El ser humano no nace hipócrita, se hace hipócrita. A medida que crecemos y que interactuamos con otros seres humanos, dependiendo de la educación de nuestros padres, nos acostumbramos o no a decir mentiras y a la duplicidad de personalidad. La gran mayoría de los artistas tienen una sensibilidad muy elevada que los hace ser presos del ego. El artista es un ser humano y como tal no escapa a esa actitud de fingir sentimientos o expresar palabras contrarias a su verdadero sentir. Por eso no me he de extrañar que, después que Acroarte divulgara los nominados a los Premios Soberano, muchos que no fueron nominados, acaben con los cronistas y otros que resultaron agraciados, alaben a Acroarte. O sea, si los nominan: ¡arriba Acroarte!; si no lo nominan, ¡abajo Acroarte! La ciclotimidad de los artistas se refleja en las expresiones cuando dicen: “El mejor premio es el aplauso del público”, “mi público es mi soberano”, “mi soberano es el pueblo”, “Dios es mi verdadera soberano”, entre otras frases que se suelen escuchar.