Psiquiatría, homosexualidad y delincuencia

Psiquiatría, homosexualidad y delincuencia

Recientemente, Huchi Lora comentaba que un joven condenado por el asesinato de un familiar no daba señales de estar arrepentido, y hasta se consideraba a sí mismo apto para reinsertarse a la sociedad.

Un alto funcionario, cuya fortuna pocos aceptarían que no ha sido producto de mal manejo de fondos públicos, frecuentemente se muestra carente del menor sentido de culpa, vergüenza o arrepentimiento; desafiando y llevando ante tribunales, demandando él reparación moral a quienes lo señalan.

Albert Camus, en “El Extranjero”, presenta un asesino confeso y condenado, psicológicamente normal, culpable ante la ley, un monstruo, moralmente considerado. Se trata de personas que, por diferentes razones, no han internalizado los valores y normas de la sociedad-estado. Últimamente están proliferando gobernantes, sociedades y estados que se están desentendiendo de valores y normas morales.

Se ha puesto de relieve que el DSMD (catálogo de desórdenes mentales, de los Estados Unidos), actuando bajo presiones de grupos de activistas, ha estado declarando sanas una serie de conductas que muchos psiquiatras consideran patologías.

No siempre los profesionistas de la conducta tienen claras las diferencias entre moral social, moral religiosa, normalidad biológica, normalidad psicológica, sociológica, o estadística. No sería en absoluto patología ni aberración social, ni moral, que un caníbal se comiese a un miembro de la tribu enemiga. Incluso, consideraban desperdicio y aberración matar y no aprovechar el despojo.

Por horroroso que nos parezca ese modo de ver la vida humana, esta no es radicalmente distinta a la de un funcionario que se apropia ilegal e impúdicamente de una masa de dinero que serviría para alimentar y sanar, y financiar la educación de miles y miles de sus hermanos dominicanos, de su misma tribu. (El depredador no ve sangre ni cadáveres)

La discusión de los psiquiatras se centra alrededor de las conductas aberrantes y perversas, dañinas para el sujeto, la víctima y la sociedad. Los clientes de esos psiquiatras suelen tener poder y prestigio para evitar ser considerados anormales o perversos. (Muchos poderosos, igualmente). (Quien plantease similar discusión en Sodoma, no solo era persona “desactualizada”, sino que podía ser linchada).

Nuestra sociedad se ha estado acostumbrando a tomar como natural muchas conductas que desde cualquier ética social son anormales y contrarias a las buenas costumbres.

Hoy día, lo que es una anormalidad y una inmoralidad, no es la homosexualidad, la drogadicción o la pedofilia; sino que alguien se oponga a la proliferación y exhibición de esas conductas. Asimismo, la delincuencia de funcionarios públicos y empresarios inescrupulosos es vista tan normal, que suelen tenerse a estos como personas honorables.

Existen evidencias de que esas aberraciones, desde el tabaquismo a la homosexualidad, desde la cleptomanía al latrocinio, desde la pedofilia a los diversos tipos de aberraciones y perversiones sexuales; son curables. Ya por la psiquiatría, ya por el auto arrepentimiento. Pero carecería de sentido explicarle esto a no creyentes. Esta sociedad no parece dispuesta a aceptar reglas morales que no sean las del relativismo y el pragmatismo. Pueblo y creyentes tendrán que unirse contra prevaricadores, agiotistas, delincuentes, traficantes y pervertidos. Y del diablo.

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