Preocupación colectiva por la inmigración haitiana

Preocupación colectiva por la inmigración haitiana

Desde la histórica sentencia del Tribunal Constitucional, la 168-13, que vino a poner punto final a las pretensiones de regalar nuestra ciudadanía a los hijos de los indocumentados, no se había visto en el país una preocupación tan extendida por el masivo ingreso de haitianos que copan nuestras ciudades, los campos, que desplazan la mano de obra dominicana y crean cargas presupuestarias sobre el sistema de salud y la educación. Para los que tenemos unos cuantos años y memoria histórica nos resulta más que notorio la multiplicación de la presencia haitiana en nuestro territorio. Cuando mi ejercicio profesional de la ingeniería se desarrollaba en el área de la construcción, hace cuatro décadas, los haitianos eran excavadores, peones y cortadores de caña y su presencia era prácticamente imperceptible en las ciudades; hoy representan más del 90% de la mano de obra en el sector construcción, en el sector agropecuario, en el mantenimiento de villas, hoteles, serenos en las torres residenciales, guardianes y como el mercado de trabajo del país no dispone de tantos puestos para satisfacer esa oferta de mano de obra, entonces han pasado a ocupar labores informales, como venta de frutas y tarantines para la venta desde alimentos, en condiciones de pésima higiene, hasta ropa en pacas. En la medida que aumenta esa presencia de indocumentados, en esa medida se deprime el mercado laboral, bajan los salarios en términos reales, aumenta la marginalidad, la pobreza y se sobrecargan nuestros hospitales y escuelas. No se trata de una exageración xenófoba o racista o supuestos mecanismos gubernamentales para distraer la atención en el caso Odebrecht. No, es que se está despertando la conciencia nacional consciente que de seguir esta invasión pacífica en menos de una generación la República Dominicana será otra nación en términos culturares, económicos, políticos y sociales y seremos un país más pobre porque sencillamente se habrá producido una simbiosis natural entre un país que trata de dar el salto al desarrollo y otro que es un estado fallido. República Dominicana, a pesar de los ataques internos y externos, a pesar de haber sido condenados injustamente por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, ha sido el país más solidario con Haití, lo demostró con creces durante el terremoto del 13 de enero de 2010, pero además ha sido el único país que ha aplicado una reforma migratoria dándole estatus de residente de forma gratuita a los indocumentados y estableciendo mecanismos para que los hijos de los indocumentados, que no son dominicanos, puedan optar por la nacionalidad. Es cierto que durante muchos gobiernos se ha permitido el ingreso masivo de los indocumentados, es cierto que el empresariado ha sido cómplice al usar esta mano de obra barata y productiva irrespetando las leyes y es también cierto que una parte de esta sociedad ha sido insensible ante lo que es el problema dominicano más grave.