Publicidad engañosa, desleal competencia

Publicidad engañosa, desleal competencia

Misleading advertising se llama en inglés. Publicidad engañosa en español. Pero no importa el idioma en que se exprese, la finalidad es siempre  desorientar a la gente y tratar de sacarle el dinero  de manera fraudulenta.

Este comportamiento de muchos de los que anuncian cualquier bien o servicio, con mala intención, parece haberse convertido en un deporte comercial al que se suma un número mayor de practicantes, en la medida en que la crisis económica hace más difícil la posibilidad de una competencia en buena lid y de que los mecanismos existentes en la actualidad para la protección legal al consumidor contra esta práctica se hacen obsoletos y los propuestos en el congreso duermen el sueño de los justos.

La práctica es tan repetitiva y recurrente en nuestros medios de comunicación  que  basta abrir las páginas de los  diarios, sintonizar la radio o sentarse frente al televisor para asistir a un festival de promociones, ofertas y promesas que cubren la más variada gama de productos y servicios.

Desde las aparentemente inofensivas ofertas de mercancías a un precio que “in-situ” resulta ser distinto al propuesto en  publicidad, hasta las más sofisticadas promesas de “erección” como solución casi milagrosa a un problema tan viejo como la existencia masculina sobre el planeta, pasando por el precio a pagar por la ilusión de convertirse en millonario de la noche a la mañana, el consumidor dominicano sigue expuesto a esta ilegal práctica, sin esperanza de  disfrutar de la normal protección que debe el Estado al ciudadano en cualquier sociedad organizada del mundo.

La publicidad engañosa que se practica en el país es fraudulenta por naturaleza y, por tanto, es fácilmente identificable ya que generalmente contiene datos falsos, oculta o deja fuera datos relevantes, promete llevar a cabo una acción sin la menor intención de cumplirla y crea una falsa impresión, aun pudiendo ser cierto todo lo que se expresa literalmente en ella.

Sus consecuencias económicas son a veces devastadoras, especialmente cuando se dirige a grandes audiencias o cuando  se lleva a cabo por un periodo de tiempo muy largo. Esto tiene un alto costo, tanto para los negocios de un competidor que se promueve honestamente, como para los consumidores en sentido general.

La ausencia de normas legales  y de códigos éticos  que pongan freno a la situación presagian,  una agudización del  problema, en contraste con otros mercados en donde hasta a las más grandes corporaciones globales se les pone freno cuando la salud o los intereses de la población se encuentran en riesgo ante este tipo de comunicación publicitaria.

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