Prestigio del ombligo

Prestigio del ombligo

El ombligo ha vuelto a ponerse de moda. Millones de jovencitas enseñan el ombligo al usar pantalones que descansan en el nivel más bajo de las caderas. Algunas decoran el ombligo con argollas o piedras semipreciosas colocadas como si fuesen dijes. El prestigio del ombligo comienza a partir de los hijos de Adán y Eva, ya que estos últimos no tenían ombligo, pues no habían nacido de mujer. El ombligo es el lugar por donde la madre alimenta el feto en el útero, es el sitio por donde separamos a la criatura de la madre que la parió; el cierre o sutura que señala el paso de un mundo a otro: del claustro materno a la feria de los vivos.

En Santo Domingo, a comienzos del siglo pasado, había la costumbre de conservar los ombligos secos de los niños en una cajita o relicario. El “Cantar de los cantares”, o si se quiere, el canto más canto de todos los cantos, es una obra literaria atribuida al rey Salomón que celebra el amor de hombres y mujeres; entre los versículos del “Cantar” hay uno que dice: “tu ombligo como una taza redonda no exenta de bebida”. El ombligo es punto focal de la sensualidad humana desde la Edad de Bronce. Y no es para menos.

En el Castillo de Chenonceaux hay un retrato de Diana de Poitiers desnuda, mostrando orgullosa su ombligo blanquísimo, lleno de encanto. Enrique II, rey de Francia, fue amante de Diana de Poitiers. Se dice que su hijo, Francisco II, también fue amante de Diana. Esta mujer, dotada de un enorme ombligo, “conoció” a Francisco cuando era un adolescente. Pudo seducir al padre y al hijo e irritar a Catalina de Medicis, esposa del primero y madre del segundo.

Hay ombligos con más vueltas que una begonia de espiral; otros ombligos, casi siempre de mujeres irlandesas, reúnen en su fondo miles de pecas que desde allí se dispersan por todo el cuerpo; los hay de obscena presencia, como el de Diana de Poitiers, que le permitió conquistar dos reyes de Francia. Antiguamente se ocultaba a las miradas del público. Ahora es “icono de computadora” que incita al “click” de las delicias. 01/16/2003.

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