beneficio de los nuestros.
Que viva la Democracia… para nosotros