Premio Nacional de Literatura

Premio Nacional de Literatura

José Alcántara Almánzar ha conquistado esta vez el Premio Nacional de Literatura, tal como anunciaran la Secretaría de Cultura y la Fundación Corripio. La calidad de su obra literaria motivó una merecida votación unánime del jurado que interviene para la asignación de este premio, que será entregado en ceremonia a celebrar el 25 de febrero de este año, en el Teatro Nacional. Sus méritos como educador, sociólogo, crítico literario, gestor de cultura, ensayista y narrador le han permitido acumular una interesante producción literaria en 35 años de intensa labor. Sus aportes a la literatura siempre han arrancado elogios de los críticos literarios más exigentes.

José Alcántara Almánzar tiene en su haber un abanico diverso de producción literaria. Son suyas “Antología de la literatura dominicana”, de 1972;  un primer libro de cuentos titulado “Viaje al otro mundo”; “Callejón sin salida”, de 1975; “Testimonios y profanaciones”, de 1978; “Estudios de la poesía dominicana”, de 1980; “Las máscaras de seducción”, de 1983, con la que se adjudicara el Premio Nacional de Cuentos; “El viaje interior”, de 1997, y su segunda antología personal de cuentos titulada “Presagios de la noche”.  La calidad de cada una de estas obras ha hecho que el  autor sea ampliamente conocido y apreciado entre los lectores hispanoparlantes. Se ha hecho, pues, una merecidísima elección para otorgar el Premio Nacional de Literatura.

Recuerdo para echar al olvido

La Plaza de la Bandera, construida en época del extinto Presidente Joaquín Balaguer, se está cayendo a pedazos. Su total abandono parece explicar  que más que un arranque de sentir patriótico  para honrar nuestra enseña tricolor, su construcción buscaba satisfacer un capricho  arquitectónico para adornar el enorme distribuidor de tráfico existente en el cruce de las avenidas Luperón y 27 de Febrero y el conjunto de edificaciones oficiales que le circunda, pues en honor a la verdad, se le ha dado muy poco uso como Plaza de la Bandera.

El abandono que está acabando con este “monumento” es similar al que afecta a numerosas obras oficiales en todo el país, que después de iniciadas y de una cuantiosa inversión inicial, son paralizadas y abandonadas con el mayor desparpajo. Ya que fue bautizada con el nombre que lleva, se ha debido trabajar para que su existencia induzca a invocar la enseña. Pero se construyó un recuerdo para tener algo que echar al olvido.

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