«Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios»

«Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios»

Una corriente fuerte de testimonio cristiano ha estado siempre apegada a esta perspectiva de Jesús. No es necesario, ni saludable montarse en la estructura del estado para hacer avanzar la agenda del reino de Dios. El acercamiento a la gracia liberadora de Dios es producto de una militancia cristiana que impacta con su capacidad de permearlo todo con la ética del amor, una vida en el Espíritu y compartir la gracia de Dios con toda la comunidad.

La iglesia militante pre Constantino así lo demostró. Era perseguida pero su testimonio contagio a toda la sociedad. Su vida ejemplar como comunidad de amor y su obediencia absoluta a su único Señor le hizo brillar en medio de la adversidad. No necesitó a Constantino ni la estructura de poder del imperio romano para hacer presencia transformadora en la sociedad de su tiempo.

Su palabra era el testimonio de Cristo sembrado en la mente y alma de quienes profesaban un discipulado radical. Es importante recordar que esta iglesia pre Constantino ni siquiera tenía un canon totalmente consensuado, en otras palabras, lo que hoy llamamos “La Biblia” como un canon ya cerrado todavía no era una realidad.

Después del proceso de “constantinización” de la iglesia, el mundo cristiano cambio, pero un momento, no todo el cristianismo se apuntó en ese carnaval. Un grupo valioso de militantes se resistió y quizás el más relevante fue el movimiento monacal.

En todo momento el espíritu de Cristo sobrevivió, y pese a las celebraciones y apologías para justificar la alianza de la fe cristiana con el imperio (encabezadas por Eusebio de Cesárea), no todo el mundo se sumó. En el siglo IV también apareció testimonio cristiano que proclamaba que la sola gracia era imprescindible y recordó “al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.

En el mundo medieval, una amplia comunidad cristiana no se doblegó a la “cristiandad”; ese maridaje iglesia y estado fue resistido por cristianos dispuestos a dar testimonio libre de su fe, sin ninguna imposición de estructuras eclesiásticas ni gubernamentales.

El testimonio evangélico, para esas comunidades, tenía que correr al margen de las acciones del Estado. El testimonio de Pedro Valdo y la comunidad que se fue gestando producto de su trabajo misionero es una evidencia de mis planteamientos.

Es imposible dejar de mencionar a Francisco de Asís y la primera generación de sus seguidores, ¡que pasión por ser fieles al testimonio de Jesús y a la Palabra! En los últimos años de la edad medieval un gigante en la compresión de estos temas lo fue Juan Hus.

El y los hermanos checos defendieron con su vida la necesidad de que el estado y estructuras eclesiásticas les normaran su fe, resistieron hasta la muerte aliarse con príncipes y gobernantes temporales, siempre optaron por reconocer al soberano de todos los siglos y por los siglos.

En el advenimiento de la modernidad el tema de la relación iglesia y estado exploto. Todos los movimientos de reforma se expandieron y encontraron un terreno fértil para dar fruto. Es probable que muchos evangélicos solo asocian reforma protestante con Lutero y Calvino; sin embargo, centenares de militantes de Cristo no entendieron la reforma a lo Lutero y Calvino y se sumaron a la tradición de Jesús de separar lo del Cesar de lo Dios.

Lutero y Calvino se aferraron al paradigma de “reforma” y en la historiografía protestante se le ha denominado como “la reforma magisterial”, mientras que anabautistas, bautistas y cuáqueros (“la reforma radical”) se cobijaron en el paradigma de la “restauración”. Mientras las cabezas de la reforma magisterial entendíannecesario aliarse al estado para hacer avanzar el nuevo entendimiento del evangelio; el liderazgo de la reforma radical asumía la separación de iglesia y estado.

Esto implicaba un compromiso con el pacifismo, con la tolerancia religiosa, con la relativización del poder del estado, rechazo absoluto a la idea que desde las leyes los magistrados (los gobernantes) impusieran dogmas religiosos de cualquier tipo, afirmación de que la fe es personal (por eso el rechazo al bautismo de infantes), que la única autoridad de la iglesia era la asamblea de hombres y mujeres regenerados por la gracias del único y suficiente Señor de la iglesia: Cristo (de ahí, la opción por el gobierno congregacional), entre otras posturas que le costaron la vida a millares de reformadores radicales en manos de luteranos, calvinistas y católicos.

Estos militantes cristianos no querían reformar la iglesia, querían restaurar la iglesia de Cristo fundamentada en la gracia de Dios y la comunidad amorosa que forjo Cristo, y por ello su lectura de la Biblia era cristocéntrica. La obra y vida de Jesucristo era la clave interpretativa fundamental.

Si usted cree que ya se acabó la historia, agárrese (asegure que su silla tiene cuatro buenas patas). En el mundo contemporáneo surgió otra expresión del protestantismo que asumía con fuerza parte de ese legado de la reforma radical, y no pocas veces, con entendimientos bastantes extremistas, al punto de “demonizar” la esfera del estado.

Esta rama del protestantismo o del cristianismo evangélico, se estableció poco a poco desde principio del siglo XIX en la confianza del poder renovador del Espíritu Santo…practicó la objeción de conciencia, el pacifismo radical, rechazaba las posiciones políticas por ser mundanales, rechazaba el participar en los procesos electorales, como minoría abrazaba la tolerancia religiosa, mantenía distancia con el estado y cuestionaba los acercamientos al mismo, sus pastores y líderes confiaban en el poder transformador del Espíritu en la vida social (frecuentemente con exceso), y abrazaban el evangelio cuadrangular (Cristo salva, bautiza, sana y viene) propio del movimiento de santidad del Siglo XVIII. Estoy refiriéndome al pentecostalismo, y creo que hago referencia a la denominación cristiana más numerosa de América Latina y el Caribe.

Estas reflexiones escritas, me hacen recordar lo que enseño cada vez que inicio un curso de historia de la iglesia (ahora en el 2018, cumplo 30 años enseñando historia de la iglesia). Les digo a mis estudiantes: “La historia de la iglesia es una disciplina fundamental para orientar la buena teología”. Pensar la fe hoy sin conocer cómo se fue armando todo nos mete en graves problemas. Tengo que reconocer que la disciplina denominada “historia de la iglesia o historia de la teología” está en crisis, la gente quiere hacer teología sobre la base de su dogmática. Es igual con los estudios bíblicos, mucha gente está haciendo exégesis y hermenéutica a partir de su dogmática, y, por lo tanto, están metiendo a la Biblia en un encierro fatal.

Hay que estudiar la historia, ella debe informar nuestro quehacer teológico. De manera chistosa algo que le digo a los estudiantes es que la teología más popular es la “teología monatica”. Los más avispados creen que me estoy equivocando y que debo decir “monástica”, pero no, le insisto que es “la teología monatica”, y les explico que es la reflexión teológica que sigue lo que dice la mayoría, la que se produce por una simple imitación…es la que producen los monos en sus institutos y seminarios. Ese pensamiento se resume en un razonamiento pragmático, ahora, como soy grande me “acomodo” a la mayoría y a mi tamaño, y por supuesto, a mi conveniencia. Es más fácil desde arriba poner a la gente que diga: “Si, Señor”.

Recuperando la memoria histórica de cómo se construyó la expresión protestante y evangélica tenemos que reconocer que en cuanto al tema de la relación iglesia y estado, no siempre ha habido una sola voz. Másaún: Es francamente pobre el testimonio de quienes han empujado esta alianza. Ejemplos sobran: Ni por asomo queremos la vuelta de la “cristiandad medieval” y su mecanismo de consenso: La Santa Inquisición. Yo no quiero vivir en la teocracia de Calvino, jamás. Las misiones modernas tanto católicas como protestantes cuando se aliaron al estado fueron proyectos de evangelización cristianas con más sombras que luces, solo les recuerdo el famoso comercio triangular basado en la trata de esclavos africanos.

Hoy tengo que tirarme por el camino de Jesús, quien opto por invitar, desde el camino, a la gente a seguirlo. La fe en Cristo se adquiere por el testimonio de una comunidad de amor capaz de mostrar los efectos del evangelio en sus vidas, una comunidad llena de la gracia divina que invita a vivir nuevas relaciones sociales, nuevo entendimiento de como relacionarse con el mundo creado, una nueva sociedad que procura la justicia y la paz; sobre todo una comunidad que relativiza el poder temporal y se cobija en el poder amoroso y servicial de Jesús. Que no cunda el pánico «…den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.».

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