Por qué y para qué creen los dominicanos

Por qué y para qué creen los dominicanos

La noche del 18 de marzo, me fui a la cama lleno de sana alegría porque sentí que al día siguiente viviría en un país mejor. Poco antes, vi durante un rato las premiaciones de “El Soberano”, bajo el pretexto de estar enterado de qué es lo que le gusta a las multitudes nacionales en cuanto a música y otras artes populares se refiere. Además, quería tener la posibilidad de comentarle a mi hija Karina mi parecer sobre el espectáculo, ya que ella era parte de un grupo de jóvenes miembros de una iglesia cristiana local que colabora con la organización del evento.

Me emocionó ver que Miriam Cruz, varias veces galardonada, al igual que en años anteriores, de manera sincera y enfática, le daba las gracias al Señor las varias veces que subió a recibir un premio. Mi sorpresa fue aumentando cuando varios jóvenes hacían lo mismo. Hasta gentes de lo que me parecieron del “hard rock”, lo hicieron con humildad y reverencia. Cuando la siguiente mañana llegué a mi trabajo, el personal, la mayoría creyente, estaba alborozado comentado y celebrando que unos 15 de los 30 que fueron galardonados, agradecieron públicamente a Dios: un average de .500, para los que llevan anotación. Algo verdaderamente extraordinario y significativo, puesto que se trata de la élite artística del país, gente joven armada de futuro, dispuesta a derrotar muchos males y mañas del “enemigo” que acogotan nuestro país.

Ya sabíamos que eran gentes de fe Ramón Orlando y Juan Luis Guerra; pero también Cuquín, (don César, como le llamo), Nashla, Frank Perozo, Jatna, Miguel y Raymond, en fin, la crema de nuestra pléyade.

Mientras leía las noticias, al llegar a la sección de deportes, la voleibolista Brenda Castillo daba gracias “al Todopoderoso por darle e iluminarle su carrera”, según la nota periodística.

Era 19 de marzo, día que fue la primera vez que los dominicanos dieron su sangre para abonar los campos de gloria de la patria, en Azua. Y hacía exactamente un año que nuestro glorioso equipo de béisbol se anotó invicto la corona mundial. Gallardete que es la hazaña deportiva más celebrada de toda nuestra historia, entre otras razones, porque todos estuvimos pegados del televisor pendientes de cada bola y strike. Esa novena victoriosa, digamos más exactamente, “inmortal”, nunca dejó de orar al Señor antes de cada partido, ni de mirar al cielo para buscar regocijados el rostro complacido de Dios. Allí triunfó nuestra bandera y nuestro plátano, y se paseó nuestro bien ganado orgullo deportivo. Somos los mejores en béisbol y en muchas cosas. La clave de ello y de tantas cosas que suceden o dejan de suceder en nuestro país, es, precisamente, que muchos dominicanos le damos siempre la gloria a Dios. En eso somos honestos. De ahí también que a pesar de todo el mal que nos viene de infamias e iniquidades del pasado y del presente, nuestro pueblo sigue adelante, teniendo mucho qué dar de sí, y mucho qué esperar de nuestro Dios.

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