Saber que su sonrisa franca se ha apagado para siempre es muy triste. Su ánimo, sus palabras, su ejemplo y esa forma de enseñarnos el camino hicieron de ella una mujer única. Su partida es, por tanto, una gran pérdida para el país: la República Dominicana se ha quedado sin una de sus más grandes guerreras.
A Magaly Pineda le debemos mucho. Gracias a ella, las mujeres dominicanas logramos avanzar un poco hacia la igualdad. Ella, vestida de un feminismo férreo, luchó durante toda su vida por nuestros derechos. Esa lucha, en la que estuvo acompañada por muchas otras mujeres de muy gran valía, hizo posible que hoy tengamos mejores condiciones de vida.
Aún queda, sin embargo, mucho camino que recorrer. Por ello, como Magaly se ha marchado, nos toca honrar su memoria de la mejor manera: manteniendo viva su lucha y haciéndola nuestra.
Hoy ha llegado el momento de levantar aún más alto su bandera: la de la tolerancia y el respeto. También corresponde abogar, como ella, porque existan políticas públicas que respeten y promuevan nuestros derechos y, además, que permitan que podamos decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos.
Este es el momento de ser más feministas que nunca: hay que visibilizar cada vez más nuestros problemas, reclamar que no se nos siga discriminando y ser tan revolucionarias como ella lo fue. Seamos un ejemplo, seamos esas Magaly que necesita el país para que las mujeres no tengamos que sufrir sólo por serlo. Sin ella las cosas nunca serán iguales. Por ello, cada una de nosotras tiene que dar lo mejor de sí. Se lo debemos.